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ARCHIVO F.X.

MÁQUINA P.H.

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PEDRO G. ROMERO

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Murcia: fiestas cristianas, fiestas profanas

Viernes Santo de 1939. Semana Santa en Murcia. Desfile procesional de la Semana Santa: las comitivas con los “pasos” de Salzillo por las calles de Murcia. Triunfal procesión de los “Salzillos” en Murcia. Noticiario Español, nº 18. Emisión de abril de 1939. Departamento Nacional de Cinematografía. Madrid Film. Distribución Hispania Tobis. Dirección política, Dionisio Ridruejo. Dirección y guión, Manuel Augusto García Viñolas. Fotografía Andrés Pérez Cubero. Vía Crucis del Señor por las tierras de España, 1940, dirección José Luis Sáenz de Heredia. Guión García Viñolas. Fotografía Andrés Pérez Cubero. Estudios Ballesteros. Departamento Nacional de Cinematografía. 1 minuto, 9 segundos.

 

Primavera de 1934 y 1935. Semana Santa de Lorca, Murcia y Cartagena. Fiestas de la Primavera de la Ciudad de Murcia: Bando de la Huerta,  Batalla de las Flores y Entierro de la Sardina. Imágenes de Rafael Gil [1], Gonzalo Menéndez Pidal, Cecilio Paniagua, Antonio Oliver [2] y José Val del Omar [3]. Misiones Pedagógicas de la República Española. Murcia, 1936, dirección, José Val del Omar. Proyectada en el Cine Club GECI en enero de 1936. Fiestas cristianas, fiestas profanas, 2001, archivo Cristóbal Simancas y María José Val del Omar. Producción Gonzalo Sáenz de Buruaga y Piluca Baquero de Val del Omar. Montaje Adela Batalla. Departamento de Artes Visuales de Murcia Cultural. 49 minutos, 30 segundos.

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En julio de 1938, el Departamento Nacional de Cinematografía, que dependía del Servicio Nacional de Propaganda pudo hacer frente a una de las más ansiadas aspiraciones de los organismos franquistas de propaganda: la edición de un noticiario oficial. Se llamaría Noticiario Español y su responsable sería el jefe del citado departamento, el periodista nacido en Librilla, (Murcia) Manuel Augusto García Viñolas [4]. Este noticiario se editó entre junio de 1938 y 1941 con una periodicidad irregular, dando lugar a 18 números en el periodo de la guerra y 14 más en la inmediata posguerra. Este noticiario es el antecedente más directo del noticiario NO-DO. A pesar de su intención de erigirse en el principal informativo cinematográfico en España, la tirada de las copias era muy corta y su producción contaba con recursos muy limitados. Por ello, convivía en las pantallas españolas con otros noticiarios producidos por entidades extranjeras afines al bando franquista (la norteamericana Fox, la alemana UFA, o la italiana LUCE). La noticia de la edición número 18 sobre la Semana Santa en Murcia fue filmada el Viernes Santo de 1939 por el operador Andrés Pérez Cubero [5]. Bajo una amplia pancarta con la inscripción “Arriba España”, entre banderas rojigualdas, saludos fascistas y formaciones de soldados, discurría la primera procesión de los “Salzillos” de Viernes Santo en una Murcia recién incorporada a la España de Franco.

 

Sabido es que Val del Omar como cineasta del patronato de Misiones Pedagógicas realizaría no menos de cuarenta documentales, todos ellos desgraciadamente desaparecidos, salvo tres. Estampas, 1932, Granada (1935, igualmente conocido como Vibración de Granada) y un tercero que estaba en poder del también “misionero” Cristóbal Simancas y que su propietario, exiliado en Venezuela y luego residente en Alicante, donó en 1994 a la hija de Val del Omar, siendo proyectado públicamente desde entonces, que sepamos, en dos ocasiones: en la Muestra de Cinema Jove de Valencia en 1995 y en el programa El documentalismo español de la II República de la serie Hitos del cine documental en el cine estudio del Círculo de Bellas Artes en 2 de noviembre de 2001. El título por el que comenzamos a conocerlo es Fiestas cristianas/ Fiestas profanas, un título fáctico que responde sin duda, al espíritu antropológico y poético de su autor, pero que en nuestra opinión oculta la auténtica dimensión de su contenido: su referencia central a Murcia, bien es cierto que como ente provincial. De otra parte creemos que responde mejor al proyecto de Misiones Pedagógicas esa denominación geográfico-administrativa puesto que sus documentales tenían como objetivo primordial dar a conocer España a los españoles, ofrecer una imagen e identidad nacional, del terruño y de las gentes, de sus monumentos y su historia, y aunque es evidente la presencia de la huella valdelomariana no es menos cierto que en el campo documental es siempre la entidad patrocinadora quien ostenta con mayor legitimidad la “autoridad” de la película.

