Marcel Janco
7 de octubre de 1936. Cabeza de Cristo. Talla del siglo XVII. Estatua mutilada y “desojada”. Servicio de Recuperación del Tesoro Nacional. Editora Nacional. Dirección General de Propaganda. Maqueda. Toledo.
7 de octubre de 1946. Máscara. Talla de madera y collage. Abalorios y pintura decapada. Dadaist, Zeitgenosse, wohltemperierter morgenländischer Konstruktivist. Ein hod. Tel Aviv. Israel.
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Durante la larga ocupación de Maqueda, primera línea del frente durante algún tiempo, los milicianos celebraban blasfemas pantomimas en el interior de las iglesias. Como si no les preocupara el asedio al que le sometía nuestro ejercito, sus sacrilegios comportamientos los llevaban hasta el punto de vestirse con los ropajes del sacerdocio y celebrar misas negras, profanaciones infectas en el altar del templo. Con los rostros arrancados a algunas de las imágenes confeccionaron máscaras, los cálices santos servían para que circulara el aguardiente, las estolas adornaban cuerpos desnudos de aquellos que, llevados por perversas pasiones, se vestían de señoritas. De demoniacas han sido calificadas estas actuaciones, pero creemos que es bastante calificarlas como marxistas.
Tampoco pasaron desapercibida la nota primitivista que introducían algunas máscaras colgadas en el frente del escenario. Precisamente estas máscaras fueron las que más renombre dieron al propio Janco como artista. Aunque según Ball recordaban a las del teatro japonés y de la Grecia antigua, y algo primero desprendían por su fragilidad y uso, no pueden por menos que evocar al arte negro, sobre todo si conocemos que los “cantos negros” formaban parte de sus programaciones. Efímeras como las vestimentas de aquellas representaciones, apenas han perdurado algunas pero, en todo caso, las conservadas traslucen a través de un lenguaje híbrido y desinhibido tanto los vestigios rituales de sus portadores como los caracteres y pasiones desmesuradas.