Leticia El Halli Obeid
Abril de 1940. Retrato de una Casulla, fotografía. Museo de Bellas Artes. Murcia. “El camino tampoco es fácil. El estado de las carreteras, ya malo antes de la guerra, es ahora peor. El tráfico de vehículos pesados, la falta de mantenimiento, los ataques de la aviación y la artillería las han convertido en una dura prueba para un transporte tan sensible. Por el camino nadie puede estar seguro de que no serán atacados por francotiradores o aviones, ni de la disponibilidad de mecánicos, repuestos o gasolina. Por otro lado, cada pueblo, partido o sindicato tiene sus propios controles de carretera, cosa que ralentiza enormemente la circulación de los convoyes del tesoro artístico. Los controles son improvisados, por lo que varían de un día a otro. Por otro lado, los milicianos que los controlan, muchas veces no saben leer pero reconocen las fotografías y los emblemas políticos. No obstante el acompañamiento del convoy por parte de militares de la república acostumbra a facilitar las cosas”. Conservación del Tesoro Artístico. Consejería de Cultura. Comunidad Autónoma de la Región. Museo de Bellas Artes de Murcia.
Abril de 2009. Dictados, vídeo. Leticia El Halli Obeid. Palais de Glace. “Subida a un tren en marcha en el conurbano de Buenos Aires, la artista transcribe a mano la ‘Carta de Jamaica’ de Bolívar, el texto más importante del prócer de la independencia en el que él esboza un grandioso panorama de América en 1815, tras algunos años de la independencia de América Latina. La artista realiza un acto de reiteración de la escritura bolivariana, mientras por fuera se ve pasar un paisaje urbano deprimente. En su performance Obeid compara lo que fue la promesa histórica con la realidad actual, y en vistas del abismo que surge, se pregunta críticamente por la legitimidad de las festividades en torno del Bicentenario”. El arte de la Independencia. Goethe Institut. Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania. Secretaría de Cultura de la Nación. Buenos Aires. Argentina.
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El Museo de Bellas Artes se convierte en improvisado almacén general de todas las obras de arte incautadas por los milicianos, puestas a salvo de eventuales peligros o ya dañadas por los diversos disturbios en que se vieron envueltas. Todo el arte religioso de Murcia se encontraba concentrado allí. Variando la escala, nadie diría que no se trataba de un Museo de Miniaturas, uno de esos belenes, tan de la tierra, en los que pueden verse agrupadas obras de Bussy, de Salcillo, de Mena, de tantos otros.
La Nueva Melusina, en cambio, es un cuento de Goethe [1] sobre una mujer que pertenece a una comarca de personas muy pequeñas. Ella puede adquirir un tamaño humano por cierta cantidad de tiempo, pero cada tanto se encoge. En una posada conoce a un hombre a quien le pide que lleve un cofre desde una parada a otra, siempre sin abrirlo. Pero él, tentado por esta prohibición, espía en una grieta de la madera y ve que dentro va su amiga, toda chiquitita, con sus pertenencias en miniatura. El cuento tiene un final feliz. Pero antes de llegar al final, también es precioso, parte por parte.