TESAURO

CRONOLOGÍA

ARCHIVO F.X.

MÁQUINA P.H.

LA INTERNACIONAL

PEDRO G. ROMERO

A

B

C

D

E

F

G

H

I

J

K

L

M

N

O

P

Q

R

S

T

U

V

W

X

Y

Z

#

Sprayer von Zürich

San Juan. Iglesia de Nuestra Señora del Tura. Olot. La Garrotxa. Gerona.  Imagen perteneciente al grupo del Santo Sepulcro, dañada durante los sucesos de 1936. Fotografía que se recoge en el número 356 de “Misión”, publicado el 1 de noviembre de 1962.

 

El “graffitero” de Zúrich. Harald Naegeli. Imagen de un esqueleto armado con spray, que corre, dejando tras de sí la leyenda, “Libretad para el Graffitero de Zürich, Gracias”. Fotografía de 1980.

______________________

Del grupo del Sant Sepulcre se’n conserven la Verge Santíssima a casa de D. Pere Basil, San Joan a can Turrós del carrer Major, Santa Magdalena a casa del autor y Nicodemus en el Museu municipal.

 

La calles de Zúrich aparecieron cuniertas de imágenes apocalípticas. Un esqueleto balanceandose en la Bahnhofstrasse, los ojos dentados de una bestia en la Kunstlergasse, el hombre araña balanceandose en lo alto de una casa de siete pisos en la Fraumünsterstrasse, una calavera sosteniendo un monumento en la Zwingliplatz.

______________________

El propi Saderra també diu d’aquestes darreres imatges que tenien uns set pams d’alçada i que eren de terra cuita. Donem la reproducció d’aquestes Imatges, publicada a “Misión”. Fora de la de Nicodemus, que és de cos enter, les altres són sols de mig cos; cap d’elles te mans, que se´ls hi aplicarien postisses. Actualment són propietat de: Museu Municipal (Nicodemus); casa Surroca, del C/Calvo Sotelo (Sant Joan); Sr. Hostench Basil, del c/Valls Nous, nº 4, (Verge); i Sr. Sala, del C/ Serra Ginesta, nº 9 (Santa Magdalena).

 

No parece lo mismo si un tag sólo dice “He estado aquí” o si reivindica el deseo de una pandilla de dominar un territorio. No obstante es cierto que los grafitis “no políticos” representan de hecho también un ataque al sistema. Eso lo demuestra, por ejemplo, el caso del Graffitero de Zürich, Harald Nägeli. Solamente por esta razón puede entenderse por qué los grafiteros en ciertas ocasiones han de temer una dura persecución. No es lo mismo pintar “he estado aquí” en las paredes del Kongresshalle que en la calle Hirschengraben, sede de la Kunsthaus.

______________________

Juan, apóstol y evangelista, amigo de la palabra del Señor y virgen por expreso deseo de Dios, al dispersarse los demás apóstoles tras la fiesta de Pentecostés, marchó a Asia, donde predicó la palabra de Dios, en donde fundó numerosas comunidades cristianas o Iglesias. El emperador Domiciano, noticioso de sus actividades, lo llamó y lo condenó a morir en una tinaja llena de aceite hirviendo, colocada frente a la Puerta Latina; pero el santo salió de este tormento completamente ileso. Así como su espíritu triunfó siempre sobre los asaltos de la carne, así también en esta ocasión su cuerpo no padeció quemadura alguna en medio de tan horrendo suplicio. Cuando Domiciano supo que el apóstol, tras la prueba a que lo había sometido, continuaba ejerciendo el ministerio de la predicación, lo desterró a una isla inhabitada llamada Patmos. En ella vivió completamente solo y allí fue donde escribió el Apocalipsis. El mismo año en que el evangelista fue enviado al destierro por Domiciano, éste, cuya exagerada crueldad resultaba insoportable, murió asesinado. A raíz de su muerte, el Senado revocó todo cuanto había hecho el desaparecido emperador. Merced a esta revocación san Juan se vió libre de su injusta deportación, abandonó la isla y regresó a Efeso, cuyos habitantes salieron multitudinariamente a su encuentro y entre honras y aclamaciones lo llevaron a la ciudad, cantando a coro por el trayecto. “¿Bendito el que viene en nombre del Señor!”. Del libro que traía escrito salió esta frase. “Y los fundamentos del muro de la ciudad estaban todos adornados de ardientes piedras preciosas”.

