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Quico Rivas. No me dejes fuera de la conspiración!

 

 

 

(...) Mis encuentros y desencuentros con Quico siempre tenían marca de la casa Rivas. Todo empezó a finales de los 80 con una compra-venta de Oliverio Girondo y desde entonces fue una conversación de años, donde, desde luego, aprendí un montón de cosas. En mi proyecto alrededor de las chekas o en mis incursiones en el campo flamenco, nuestras posiciones eran antagónicas pero, aún así, fructíferas. El escudo refractario para mi era un espejo y sí, aprendí a leer sus reflejos. En cierto sentido, para mí era un maestro, como si a Juan de Mairena lo hubiera creado Manuel y no Antonio Machado: poeta decadente, español del siglo veinte, que los toros ha elogiado y cantado las golfas y el aguardiente y la noche de Madrid (...)