Med Hondo
Septiembre de 1939. Nave Central. Al fondo se percibe el muro calcinado d epiedra sillar, columnas y capiteles, habiendo ardido el coro y el órgano de gran valor. Basílica Parroquial de la Purísima. Yecla. Murcia. Causa General sobre La dominación Roja de España. Sección región de Murcia. Piezas nº 11. Anexo 1. Nº090660. España. Ministerio de Cultura. FC-1068. Exp. 5. Archivo Histórico Nacional.
Un inmigrante africano que busca trabajo descubre las asperezas de la “Dulce Francia”, el racismo de sus colegas, el desinterés de los sindicatos y la indiferencia de los dignatarios africanos que viven en París, en “el país de sus ancestros los galos”. El documental es un grito de rebeldía contra todas las formas de opresión, la colonización y todas sus secuelas políticas, económicas y sociales.
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Es emblemático el carácter moderno de la ruina que, desembarazada por la guerra de sus aspectos arqueológicos, se conforma como el principal anclaje de la tradición y la vanguardia. Los usos directos que le da la reconstrucción franquista, las formas de uso en propaganda y publicidad política, las señeras construcciones de nuevo cuño que tienen en la piedra derruida su principal inspiración, todo bajo el dictado ideológico de Ernesto Giménez Caballero. Estas paradojas, sin embargo, van más allá del vacuo lenguaje fascista y de la retórica de los vencedores. El modelo estético que presentan marcará ejemplos de lo que las escuelas arquitectónicas europeas llamarán purismo en arquitectura, constituyéndose en ejemplos extremos de arquitectura radical. Por el contrario, muchos de los lenguajes de la arquitectura posmoderna, que dice reaccionar a los excesos radicales del vanguardismo, también encontraran en la ruina la manera ejemplar de hacer sus puzles y reconstruir el paisaje arquitectónico y urbanístico de nuestras ciudades con una inspiración directa en espacios devastados y ruinosos.
Modernidad y África no son, por tanto, términos forzosamente antitéticos o excluyentes en el discurso cinematográfico que venimos reconstruyendo, mucho más rico y complejo de lo que algunas versiones parecen insinuar. Una atenta consideración de las estrategias narrativas y el lenguaje empleado por los más dotados cineastas africanos nos permitirá profundizar en esta cuestión, poniendo de relieve el punto en el que probablemente confluyan de manera más original y brillante dos tradiciones artísticas y estéticas de filiación muy distinta. Porque, así como inicialmente el influjo de la estética neorrealista sobre distintos cineastas africanos resulta innegable, ya en la misma década de los sesenta se percibe una clara voluntad modernista por parte de algunos realizadores ostensiblemente receptivos a los discursos coetáneos de las nueva ola europeas. La radical Soleil O, del mauritano Mel Hondo evidencia a su manera la voluntad rupturista del cine africano del momento. Pero estas veleidades experimentales se agotaran paralelamente al desfallecimiento de los modelos en que se inspiran, por lo que no componen sino un capítulo muy determinado y efímero de desarrollo de los cines africanos. La verdadera originalidad formal se encuentra en otra parte y la tradición oral es su responsable directa.