TESAURO

CRONOLOGÍA

ARCHIVO F.X.

MÁQUINA P.H.

LA INTERNACIONAL

PEDRO G. ROMERO

A

B

C

D

E

F

G

H

I

J

K

L

M

N

O

P

Q

R

S

T

U

V

W

X

Y

Z

#

Saint-Simon

27 de julio de 1909. Interior de la iglesia de San Pedro de las Puellas. Barcelona. Serie Sucesos de Barcelona, nº 68. Relatos de sedición e incendios en Barcelona y Cataluña. Barcino. Editorial Hispano-Americana. Postal edición Ángel Toldrá Vinazo. Foto Canalejo.

 

27 de julio de 1830. Interior de la iglesia Saintsimoniana. Ménilmontant. París. Inspirada en el cuerpo doctrinal de Claude-Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon: El nuevo cristianismo. Archivo Crédit Lyonnais. Relatos de Barthélemy Prosper Enfantin y Saint-Amand Bazard.

______________________

Transcurrieron dos horas con bastante tranquilidad; pero a las nueve volvieron los grupos, que crecieron rápidamente, y en ellos abundaban las mujeres. En un momento rociaron las puertas con petróleo; arrimaron a ellas, además, algunos maderos que impregnaron también de dicho líquido y a los pocos minutos ardían las puertas y el resplandor de las llamas iluminaba vivamente la plazuela y las figuras de la multitud que había venido a presenciar la quema. Entre aplausos y vítores, seguía el fuego su devastadora obra, y para precipitarla los revoltosos comenzaron a dar en las puertas con piquetas y martillos hasta que pudieron entrar y extender el incendio por dentro. Poco después ardían los tres cuerpos del edificio, entre la algarabía de las turbas y el ruido de los objetos que caían al suelo y eran arrastrados por las losas, las imprecaciones de unos, los aplausos de otros y el desplome de algunos tabiques y ventanas. A la mañana siguiente pudieron verse los efectos del incendio. Los altares, las imágenes, la pila bautismal, estaban destruidos. El cura párroco, auxiliado por los vicarios, logró en los primeros momentos retirar de la iglesia las Sagradas Formas. Despues abandonaron la casa rectoral. El incendio ha respetado el archivo, situado detrás de la capilla del Santísimo Sacramento.

 

Pocos personajes del siglo XIX han sido tan anticatólicos como Saint-Simon; se negó a recibir la primera comunión y mordió al cura que intentaba dársela. Más tarde manifestó su interés en quemar Notre Dame de París utilizando billetes sin valor emitidos por la Convención. Odiaba en especial la figura del sacerdote católico y proponía colocar en la cúspide de la pirámide social al científico. Estos debían ejercer el poder espiritual. En cuanto al resto de la población –salvo literatos y artistas que ocuparían el papel de la nobleza y el clero del antiguo régimen–, su destino era el trabajo. Todo lo anterior que tendía a destruir el sistema feudal y de castas no era óbice para que Saint Simon fuera un ferviente admirador de la Edad Media; recomendaba –y en esto, como en muchas cosas, es un adelantado a su tiempo– la unidad europea justificándola en el ecumenismo medieval.

______________________

Serían las siete de la tarde cuando los revoltosos hicieron su primer intento de destrucción del histórico edificio. Se presentaron a dicha hora en la plaza de San Pedro y un numeroso grupo se acercó a la puerta de la iglesia. En aquel momento llegaron los soldados que patrullaban, y al verlos se separaron los sediciosos del edificio, metiéndose por las bocacalles de la plaza. Ésta quedó desierta al hacer una descarga los soldados.

 

El tiempo avanza inexorablemente. Pero el movimiento de los tiempos, o sea, la historia, no siempre avanza. Historia y tiempo no tienen el mismo progreso. A veces avanzan con distinto ritmo, y entonces ¡el progreso peligra! La destrucción es una operación clínica necesaria. La ciencia, la industria y el arte aportarán las piedras con que construir un nuevo cristianismo. Saint-Simon será llamado San Pedro. Destruam et Aedificabo.

______________________

El resplandor del incendio duró toda la noche; pero la plaza quedó desierta y silenciosa algunas horas después, tal como si fuese aquel lugar inhabitado. Hubiérase podido ver, no obstante, detrás de los cristales de algún balcón, la cara azorada del vecino curioso que, de tanto en tanto, abandonaba el lecho para atisbar el progreso del incendio y enterarse de si en la plaza reinaba la tranquilidad y podía reanudar el sueño sin temores.

 

Conforme avanzaba su sistemático entendimiento del mundo, de las formas de producción social, industrial y científica, más avanzaba una imperiosa necesidad de atender los problemas del espíritu. Un mundo perfecto es un mundo vacío si no se accede a éste con la mirada comprometida que aporta el cristianismo y, aun antes, cualquier otra religión. No podemos vivir en un sueño tranquilo si no podemos habitarlo despiertos, sin el temor de pensar que dormimos.