27 de julio de 1936. Figura de Cristo adornando temporalmente unos jardines en Barcelona. Un gorrito de papel sobre la cabeza con lo que parece una esvástica tachada, el cuerpo adornado con las siglas de CNT. La figura del Cristo es una piedra labrada en talleres de Olot. Barcelona. Fotografía Hans Namuth.

27 de julio de 1956. Inédita fotografía de Michel de Certeau desprendiéndose de su sotana en el patio del colegio jesuita en que se formaba. El bonete rojo en la cabeza señala su excelencia académica. Archivo de la Compañía de Jesús. Universidad de Lyon. Fotografía Sergent Blandan.

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Las jornadas revolucionarias de Barcelona depararon todo tipo de desórdenes. Las nuevas marcas, en edificios, en monumentos, bajo nombres de calles reaccionarios, en el propio cuerpo –el sindicato de artistas gráficos se presentaba a sí mismo con el cuerpo pintado con siglas y hoces y martillos…– eran el signo urgente del cambio que estaba teniendo lugar. A menudo, un papel garabateado servía como billete, dejando la cantidad intercambiable a la voluntad del escriba de turno. Camiones y transportes urbanos aparecían pintarrajeados con los lemas del nuevo tiempo: las consignas republicanas y antifascistas, UHP o Hijos del Pueblo. Las nuevas insignias públicas se limitaban a trozos de tela con las siglas CNT-FAI esgrafiadas de forma urgente. Un nuevo mundo en marcha.

La revolución misma, esta idea «moderna», representa el proyecto escriturario en el ámbito de una sociedad entera que tiene la ambición de constituirse en página en blanco, con relación al pasado, de escribirse a sí misma (es decir, de producirse como sistema propio) y de rehacer la historia según el modelo de que ella misma fabrica (esto será el «progreso»). Se necesitará solamente que esta ambición multiplique la operación escrituraria en los campos económicos, administrativos o políticos para que el proyecto se realice. Hoy día, mediante una inversión que indica el paso de un comienzo en este desarrollo, el sistema escriturario es como un automóvil, se hace automotor y tecnócrata; transforma a los sujetos que poseían el dominio en ejecutantes de la máquina de escribir que los ordena y los utiliza. Sociedad informática.

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Una vez pasados los primeros momentos de la revolución, cuando los anarquistas se implantaron en la ciudad como un poder, uno de los principales poderes establecidos, las reglas del juego comenzaron a cambiar. Los ácratas hablaban ahora con las instituciones centrales de tú a tú. La Generalitat los veía como un peligro, un peligro, desde luego, más inminente y cercano que los militares sublevados. Si la República triunfaba debería saber librarse de «amigos» como éstos.

Como bien decía Michel de Certeau la táctica es legítima entre lo desordenado y la organización, entre el populacho y la Corona, la Iglesia, la administración… entre iguales –el ladrón con el ladrón, la banca con la banca– hablar es estar de acuerdo –para un gran robo, para un golpe de Estado, etc.–. Dos instituciones hablan siempre de tú a tú, con un antagonismo que es básico a su propia configuración en institución y no depende de que una sea más fuerte que otra.

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Eran momentos de cambios revolucionarios. Como resultado de colectivizaciones por parte de anarquistas y comunistas anticlericales resultaba evidente que se iban a dejar de fabricar objetos religiosos. La nueva hora había llegado a los talleres de santos. En las Artes Decorativas se fabricarían bases de calendarios modernistas para soportar este nuevo tiempo moderno. No se encontró otro modelo para renovar los calendarios que acudir a los viejos diseños que promocionaban chocolates o tabaco. Las nuevas siglas no se correspondían con los adornos del cacao.

Las tácticas son procedimientos que valen por la pertinencia que dan al tiempo: a las circunstancias que el instante preciso de una intervención transforma en situación favorable, a la rapidez de movimientos que cambian la organización del espacio, etc. Las tácticas ponen sus esperanzas en una hábil utilización del tiempo, en las ocasiones que presenta y también en las sacudidas que introduce en los cimientos del poder.

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Por ejemplo, en Can Mató se harían maniquíes y pedagógicos mapas en relieve de Cataluña. No existía personal experto. Así, se partía de las corrientes cartografías impresas, dando como resultado diferencias de escalas que hacían estos relieves inservibles. Los volcanes de Olot estaban, por ejemplo, a la misma altura que los Pirineos.

Las estrategias son pues acciones que, gracias a postular un lugar de poder, son capaces de elaborar lugares teóricos susceptibles de articular un conjunto de lugares físicos donde se reparten las fuerzas. Ponen sus esperanzas en la resistencia que el establecimiento de un lugar propio ofrece al deterioro del tiempo.