TESAURO

CRONOLOGÍA

ARCHIVO F.X.

MÁQUINA P.H.

LA INTERNACIONAL

PEDRO G. ROMERO

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Rirkrit Tiravanija

1936. En el comedor del convento colectivizado las monjas son obligadas a saludar con el puño en alto. Toledo. Das Rotbuch uber Spanien/Anti-Komitern. Fotografía en ABC de Madrid.

 

2006. Algunos invitados sonrientes en el propio comedor reconstruido por el artista. León. Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León. Fotografía en ABC de las artes.

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Según relató el poeta inglés Roy Campbell [1], los conventos de monjas, especialmente, fueron colectivizados para usar gratuitamente de los servicios de las hermanas que durante los días del asedio tuvieron que servir comida y dar alojamiento, atenciones médicas y toda clase de servicios a quienes solo prometían ser sus más seguros verdugos. Agotadas ya las existencias, los milicianos no dudaron en tomar el vino y el pan que las hermanas guardaban para las celebraciones de la misa y no se conformaron con su consumición, lo hicieron con muestras de burla y sarcasmo sobre el comportamiento vital que acontecía a las hermanas. Agotados ya los vicios y placeres cotidianos no dudaron en arrancarles por la fuerza la castidad tantos años mimada. Agotados ya sus servicios fueron invitadas al último viaje, donde, no dudamos, encontraron el paraíso. No puede haber mayor cinismo. Todo esto se hizo, además, en nombre del bien común, de la fraternidad obrera y del reparto de los bienes de este mundo.

 

Sirvió comida como arte en su primera exposición individual en 1990, ofreciendo al público una degustación de Pad Thai, un plato típico de Tailandia, el país de su familia. Trasladó el mismo concepto a sus exposiciones posteriores, en las que ha creado diferentes instalaciones que se transforman diariamente con los platos y utensilios usados. Pero no sólo comparte comida, también su propio hogar (que reconstruyó con contrachapado en un espacio expositivo y lo dejó abierto las veinticuatro horas del día para que la gente lo habitara) y sus viajes (que parten de su espíritu nómada). El arte de Tiravanija es gratuito. Sólo hace falta vivir la experiencia. De hecho, la esencia de sus obras reside en la colectividad, su interrelación, y en la casualidad. Hace arte sin hacer objetos, su fin es una denuncia contra la posesión y la acumulación.