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El Noticiario Español número 18 estaba escrito como el último de la contienda y el primero de la Victoria. Antes de los desfiles triunfales que describirían la victoria militar y política –que ocuparan en metraje del número 19– García Viñolas habría escrito un guión, sobre el material ya filmado, que diera cuenta de la victoria espiritual de la España eterna. El noticiario comienza simbólicamente en El Escorial, haciéndose notar el robo sacrílego por parte de los rojos de la biblioteca y los cuadros más religiosos que habrían sido robados. Le siguen escuadrillas en vuelo de exhibición, la entrada triunfal en Alicante con las tropas aclamadas por la multitud y la visita a la misa de campaña por los muertos de la contienda que se celebra en las ruinas del Cuartel de la Montaña. Estas imágenes se encadenan con la presentación de credenciales de la Embajada Británica a un general Franco escoltado por la guardia Mora. La salida procesional de los “Salzilos” en Murcia abre paso a la exhumación del cuerpo de José Antonio que se monta con la aclamación a las tropas que han liberado Valencia. Cómo epílogo Serrano Suñer se dirige en un discurso al pueblo hispanoamericano y le brinda la victoria espiritual de la verdadera España.

 

Cuando estalla la guerra José de Val del Omar se encuentra en Madrid, ligado al Comité Español de Cinema Educativo del que era secretario general Ernesto Giménez Caballero [6]. Val del Omar esperaba continuar allí el espíritu de Misiones Pedagógicas y más concretamente el apostolado que se había encomendado con la Asociación de Creyentes en el Cinema. En enero de 1936 había presentado su película Murcia en el cineclub Geci, ligado a la figura de Benjamín Jarnes. El programa incluía además Por tierras de Talavera de Daniel Jorro y Esclavitud de Alfred Sarteel. El GECI [7], Grupo de Escritores Cinematográficos Independientes tenía entre sus premisas dos que interesaban sobremanera a Val del Omar: apostar por un cine documental creativo y apoyar un lenguaje propio para el cine español. No sabemos hasta qué punto esta película puede identificarse con la que hoy conocemos como Fiestas cristianas/fiestas profanas. Se trata desde luego de uno de los primeros filmes como autor dado a conocer al público por Val del Omar del que podemos tener referencias concretas. Estampas 1932 es un film colectivo, más bien coral, donde las aportaciones de Val del Omar se suman para construir este reporte publicista de Misiones pedagógicas. De los reportajes sobre Granada o Santiago de Compostela –se adelantan ya sus obsesiones Aguaespejo granadino y A cariño galaico– presentados antes en Geci no tenemos noticias. Incluso podríamos hacer conjeturas de ese Granada parta del mismo material que Vibración de Granada, tal como apunta Roman Gubern [8].

