TESAURO

CRONOLOGÍA

ARCHIVO F.X.

MÁQUINA P.H.

LA INTERNACIONAL

PEDRO G. ROMERO

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Wols

19 de julio de 1936. Santo. Puerta de una taca, abrasada. Edificios Religiosos y Objetos de Culto saqueados por los marxistas en los pueblos de la provincia de Sevilla. Imprenta Gavidia. Parroquia de la Asunción. Mairena del Alcor. Sevilla.

 

19 de julio de 1936. Mancha. Tachadura sobre lienzo, con barniz. Diccionario de la fotografía y el arte alemán en Francia durante el siglo XX. Print Press. Solar en Construcción. Íle-de-France. Exposición Universal. París.

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Cuando el 26 de agosto visitamos la Iglesia encontramos estas pinturas que de tanto esplendor disfrutaron, en avanzado estado de descomposición.

 

La obra es una composición o incluso una descomposición del momento, del hombre y del lugar, nada puede ser eterno sino que cada cosa tiene su pequeña vida, su minúsculo momento de existencia.

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Un exabrupto de la naturaleza. La obra absoluta del mal. El brillo satánico de las mentes más perversas de la anti-España. Pues bien, de entre todo este mal acumulado, aún es posible para Nuestro Señor escoger un alma buena. Un santo, no podemos llamar de otra forma a aquel miliciano que se jugó su vida ocultando el cáliz en su sayo y poniéndolo a salvo de las llamas del incendio.

 

Una aparición. Un ectoplasma. El espectro de la oscuridad brillante rasga el velo azul. Azul del cielo hundido en el océano. Acaricia la densidad. Avanza de la mano de la luna nueva como un corazón carbonizado. Lo tengo claro: se trata de un santo. Un ángel de la guarda que se alimenta de nuestros deseos podridos, que liba los deshechos de aquello que inexplicablemente queremos y ya jamás tendremos. Se trata de ti.

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Un ángel con las alas mutiladas. Una paloma sacramental partida en dos. Restos de un Corazón de Jesús. Los brazos de un Niño Jesús sin el cuerpecito. Tres cálices aplastados. Varias ampollas y relicarios vacíos y con el cristal roto. Restos de algunas imágenes: tallos de flores, adornos, estrellas y una luna. Un Cordero de Dios decapitado.

 

Un vuelo de barro, de iris disuelto, de lenta neblina. Un vuelo de escarcha arañada, pigmento, línea, nieve. El corazón de una galaxia, los ocelos. No hay cuerpo, ni alas, sólo el sonido oscuro del vuelo. La canción abstracta del néctar. Eso. El néctar, fluyendo por los vasos capilares hasta el pequeño cerebro. Hasta ningún cerebro. No hay pensamiento, ni siquiera acción. Es sólo el último testimonio del vuelo y del néctar. El final de una metamorfosis.