TESAURO

CRONOLOGÍA

ARCHIVO F.X.

MÁQUINA P.H.

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PEDRO G. ROMERO

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Louis Soutter

Invierno de 1937. Pintada en la fachada de la iglesia de un pueblo de la campiña sevillana. Fotografía de la que se conocen dos versiones. La original perteneciente al Archivo Serrano y la que mostramos aquí utilizada por los servicios de propaganda del bando nacionalista y manipulada para ediciones Librería Santaren de Valladolid. ¡Profanadores de la Casa de Dios!. ¡Blasfemos!. La huella de los pecadores. Tocina. Sevilla.

 

Febrero de 1937. La pérdida parcial de la visión le llevó a desechar la pluma y el lápiz y a aplicar la tinta directamente al papel con los dedos. En los dibujos dactilares abandonó todo tema que no fuera la figura humana, plasmándola en formas enérgicas que dan la impresión de un movimiento fluido. Le suprême symbole. Art brut. Fuite d’Egypte. L’Ascension. Laussane. Suiza.

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Ciegos de ira, las hordas manchaban las fachadas de nuestros templos con llamadas a prácticas sodomitas, gusto preferido de tan perversas gentes y destino fatal, seguramente, de aquel de los nuestros que fuese hecho prisionero.

 

Las manchas negras y el blanco del papel unidos a su escasa visión configuraban un alfabeto hecho de agujeros.

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Las tropas de Queipo llegaban a los pueblos y se encontraban los templos convertidos en lugares de residencia o en prisiones, previa destrucción de las imágenes y objetos de culto. Tampoco faltaban las ‘pintadas’ propias de una España en estado de zafiedad.

 

El retorno a Suiza supuso un cambio en su percepción: las calles eran ahora prisiones, las prisiones museos de arte abstracto, los museos se le aparecían como hospitales. Todas estas migraciones tenían un carácter opresivo que le hacía emerger su lado más primitivo.

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‘La Mano del Diablo’. ¡Qué obras de arte podíamos esperar de aquellos bárbaros! Una tierra poblada por marxistas y anticatólicos solo podía ofrecernos estos garabatos. Ensuciaban las paredes de los templos que profanaban con todo tipo de garabatos e insultos. Arte de las fieras y arte de la expresión quisieron llamarlo los judíos de Europa y Alemania supo bautizarlos con nombre más verdadero: degeneración. Y con su arte de degeneración tachan nuestros frescos románicos, cubren las más excelsas oraciones a Cristo que pintó nuestro renacimiento católico.

 

El caso de Louis Soutter es uno de los más notables en el mundo del Arte y los artistas. Más aún por el hecho de que Suiza, que no tiene ninguna gran metrópoli, y por tanto, ningún centro abierto a la creación de vanguardia, no está especialmente adecuada a la producción de arte inconformista. “El paisaje de Waadtland es la cuna de las artes; la prueba de ello es que es allí donde duermen más profundamente”, escribió a principios de siglo un irónico filósofo de esa región. Pero quizás se trate aquí de un caso en el que, igual que para la psique sirva para el Arte la ley del psicoanálisis que dice que todo lo reprimido acaba por salir a la luz. Sin embargo, es un hecho constatado que las cárceles y manicomios suizos son una fuente sorprendentemente productiva de obras de gran originalidad, que como la de Soutter, se distancian claramente de la monotonía gris del arte reconocido por la sociedad.

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Nuestros soldados se espantan por las expresiones que ven dibujadas en las paredes de las poblaciones que liberan. ¿Acaso no conocían de que eran capaz aquellos que han incendiado nuestros sagrados templos? Agujeros de fuego surgidos del infierno.

 

Partiendo ahora de muy distintas premisas comienza con los medios más sencillos una creación del más profundo intimismo que se vuelve cada vez más hacía sí mismo, ocultándose en los cuadernos apilados en su habitación y que a veces utiliza para encender la estufa. A menudo son composiciones enigmáticas pertenecientes a la ‘mitología negra’, en las que se mezclan temas del diablo con temas de la Biblia, recordándonos a Dante y a Shakespeare.

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Con todo este material decidimos montar una exposición titulada ‘Arte mutilado por los rojos’. La tarea fue fácil y rápida, pues instalamos en el local comercial de la casa en que residíamos, el cual estaba vacío, sin haber sido utilizado nunca. Para el montaje puso todos sus medios la 3º Compañía de propaganda. El éxito de público fue inmenso.

 

Con el aumento del grosor del trazo y la violencia de su ejecución, las muestras de los museos cada vez se parecen más a sanatorios. ¿A qué obedece esta obsesión de convertir las salas de arte en salas de un hospital psiquiátrico? Ya se nos trata como enfermos sin la necesidad de que se considere nuestro arte. No se debe de bastar la sociedad que nos ha vuelto locos, esa sagrada institución que es la sociedad, para curarnos. ¿A qué viene la asistencia del arte? Toda nuestra ayuda mostrada como espectáculo. La caridad convertida en tómbola. El bien en bienes.