TESAURO

CRONOLOGÍA

ARCHIVO F.X.

MÁQUINA P.H.

LA INTERNACIONAL

PEDRO G. ROMERO

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LEF

Abril de 1937. Un campesino acabando de arreglar los dormitorios comunales. Iglesia ocupada y convertida en hospital por la CNT. Iglesia habilitada en pueblo colectivizado. Provincia de Teruel. Archivos estatales. Ministerio de Cultura. Agencia Photo. Foto Kati Horna.

 

Agosto de 1924. Reunión del Frente de Artistas de Izquierda en la desacralizada iglesia de San Pablo. Reunión de intelectuales en una iglesia colectivizada. LEF. Frente de Izquierdas para las Artes (Levogo Front Iskusstva – Левый фронт искусств). Moscú. Foto Alexander Rodchenko [1].

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Los días que pasé en el hospital aprendí las pocas cosas que sé de la vida. La primera, que las iglesias y otros edificios religiosos estarían mejor sirviendo de escuelas o de hospitales. Había sido un templo católico el hospital en que me curé y por eso lo digo. La vida no son las grandes batallas sino ese cuidado que me demostraron las enfermeras –la mayoría de ellas campesinas que habían aprendido rápido el oficio– y los médicos que me atendieron. No se trataba de un trato cursi o paternalista. Había brío y fiereza en la manera en que encaraban su trabajo. Cada gesto, rápido y violento las más de las veces, pues se atendía una herida de bala o una pierna descoyuntada, encontraba en la precisión la cantidad suficiente de amor. No se trataba de sobar o endulzar las horas finales de los que van a morir. No les servían las piadosas recomendaciones de curas y monjas durante años recibidas. Tampoco. Era la vida humilde y austera, por fuerza, de campesinas y obreras la que daba cierta rudeza a los gestos donde vi que, indudablemente, estaba sujeto el amor. La manera en que enterraban a un muerto o en que anunciaban el aumento de la ración de cochinillo para la comida me reconfortaba sin dejar de estimar en su hábito cierta violencia. El amor se ha representado siempre con violetas, sedas y cosas débiles. Aprender que la caricia que tiene más valor es la que da una mano curtida fue la mayor enseñanza que acompañó mi vida. Una vida llena de desgarros y decepciones.

 

De aquí se puede sacar alguna enseñanza: 1. Dejar de delirar sobre el derramarse de los «frescos épicos» durante los combates en las barricadas; el fresco será hecho pedazos. 2. El material de los sucesos (de ahí el interés por los productos de los correspondientes obreros y campesinos) debe tener, durante la Revolución, una tarifa superior, y nunca inferior, a la de la llamada «obra poética». Una poetización precoz sólo puede castrar y estropear el material. Todos los manuales al estilo Sengeli son nocivos precisamente porque no deducen la poesía del material, es decir, no dan la esencia de los hechos, no condensan los hechos hasta obtener la palabra comprimida, concentrada, económica, sino que se limitan, por el contrario, a imponer una vieja forma cualquiera sobre un hecho nuevo. Muy a menudo la forma no se adapta al hecho y éste, o bien se pierde dentro de la forma, como una pulga dentro de unos pantalones (ejemplo: los cochinillos de Radimov revestidos de pentámetros griegos elaborados para la Ilíada), o bien se transparenta a través del hábito poético y se vuelve ridículo antes que grandioso. Esto ha ocurrido, por ejemplo, a los marineros de Kirillov, ensartados en un anfíbraco de cuatro pies totalmente deteriorado y desgarrado.