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El guión de [glosa lema="Manuel Augusto García Viñolas"] para la película Viacrucis del Señor por tierras de España, que dirigirá en 1940 José Luis Sáenz de Heredia [9] con fotografía de Andrés Pérez Cubero, es coronado, también, por una serie de imágenes triunfales de la Semanas Santas de Sevilla y Murcia. Manuel Augusto García Viñolas había preparado ya un libro de igual título y composición mezclando imágenes de iconoclastia con las leyendas de distintos Salmos que ratificaban el sufrimiento de las imágenes de Cristo, la Virgen María y otros Santos cómo el verdadero Calvario que habían padecido durante la guerra civil española. Desde un primer momento las intenciones son claras: “Para constancia del dolor que hicieron las furias del comunismo al Señor en su Santa Iglesia Española”. En la película se utilizan tanto, imágenes de procedencia documental –algunas de estas incautadas a la filmografía cenetista–, como ficciones teatralizadas de actos iconoclastas. Cada momento de destrucción –rostros de Cristo abiertos a hachazos, escenas sacrílegas en el Sagrario, orgias en el interior de los templos– viene subrayado por textos conmovedores como este, perteneciente a la Estación número VIII: “Jesús consuela a las Santas Mujeres: Arrastraron al Cristo por la calle mayor. Iban todos tras Él. Y hasta los más ancianos reían al ver la sonrisa de Dios saltar en astillas contra las piedras de la calle. Sólo estas mujeres permanecieron vestidas de negro dentro de sus casas. El cortejo gritaba fuera, enardecido. ¡Echan al fuego la imagen torturada, y la sonrisa arde como último despojo de lo eterno! Pero aquellas mujeres aun verán cada tarde la sonrisa de Dios en el viento.” Entonces, los textos, todos de Manuel Augusto Garcia Viñolas se contraponen a las imágenes en un par lleno de arrebato y violencia. Se coronaba la película con las mencionadas imágenes procesionales entre las que los pasos de los “Salzillos” bajo la pancarta del triunfal “Arriba España” aportaban un marco significativo. La estación número XIV cierra significativamente el periplo: “Jesús es sepultado: Una a una recogen las astillas dispersas y, cuidadosamente, borran la sangre que vertieron. ¡Qué nada indique la presencia de Dios, pues yo os digo que sobre cada brizna del despojo levantarán los ángeles su nueva catedral! Mas en vano destruiréis las señales, que a esta tierra le duele ya el corazón y muy pronto va a nacer la primera rosa. ¡Oh tierra mía donde la Presencia permanece! ¡Elegida provincia del Señor, España, donde la vida se renueva! Aquí guardo mis antepasados, que dan la lejanía a mis ojos. Y todo cuanto alcanzare la distancia está ya ungido de la existencia del Señor. Los campos han reanudado la delicia. Y el Enemigo huye, llevando entre sus manos una forma vacía de la muerte.” Lo doble alusión de Manuel Augusto García Viñolas, murciano de nacimiento, identificando su provincia, España y Murcia, como tierra del Señor, cierran la película.

 

Y Murcia, si, es casi un film manifiesto. Ya Giménez Caballero había establecido el paralelismo entre las procesiones y el cine. Desde la vanguardia, poetas como Oliverio Girondo [10] o Nuñez de Herrera [11] lo habían subrayado igualmente refiriendo la Semana Santa de Sevilla. El trascurrir de los desfiles con sus momentos de diferencia y repetición, punteadas por “primeros planos” de intensidad simbólica y la monotonía de los procesionantes dando continuidad al relato. Las características particulares de estas ceremonias en las ciudades de Lorca, Cartagena y Murcia están muy ligadas a esa supervivencia de las imágenes en la que venimos insistiendo. Aunque todas las procesiones tienen un funcionamiento carnavalesco –como afirma José Luis Ortiz Nuevo [12], se trata de un corrimiento festivo que llega desde los Carnavales de febrero hasta la Semana Santa en abril pasando por los ciclos de Fallas en marzo– en estas de la región murciana se superponen especialmente elementos paganos, elementos moriscos y las corrupciones propias de las tradiciones católicas cristianas. Esto es muy evidente en esta película, rodada antes de las reformas normativas de las procesiones, un proceso ciertamente iconoclasta contra interferencias en la doctrina procedente del paganismo o de la corrupción popular, al que las sometió el nacional-catolicismo. Ernesto de Martino nos ha señalado este tipo de celebraciones como el mejor texto que tenemos para entender los niveles de identidad y resistencia de las culturas agrícolas frente a los distintos procesos de modernización. Precisamente esto se manifiesta en el desorden normativo –la invención de personajes fuera de la doctrina, las mezclas de elementos paganos y cristianos, la valoración de la liturgia frente a la teología, etc.– resuelto por una suerte de montaje cinematográfico en el que unas imágenes símbolo se “montan” sobre otras en inauditas combinaciones que tienen una necesaria abstracción. Para poder ser asimilables, tanto por el sentido narrativo popular como por las necesidades doctrinales de las instituciones en el poder, esta abstracción hace primar los ritos frente a los dogmas, el sentido litúrgico frente al dictamen teológico. Las variantes de representación por parte de Val del Omar van en este mismo sentido, la alteración de elementos y signos entre el montaje y la filmación naturalista pretenden dislocar la narración para potenciar mejor los significados más trascendentes. Aparecen así elementos como los reflejos en bolas de bronce o los luminosos nocturnos que están ensayando la caverna óptica del Museo de Valladolid.

