MIBI (Movimiento Internacional para una Bauhaus Imaginista)
1936. Milicianos en el convento de los Salesianos, convertido en cuartel. Madrid. Escuela Moderna Racionalista “Ferrer i Guardia”. Fotografías de los archivos de “Cifras”, Duque, Marqués de Santa María del Villar, Ortiz y Yubero.
1953. Una excursión al campo con arquitectos, música y espontáneas manifestaciones de pintura mural. Aarhus. Instituto Escandinavo de Vandalismo Comparado. Fotografías de Asger Jorn [1], Constant Nieuwenhuys, Erik Nyholm, Garrit Kouwenaar y Garrit Kouwenaar.
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En aquellas fechas recibían educación en este colegio unas quinientas niñas, y en un edificio de la calle Francisco Rodríguez asistían a las clases gratuitas doscientas cincuenta alumnas más. Desde entonces la comunidad integrada por catorce salesianas vivía en un piso de la calle de Ayala, que es donde les sorprende el Movimiento Nacional. Incendiado por las turbas en mayo de 1931 y vuelto a quemar en mayo de 1936 en el motín producido por la patraña de haber sido repartidos a los niños caramelos envenenados, ahora, en julio de este mismo año las milicias socialistas y la UGT intentaron poner cuartel y polvorín, en las vecinas ruinas de la parroquia de Bellas Vistas, y más tarde la FAI establece un Ateneo libertario y escuelas racionalistas, “para resolver –según dice– el problema escolar creado en Cuatro Caminos por la huelga de frailes y monjas”.
El grupo que había surgido informalmente en Escandinavia al realizar experimentos de búsqueda de civilizaciones precristianas, era un centro de experimentación y ensayo no ubicado en ningún lugar físico, bajo la idea de que el arte no podía ser obra únicamente de una pequeña élite de personas con grandes dotes para la creación. Denunció la falsificación que la sociedad burguesa hacia sobre de determinadas formas de arte calificadas como “populares”. El principal punto de vista controvertido entre los miembros del grupo y el surrealismo era el hecho de que los primeros negaban que existieran varías realidades o una realidad oculta o subterránea. Para el grupo significaba “considerar que la época moderna es profundamente destructiva a pesar de las apariencias de pulcritud formalista”, a la vez que advertían que “la violencia radical vendrá de una violencia creadora, de un arte espontáneo”. Defendían a ultranza lo inesperado, el caos, lo absurdo y, por encima de todo, la aspiración hacia lo imposible. El deseo no dejaba de ser el empuje hacia la desconocido y la experimentación y; en definitiva, la negativa a cualquier obstáculo a la libertad.