Tucumán Arde
1936. El convento de Santa Cruz fue convertido en cuartel general y puesto de mando de las milicias atacantes. La estatua del venerable obispo parece mirar irritada al insólito grupo armado que turba la paz conventual. Toledo. Fotografía aparecida en «El sitio del Alcázar de Toledo», Heraldo de Aragón, 1937. Archivo Jordana de Pozas.
1968. Una vista general de la exposición en la sede de los sindicatos argentinos. Bajo las denuncias de las imágenes murales y las pancartas con reclamos una multitud aparece complacida y alegre. Rosario. Fotografía aparecida en el sitio Tucumán Arde, Municipalidad de Rosario. 1999. Fuente Noemí Escandell.
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Ciertamente la cercanía de la Santa Cruz con el cerro del Alcázar daba cierto predominio de acción a esta parte de la milicia. El cuartel general se señalaba con banderas, proclamas, carteles, pintadas de los indicativos militares del ejército republicano, aunque eran inevitables las mofas y sornas –carteles jocosos, dibujos irreverentes, disfraces paródicos– con que era decorado el que fuera antiguo convento. El estado de guerra era total y ciertas emergencias tenían que suplirse con los materiales que estaban más a mano, de aquí que se quemaran muebles, retablos y marcos de cuadros que si un día estaban llamados a testimoniar el culto religioso ahora servían en la hoguera del convento para calentar a la milicia y dar fuego a guisos y platos para alimentación de la soldadesca. La dura convivencia de aquellos días y el combate marcaron a la tropa definitivamente y así, en sus posteriores acciones de combate en Madrid, Guadalajara o Teruel, nos sirvió abundantemente la experiencia: cuáles eran los mejores conventos para el acuartelamiento; qué piezas pueden astillarse sin que peligre el patrimonio artístico; qué ropajes de iglesia resultan de mayor abrigo y menor peso. Una experiencia que llevamos después a los campos del exilio y la guerra europea.
El 3 de noviembre de 1968, en el momento más duro del Gobierno del presidente de facto Juan Carlos Onganía, en el local de la Confederación General del Trabajo (CGT) de los Argentinos de Rosario, a pocos metros del Comando del Ejército y de la Jefatura de Policía, un grupo de artistas exhibió material fílmico, fotografías, carteles y grabaciones de manifiesto contenido político y denuncia sobre la grave situación que se vivía en la provincia de Tucumán. La muestra, denominada Tucumán Arde, fue solamente una de las acciones de un proceso que incluyó varias fases –anteriores y posteriores– en las que se desarrollaron, en colaboración con especialistas, investigaciones, descubrimientos e informes sobre aspectos sociales y económicos, y acciones conceptuales enmarcadas por estrategias de los medios de comunicación. Publicitada engañosamente en un principio como «Primera bienal de arte de vanguardia», la exposición no fue censurada en Rosario pese a las explícitas críticas al Gobierno de Onganía. Pero cuando semanas más tarde se volvió a montar en la sede central de la CGT de los Argentinos de Buenos Aires, fue levantada al día siguiente de la inauguración ante la amenaza policial de clausurar el local sindical. La decisión fue tomada por los propios artistas, que prefirieron no hacer correr riesgos a la entidad gremial.