TESAURO

CRONOLOGÍA

ARCHIVO F.X.

MÁQUINA P.H.

LA INTERNACIONAL

PEDRO G. ROMERO

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a.f.r.i.k.a. gruppe

Iglesia de San Esteban. Olot. La Garrotxa. Gerona. Incendiada el 23 de julio de 1936. Pasa a ser propiedad municipal el 14 de julio de 1936. A partir del día 6 de noviembre de 1936 comienza a funcionar como almacén de obras de arte procedentes de los museos de Barcelona y depende oficialmente de la Junta de Salvaguarda de Museos de la Generalitat de Catalunya. En la fotografía, Mossos d’Esquadra hacen guardia ante algunas obras de arte almacenadas. Se observan los armazones de fragmentos de ábsides románicos y, al fondo, la enorme tela, enrollada en forma de tambor, de la Batalla de Tetuán, cuadro de Mariano Fortuny que presenta una de las principales batallas finales del colonialismo español. La fotografía fue tomada en noviembre de 1936 por Joan Vidal i Ventosa.

 

a.f.r.i.k.a. gruppe es un grupo de activistas alemanes que ha desarrollado el concepto Guerrilla de la comunicación, aportando a la vez un afilado análisis tanto de las prácticas políticas autónomas como de las “acciones directas” en las que grupos mixtos de artistas y activistas se han ido comprometiendo cada vez más. Horror vacui o GelöbNIX constituyen un caso ejemplar de cómo se puede articular un trabajo teórico riguroso con una práctica política y artística de primera línea.

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El exotismo del cuadro puede llevarnos a algún engaño. Precisamente un observador atento encontraría las relaciones entre la Batalla de Tetuán de Fortuny y un cierto número de representaciones simbólicas catalanas. De entre todas ellas destacar que los sucesos conocidos como La Semana Trágica de Barcelona tenían como fondo las protestas contra la guerra de África, protestas antimilitaristas y contra la reclutación forzosa de miles de hijos de los obreros catalanes. Protesta que acabó en el incendio de decenas de iglesias de Barcelona, y que constituían de manera efectiva la destrucción simbólica del imaginario visual del tradicionalismo católico en la ciudad. Esa conexión anacónica es la que se busca en la ausencia de simbolizaciones de la cultura musulmana, hasta tal punto, que se elige el color blanco como emblema afirmativo para la representación de esta batalla.

 

En octubre de 1999, el año en que la OTAN bombardeo Kosovo y Serbia, el ejército alemán celebró un juramento público de jóvenes reclutas en la Schossplatz de Stutgart. Los desfiles militares son un tanto impopulares en Alemania desde la Segunda Guerra Mundial, así que han inventado esto de los juramentos públicos como una especie de sustituto, presentando al soldado como “ciudadano en uniforme”. Por cierto, que la última vez que intentaron una de estas juras de banderas en Stuttgart, allá por los 80, todo acabó en disturbios masivos. Ahora, casi 20 años después, debieron pensar que valía la pena intentarlo de nuevo. Por supuesto que inmediatamente se generó una red de antifascistas locales y pacifistas a quienes no gustó nada la idea. Lo que las autoridades no imaginaban fue el modo en que la oposición decidió organizarse. Para empezar, las charlas y debates sobre antimilitarismo que se organizaron en diversos locales de la ciudad se anunciaban en un folleto que usaba el logo oficial de la ciudad, como si el ayuntamiento colaborase con la organización de las protestas.

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Podría decirse que la Consejería de Cultura tendió en agosto a establecer el “estado de excepción” para el patrimonio cultural, una vez que el desbordamiento del aparato del estado se había revelado en toda su magnitud y se evidenció la imposibilidad de apoyarse en los poderes locales. La revolución había cogido por otra parte a los servicios del patrimonio en pleno trance de reorganización.

 

GelöbNIX – juego de palabras sobre Gelönis, juramento público, y GelöbNIX, más bien se entendería como: no prometas nada, por si acaso- redefinía un espectáculo del poder. La policía, los soldados, los usuarios de la ciudad y los activistas formaban todos parte de las coreografías de esa especie de happening; los límites entre actores y espectadores quedaban bastante difuminados, por lo demás. Uno de los agentes de policía dio con una pista correcta: “¿qué es esto?, ¿Un carnaval o qué?. El recuerdo de los graves disturbios en la anterior jura, hacía veinte años, pudo ser explotado para crear una difusa y ambigua mezcla de emociones y expectativas que formaron la atmósfera de la acción.

 

Tot i que l’elecció, l’octubre del 36, d’olot era encertada, hom era conscient que “si Olot –donades la seva situació i topografía) semblà que estratègicament podia convenir, en cas de guerra, l’expseriència demostra, que en la majoria dels bombardeigs, que ha sofert i ve sofrint el nostre país, no hi ha sovint raons estratègiques que els motivin i mai, condicions topogràfiques que els evitin. Les obres quan arribaren a Olot foren acollides per totes les organizacions polítiques i sindicals de manera favorable constituint-se en patronat per a la salvagauarda, en el que, hi figuraven la Delegació de Cultura de l’Ajuntament, els Directors de les Escoles de Belles Arts i Oficis, de l’Institut, del Museu d’Olot…, presidits pel Comissari general de museus. Els objetes foren instal.lats a l’eglésia de san esteve, la més gran de totes. Abans, però, calgué acondicionar-la car havia sofer l’embat dels primers moments. Incendi, sostracció d’objectes de culte… S’intal.laren boques d’incendi entorn de lédifici i en lleixes expresses es va dipositar aqell valuós tresor que arribà a superar el milió d’objectes; un destament de mossos d’Esquadra, bombers i membres del Comitè local eren la força efectiva que vetllà per la seva integritat.

