Salvador Dalí
26 de julio de 1936. Virgen de las Santas Aguas. Destrozada. Edificios Religiosos y Objetos de Culto saqueados por los marxistas en los pueblos de la provincia de Sevilla. Parroquia de la Asunción. Cantillana. Sevilla.
26 de julio de 1936. Buzo virgen, sumergido en el Océano. Salvado Dalí de las aguas, se sumerje en los más profundo de la mente humana. The International Surrealist Exhibition. New Burlington Galleries. Londres.
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Ocupaba el testero colateral, el retablo del sagrario, tallado en pleno siglo XVIII. El centro estaba ocupado por la imagen de la Virgen de las Aguas Santas, cogida por unas garras de hierro. En el cuerpo superior un alto relieve que historiaba una Aparición de la referida Virgen de las Aguas Santas. Otra imagen que recibía gran culto era una bellísima imagen de Nuestra Señora tallada en el segundo cuarto del siglo XVI. Salvo la referida imagen de la Virgen de Aguas Santas que fue destrozada, las demás obras que han sido descritas han desaparecido.
La mujer se volverá espectral por la desarticulación y la deformación de su anatomía. El cuerpo desmontables constituye la aspiración y la verificación álgida del exhibicionismo femenino, que se volverá curiosamente analítico, lo cual permitirá que se muestre cada pieza por separado, aislar, para darles de comer aparte, anatomías montadas sobre garras, atmosféricas y espectrales como aquella montada sobre garras y espectral de la mantis religiosa. Ello se ha de realizar merced a los perfeccionamientos perversos de los próximos trajes aerodinámicos y la gimnástica irracional.
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Afirma además Baroja que el término «Anticlericalismo» es presentado de forma peculiar en los Diccionarios: «Los diccionarios de la Lengua nos dicen que el “anticlericalismo” es una “doctrina o procedimiento contra el clericalismo”. Esto es mucho y es poco. Es mucho porque la palabra “doctrina” nos hace pensar en una enseñanza o instrucción, en un saber que se obtiene mediante ésta o en una opinión autorizada. El anticlericalismo puede carecer de todo esto, y lo que tenga de procedimiento es aleatorio. Una ley anticlerical del Estado puede considerarse como hija del procedimiento y de doctrina mala o buena. La quema de iglesias o la matanza de frailes, que son otras feroces expresiones del anticlericalismo, no tienen nada de lo que puede pensarse que es un procedimiento; se trata de “ejecuciones” bárbaras». Sin embargo, no cabe distinguir entre «ideas sin acción» y «acción sin ideas», a la manera de Marx. Las ejecuciones bárbaras pueden ser inspiradas por doctrinas, quizá no muy elaboradas, pero doctrinas al fin y al cabo. Y de ellas habremos de dar cuenta más adelante. Siguiendo con las curiosidades que aportan los diccionarios, hay que señalar que «la aceptación de la palabra en los diccionarios de la Academia Española es increíblemente tardía. Una exploración rápida me dio un resultado imprevisto. Pensando en términos históricos, la comencé recurriendo en primer término, al de 1843, a la novena edición. No estaba. Pero tampoco la hallé en la oncena, de 1869, ni en la duodécima, de 1884, ni en la siguiente, de 1899. Ni siquiera en la de 1925, que hace la quince. Sí en la décimosexta, de 1939, y en la décimonona, de 1970. En el Diccionario histórico de la Lengua Española, que la misma Academia empezó a publicar en 1933, aparece la palabra “anticlerical” tan sólo, ilustrada con ejemplos de Gómez de la Serna y Moreno Villa».
El Humor Objetivo es una válvula de seguridad para evitar que el dis¬curso alucinatorio sea desnaturalizado por los controles de la conciencia en el cuerdo no dormido. Consiste en retirar todo asentimiento a los dictámenes de la parte social y culturalmente manipulada de nuestra mente. Su operatividad precautoria exige que el mecanismo corrector del posible triunfo de los filtros censores sobre lo subconsciente sea permanente y automático. No hay, por supuesto, mayor negación de algo que el disentimiento humorístico, ni mecanismo más rotundo que una Fiesta de Locos que, en lugar de subvertir las jerarquías sociales, como se hacía en la Edad Media, subvierta las jerarquías mentales: así el humor se vuelve carcajada metafísica, y equivale a la creencia absoluta en la verdad (Mitológica de cualquier contenido mental que parezca absurdo, inmoral o improcedente, a la vez que a la descreencia en lo lógico, moral y procedente; mundo al revés, puesto que tales valores pertenecen al cipayismo de la conciencia cautiva. De ahí que el humor se vuelva «objetivo»: nos da acceso a la auténtica realidad del mundo y de nosotros mismos. Un cuadro de Clovis Trouille, El poema de Chartres, me parece una excelente figuración del Humor Objetivo: un Cristo coronado de espinas y descendido de la Cruz recorre la catedral vacía riéndose a carcajadas de su propia Pasión, Muerte y pro¬yecto de Redención, tal como el «hombre lúcido» definido por el Primer Manifiesto debe reírse de los falsos redentores que son la lógica, la moral y los valores. En Le Surréalisme au service de la Révolution (núm. 6, de mayo de 1933), tenemos un texto de Luis Buñuel titulado «Une girafe», descripción del objeto que su nombre indica (objeto superrealista, claro está); en la duodécima mancha puede verse, dice Buñuel, «una bellísima foto de la cabeza de Cristo, coronado de espinas pero riendo a carcajadas»: el cuadro de Trouille, representación del Humor Objetivo con sobredosis de blasfemia, para mayor inri y, por tanto, delicia del autor de La Edad de Oro
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Así, cuando los movimientos revolucionarios hijos de la Ilustración y las corrientes marxistas criticaban al catolicismo, en realidad criticaban a un fantasma, pues sus concepciones de la religión como una «impostura de los sacerdotes», al estilo ilustrado, o como «opio del pueblo», al estilo de Marx, eran en realidad elaboraciones al calor de formas de culto protestantes. Por eso, como cuenta Borkenau, las críticas de los partidos obreros a la Iglesia copiaban los panfletos protestantes que acusaban de laxitud de costumbres a los religiosos católicos; reclamación paradójica, ya que grupos como los anarquistas reclamaban una moral más laxa, y no podían sino ver a ese clero de vida relajada como una avanzadilla de sus pretensiones.
Callar la obra religiosa, y especialmente la cristiana, es mutilar gravemente la cultura universal, la manifestación del espíritu y cercenar sangrantemente los horizontes del hombre que ansía el infinito y busca encontrarse con la persona de Dios. Críticos interesados, pretenden sesgar ideológicamente el arte religioso a una nostalgia o concepción de época. Las “declaraciones” sobre sus ideas religiosas no pueden tomarse más en serio de lo que pueda tomarse esta otra de sus ocurrencias: Creo que todos nos volveremos ángeles. Lo único que retarda esa evolución es el socialismo, porque la primera condición para ser angélico es ser propietario. Después de todo, el autor de la blasfemia “Dios ha muerto”, despertó, curiosamente, en Dalí la idea de Dios.