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El propio García Viñolas se encarga más tarde de exponer su concepción del cine, cuando dirige la revista Primer Plano a través de un larguísimo, pero no por ello menos limitado en cuanto al contenido, “Manifiesto a la cinematografía española”, que pretendía ser una especie de programa para el cine español. Cuando se publica este texto, en 1940, García Viñolas es jefe del Servicio Nacional de Propaganda –Ridruejo había abandonado el cargo– y su preocupación es la de reivindicar un cine nacional. “Se trata de saber ahora –se pregunta García Viñolas– si es propicio a nuestra naturaleza nacional el ejercicio de la Cinematografía”. Porqué según este ex-legionario convertido en responsable de la cinematografía española, hay países a los que les va el cine y otros, a los que no. En la medida en que el pueblo español no está capacitado para la frivolidad, parece deducirse de su texto que, como consecuencia, el español entra en la categoría de los incapacitados para el cine. La salida consiste entonces en buscar el camino para el cine nacional de acuerdo con la especificidad del ser español, visto desde el ángulo propio de un neorromanticismo arcaizante: “Queremos sencillamente, avisar a aquellos puntos en que nuestra manera de ser nacional se aparta de las exigencias del cine para poner mayor cuidado en su remedio”. Es los que Garcia Viñolas llama “la hora pacificadora de la resurrección” que le lleva a rodar películas como Boda en Castilla basada en antiguos romances castellanos al tiempo que desde su revista Primer Plano se lanzan protestas contra los que no realizan ese cine nacional. El ataque se dirige contra los seguidores del legado populista que incluyen en sus filmes a “bandidos generosos” cuando está prohibido por la ley, recogen imágenes del mal vivir de las gentes, ridiculizan nuestras costumbres, exaltan a “vagos, de cochambre frentepopulismo, frente a todo aquello que signifique autoridad, norma y medida”, presentan a niños abandonados en hospicios… Este no era el cine nacional que por encima de todo ha de elevar a España. Para lograr esa superación trabajaba la cinematografía del Estado.

 

En la promoción de Fuego en Castilla se usaba una cita de Eisenstein que tenemos que hacer notar ya en esta Murcia en un sentido mucho más amplio. Las referencias al director ruso por parte de nuestros cinéfilos son tempranas, y pese a las prohibiciones, Giménez Caballero, por ejemplo, conseguiría permisos especiales para sus proyecciones. Y es que el trabajo de montaje, la combinación de primerísimos planos y generales, la atención simbólica al detalle y al paisaje desarrollado, la inclusión de extrañamientos dinámicos –animales, los molinos de viento, objetos concretos, etc.– en encadenados, los contrapicados desde abajo y desde arriba en violenta continuación… toda esta gramática eisensteniana está en el Val del Omar de Murcia. José Antonio González Alcantud [13] nos ha advertido sobre la violencia soterrada que se esconde en la aparente liviandad de estos ciclos festivos, especialmente aquellos que crecen en torno a la rivalidad de las partes, con reminiscencias y parentesco con los ciclos festivos de moros y cristianos. Demetrio-E. Brisset en su lúcido compendio La rebeldía festiva señala las fiestas como el lugar máximo de contradicción y crisis de las teorías del espectáculo según Guy Debord [14] o del régimen publicitario según Agustín García Calvo [15], puesto que en ellas se ponen en contradicción los agentes que ambos autores fácilmente desmontan por separado: “Un aspecto ritual que más que muestras de piedad ofrece motivaciones sicológicas de autoafirmación en la oposición, es la rivalidad entre cofradías en localidades divididas casi por mitad entre dos de ellas, que denodadamente compiten por lucir objetos y emblemas más lujosos y vencer en espectacularidad a sus antagónicos convecinos. Ostentosas rivalidades de este tipo se encuentran en las murcianas Cartagena (entre los californios y los marrajos) y Lorca (con sus desfiles bíblicos-pasionales de los azules y los blancos)”.