 

A finales de los años 70 aparecieron en muros de hormigón, fachadas y paredes de Suiza y de numerosas grandes ciudades alemanas hombres-araña que parecían bailar, esqueletos y ojos de animales suavemente arqueados. Se podían observar figuras extrañas, dibujadas por regla general con líneas minimalistas de espray negro. En cualquier esquina podía aparecer de repente una de ellas y despertar la idea de un misterioso mundo de imaginación en medio de la gran ciudad. En 1979, la policía de Zúrich detuvo al hasta entonces anónimo graffitero y lo denunció ante los tribunales. Antes de la vista del recurso, Harald Naegeli, el Graffitero de Zúrich, se fugó a Alemania. Pero fue entregado a la policía suiza y condenado a nueve meses de prisión incondicional. En los considerandos de la sentencia de la Audiencia de Zúrich argumentaba: “Durante años y con una desconsideración, insistencia y dureza sin iguales, el acusado ha intentado crear gran inseguridad entre los habitantes de Zúrich y ha querido sacudir su fe en la invulnerabilidad de la propiedad”. Esta sentencia no entró en la cuestión de si los trabajos de Naegeli podían ser considerados como actos artísticos. Nos preguntamos, sin embargo, cómo se explica que estas extrañas y entrañables figuras de Naegeli puedan haber provocado unas reacciones tan violentas, sobre todo si se considera que sus graffitis no parecían transmitir ningún contenido político. Esta forma de ocupación y configuración propia de los espacios públicos constituye un ataque de primer orden a los conceptos burgueses de la propiedad justamente porque no se puede aplicar la excusa de ser expresión de una reivindicación o de un contenido político, sino que se toma el derecho a una transformación estética propia de una superficie sin dar explicaciones. El mismo Naegeli confirma esta exigencia cuando habla de las galerías y de los museos como “lugares desactivados,,, donde ya no es posible provocar nada.” Al mismo tiempo insiste en no haber destruido nada con sus imágenes, sino de haber añadido, regalado, algo. La condena de Naegeli despertó vehementes protestas; numerosos artistas y políticos (sobre todo socialdemócratas) querían impedir su criminalización con la afirmación de que sus trabajos deberían ubicarse en el ámbito del arte. Pero fueron posiblemente estos bienintencionados intentos de salvación los que paradójicamente contribuyeron a mitigar más las intenciones de Naegeli que la persecución judicial. Sus trabajos han entrado ahora justamente en el ámbito de los museos y galerías, es decir, en el ámbito contra el que iban dirigidos en un principio: “Todo cuanto se hace o se dice allí-por más loco que sea- es desactivado bajo el concepto de arte. Es la libertad del bufón que no conoce tabúes-“. A pesar de todos los intentos de recuperación, las figuras de Naegeli en tanto que enfrentamiento con la representación del poder en hormigón, constituían también una anticipación del movimiento juvenil de Zúrich que, a su vez, supo interpretar la importancia de este material como símbolo de dominio con la frase: “Lástima que el hormigón no queme”.