 

El fantástico escenario de una gran cantidad de hombres uniformados y alineados frente a las banderas nacionales y un castillo del siglo pasado, fue algo que el poder proporcionó; no tuvimos que pedírselo. Sabíamos por experiencia que la policía cerraría el espacio, con lo cual lo mejor que podíamos hacer era ayudarles; sabíamos que necesitábamos una imagen suficientemente fuerte para tergiversar el sentido de ese encierro policial. La imagen vino con el color blanco, para variar del habitual negro anarquista y como hermoso contraste con el verde del césped y los uniformes. Por supuesto, el color blanco desataba toda una serie de asociaciones: limpieza, hospitales, gérmenes… habíamos inventado el violento virus BW. El concepto hegemónico de “violencia”, tan a menudo usado contra los activistas, resultaba ahora devuelto al propio Estado. La cerca de seguridad blanca jugaba de paso también con los miedorros y el discurso racista sobre el peligro de ser invadidos por peligros incontrolables: virus, extranjeros, microbios diversos.

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Curiosamente hasta el 18 de septiembre la generalidad no se incautó de todos los establecimientos religiosos, al disponer un decreto la apropiación de “todos los santuarios y ermitas situados en el territorio catalán de su jurisdicción”. En cambio, se habían tomado una serie de medidas tendentes a la protección del patrimonio monumental sin paralelo en el resto del Estado. Estaban por un lado las incautaciones directas de edificios, numerosísimas y tempranas. Pero junto a ellas asistimos ya desde agosto a la declaración de monumentos histórico-artísticos, iniciándose así una línea de acción que culminaría el 14 de octubre al prohibirse mediante decreto derribar ningún edificio civil o religiosos anterior a la segunda mitad del siglo XIX sin autorización especial del Consejo de Cultura de la Generalidad, al tiempo que se disponía una revisión general de la lista de monumentos incluidos en el Registro de Patrimonio Histórico, Artístico y Científico. Ciertamente esta medida vino propiciada por la facilidad con que los Comités locales tomaban el acuerdo de derruir las iglesias de sus pueblos y se lanzaban a remodelaciones urbanísticas con la intención de reducir el problema del paro. Pero por otra parte el decreto es un síntoma, en modo alguno desdeñable, d la intención de los servicios catalanes del patrimonio de realizar una política lo más semejante posible a la de los tiempos de paz. Reside quizá aquí la peculiaridad básica de su actuación al compararla con la política, claramente de “ estado de excepción”, desarrollada en el resto de la zona republicana.

 

El objetivo del distanciamiento es crear una distancia entre actores y espectadores respecto a las relaciones dominantes para cuestionar de este modo su aparente normalidad. La sobreidentificación, en cambio, significa posicionarse consecuentemente dentro de la lógica del orden dominante y atacarla en su punto más vulnerable, o sea, en su centro. Trasluce aquí la idea de que los discursos abiertamente críticos y moralizantes para con el Estado y su ideología ya no tienen ningún efecto, mientras que un distanciamiento irónico tal vez pueda tener incluso un efecto más estabilizador que subversivo. Los actuales discursos ideológicos se caracterizan a menudo pro una crítica interiorizada, anticipada de sí mismos. Referirse irónicamente a estas contradicciones queda dentro de su lógica y “al fin y al cabo le hace el juego a los poderosos”. La sobreidentificación se decide por el camino contrario. Rompe la ideología del cinismo, renunciando completamente al distanciamiento e identificándose hasta tal punto con la lógica del sistema dominante que lo toma más en serio que el mismo sistema sería capaz de hacerlo. Ahora bien, ¿qué significa eso concretamente?. Zizek parte de la idea de que una ideología consta siempre de dos partes: los valores “explícitos”, declarados y propagados públicamente por un sistema político, y su “cara oculta”. Con esto se refiere a las implicaciones que cada ideología conlleva, pero que aparentemente se contradicen. A pesar de ser generalmente conocidas, tales implicaciones son integradas por el hecho de quedar calladas y convertidas en tabú.

 

 

 

 

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La Humanidad es un gigantesco Estado que, si somos sinceros, nos da náuseas cada vez cuando despertamos. Como todos los hombres, vivo en un Estado que me da náuseas cuando despierto. Los profesores que tenemos enseñan a los hombres el Estado y les enseñan todos los horrores y atrocidades del Estado, toda la hipocresía del estado, salvo que el estado es todas esas barbaridades y atrocidades y mendacidades. Los profesores, desde hace siglos, cogen a sus alumnos en las tenazas del estado y los martirizan durante años y decenios y los aplastan. Ahí van esos profesores, por encargo del Estado y los martirizan durante años y decenios y los aplastan. Ahí van esos profesores, por encargo del Estado con sus alumnos por el museo y, con su estupidez, les quitan el gusto por el arte. Pero qué es ese arte de esas paredes más que arte del estado, pienso. Reger habla sólo de arte del Estado, cuando habla del arte, y cuando habla sobre los así llamados, Maestros Antiguos, sólo habla siempre de los Maestros Antiguos del Estado. Porque el arte que cuelga de esas paredes no es al fin y al cabo más que arte del Estado, por lo menos el que cuelga aquí en la pinacoteca del Kunsthistorisches Museum. Todos esos cuadros que cuelgan aquí de las paredes no son al fin y al cabo más que cuadros de artistas del Estado. Complacientes con el arte católico del Estado y nada más.