______________________

Y había san Juan predicado el evangelio por toda Asia, cuando un día, una turba de gente amotinada por los adoradores de los ídolos se apodró de él, lo llevó al templo de Diana y trató de obligarle a que ofreciese sacrificios en honor de los dioses paganos; pero él respondió a sus presiones con esta proposición:haría lo que le proponían si ellos, con la mera invocación de Diana, conseguían que la iglesia de Cristo se desmoronase; si esto no ocurría y él lograba que al invocar a Cristo el templo de la diosa se derrumbase, ellos deberían aceptar la fe que él predicaba. La propuesta fue aceptada por la mayor parte de los asistentes. Desalojaron el templo de Diana, Juan inició su oración, y apenas comenzó a orar el edificio se desplomó y la imagen de la diosa quedó hecga añicos. A la vista de tan protentoso suceso, Aristodemo, pontífice de los ídolos, protestó, soliviantó a parte del vecindario y preparó una verdadera guerra en la que unas gentes luchaban contra otras.

 

Uno de los objetivos preferidos de los grafiteros y las sniperas son los monumentos. Se encuentran en prácticamente todas las plazas públicas y son testimonios del poder y de las posibilidades de sus impulsores para representar una determinada manera de ver un acontecimiento o una figura histórica en un espacio público. Los monumentos no encarnan la verdad. Expresan la perspectiva que las observadoras han de adoptar acerca de una figura o un acontecimiento histórico según la intención de sus creadores. Al mismo tiempo pretenden ejercer una influencia sobretemporal. Conservación de monumentos se llama a aquella institución que se cuida de que se mantenga la forma histórica de estos símbolos. Las observadoras, sin embargo, tienen su propia manera de ver los monumentos. Sus mensajes se cuestionan o se rechazan con el transcurso del tiempo, a veces incluso ya en el momento de su construcción. Oskar Negt/Alexander Kiuge se preguntan, pues, “si los monumentos que documentan etapas históricas no deberían ser construidos en versión doble: una versión para documentar un determinado estado histórico -que posiblemente contendrá deformaciones y errores- y otra versión para que la gente la pueda deforrnar, cambiar y corregir con el curso del tiempo. Es necesario preservar tanto la historia como las divergencias con la historia en los monumentos públícos”. Eso, precisamente, es lo que pretenden los grafiteros y las sniperas cuando intentan expresar sus discrepancias respecto de la perspectiva de los impulsores de los monumentos mediante diferentes maneras de intervención simbólica, dañando los monumentos o cambiándolos y tergiversándolos mediante la adición de textos o de pintura. A la guerrilla de la comunicación le interesa sobre todo el cambio. No se trata tanto de la destrucción, sino del distanciamiento y de la tergiversación de los símbolos encontrados.

 

 

 

 

______________________

 

 

 

 

EL PINTOR ha trepado a un andamio y se encuentra a unos cuarenta o cincuenta metros del suelo. Se apoya en una tabla. Mientras revuelve en el cubo con una gran astilla de pino, mira a la gente que puebla la calle. Se esfuerza por descubrir conocidos, lo que consigue, pero no tiene intención de gritarles desde arriba, porque entonces levantarían la vista y lo encontrarían ridículo. ¡Un ser ridículo con un traje amarillo sucio y un gorro de papel de periódico en la cabeza! El pintor se olvida de su tarea y mira verticalmente hacia abajo aquellos puntos negros. Descubre que no conoce a nadie que se encuentre en una situación tan ridícula. ¡Si tuviera catorce o quince años! ¡Pero a los treinta y dos! Durante esas reflexiones sigue revolviendo sin cesar la pintura del cubo. Los otros pintores están demasiado ocupados para notar nada en su compañero. ¡Un ser ridículo con un gorro de papel en la cabeza! ¿Un ser ridículo! ¿Un ser espantosamente ridículo! Le parece como si se precipitara en esas reflexiones, cada vez más abajo, en unos segundos, y se oyen gritos cuando el joven se estrella abajo y la gente se aparta. Ven cómo el cubo volcado cae sobre él e, inmediatamente, el pintor queda cunierto de pintura amarilla de fachadas. Entonces los transeúntes levantan la cabeza. Pero, naturalmente, el pintor ya no está arriba.