TESAURO

CRONOLOGÍA

ARCHIVO F.X.

MÁQUINA P.H.

LA INTERNACIONAL

PEDRO G. ROMERO

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La vérité sur les colonies

1937. Depósito franco. Esculturas y muebles artísticos, dispuestos para su embalaje y remisión al extranjero. Comisión de la Junta de Gobierno de la Universidad de Valladolid para investigar los desmanes cometidos por los rojo-separatistas en las Provincias Vascongadas. Bilbao. Fotografías de Ricardo Magdalena, Manuel Ferrandis y Francisco Antón.

 

1931. Contra-exposición, objetos primitivos y ensamblajes surrealistas contra el imperialismo. Organizada por la Central de los Sindicatos franceses, el Partido Comunista, la Liga Antiimperialista e intelectuales pertenecientes al grupo surrealista. Place du Colonel Fabien. París. Fotografías de Louis Aragon [1], Benjamin Péret [2] y André Breton [3].

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Para que tales propósitos de información documentada, metódica e irrebatiblemente veraz, tuviesen fácil realización, era preciso, como hemos dicho, acudir a los mismos lugares que habían sufrido el dominio rojo. Así se han recorrido, con el detenimiento necesario, todos los pueblos que en algún momento pudo considerar como suyos el fugaz Gobierno de «Euzkadi»; en ellos se ha acudido a las autoridades religiosas, civiles o militares y en todas ellas se ha encontrado la inmediata comprensión del propósito y el más entusiasta deseo de colaboración. Se han examinado archivos municipales y parroquiales; se han visitado iglesias, ermitas y conventos, palacios y edificios históricos; se han obtenido fotografías y levantado actas.

 

Se trataba de un ejercicio de contra información, había que contar la «verdad sobre las colonias» cuando el Estado francés celebraba con una gran exposición colonial sus posesiones en África, América y Asia. Como expresión política de anticolonialismo la exposición presentaba críticamente imágenes y objetos que en la exposición oficial suponían loas a las actuaciones del Gobierno, cantos gloriosos a la República que se presentaba aquí manchada de sangre. Además, la sala de documentación presentaba distintos libros, revistas, afiches y fotografías que daban cuenta de la atroz barbarie con que el capitalismo francés sometía a sus colonias.

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Una de las misiones de las Juntas protectoras del Tesoro Nacional consistía en aprovechar los avatares de la guerra y redimensionar, de acuerdo con las directrices de la Academia y en contacto con los más eminentes profesores de Historia del Arte nacionales, la distribución de estilos e identidades que los objetos de culto y museográficos establecían en cada provincia. Especialmente en el País Vasco y Cataluña esta misión estaba llamada a contra restar la labor que las distintas historiografías nacionales había llevado a cabo en otro sentido: con la recuperación del gótico y románico en Cataluña y el gusto rural y primitivista del País Vasco. La nueva empresa que debía de llevarse a cabo, sin embargo, no trato de enmendar esta tendencia, muy apoyada por fuerzas de la cultura nacional –léase Eugenio D’Ors o Pío Baroja como ejemplos en cada uno de los ámbitos tratados- y por la tendencia conservadora de las Iglesias Católicas locales. Se trataba, eso sí, de establecer un estilo nacional primitivo común, sin hacer coincidir las realidades geográficas con las formas del estado político que se conformó en el siglo XIX. La paradoja era que las regiones económicamente más avanzadas estarían sustentada por las formas artísticas más primitivas.

 

¿Por qué no habrían de abordar los historiadores del arte actuales algunos problemas que se enunciaron, en sus orígenes, desde la historia del arte? Erwin Panofsky [4], en un viejo texto muy citado últimamente, de gran alcance y que merece releerse (admite muchas lecturas) abordó lo que podríamos llamar giro antropológico (aunque el precedente más claro sea el fascinante Aby Warburg [5]), convertido hace tiempo en una corriente historiográfica (y expositiva): “Todos hemos visto con nuestros propios ojos cómo se trasladaban los fetiches y los utensilios africanos desde los museos etnológicos a las exposiciones artísticas” (Panofsky, 1940, 28-29). Se me ocurren, al menos, tres modos de interpretar estas palabras; poseen un carácter general (lo que resulta raro); el historiador alemán podría referirse a la Exposición Colonial celebrada en el Bosque de Vicennes de París en 1931 o bien, esta posibilidad sería extremadamente interesante, piensa en La verdad sobre las colonias, contra exposición cargada de sentido que celebraron el mismo año los surrealistas franceses, de más sentido que otras más cercanas a nosotros, como Magiciens de la Terre y sus epígonos.

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El trabajo de Manuel Ferrandis [6] y Ricardo Magdalena [7] siempre estuvo al servicio de la Junta de Gobierno de la Universidad de Valladolid y como tal hay que saber valorarlo. Su labor documental es fundamental a la hora de examinar el patrimonio del país vasco. Las acusaciones de primitivismo, manipulación propagandística y sensacionalismo publicitario tienen más que ver con el uso que posteriormente se le dio a su trabajo que con su labor como fotógrafos, que es independiente. El repertorio de vejaciones y monstruosidades de los que son acusados (mutilación a posteriori de las imágenes, plasticísmo expresionista, tremendismo en los puntos de vista, etc.) tiene que ver con una práctica muy común en la propaganda de la época: la propia fisionomía del cristianismo provocaba en el arte tantas mutilaciones como las agresiones iconoclastas y pocas veces se hacía ese distinto entre imágenes igualmente aberrantes. Ver para ello el trabajo de salas montado por Ferrandis y Magdalena, pero también por el otro fotógrafo, Francisco Antón, y en la comparación sacaremos nuestras propias conclusiones (ver pag. 23-27).

 

En 1931 el mariscal Lyautey, antiguo Residente General en Marruecos, organizó en el bosque de Vincennes, en París, la fastuosa Exposición Colonial, una exaltación de la labor imperial francesa que recreaba en la metrópoli un muestrario de las culturas subordinadas, incluidos una reproducción a escala real de los templos camboyanos de Angkor Vat y nativos canacos exhibidos bajo el rótulo de “pueblo caníbal”. Los surrealistas respondieron con una pequeña muestra antiimperialista titulada La verdad sobre las colonias, organizada por Louis Aragon en un auditorio de la rue de la Grange–Batelière. En una vitrina la exposición exhibía pasaportes franceses, impresos burocráticos, estampitas del Sagrado Corazón y estatuillas de Lourdes bajo la cartela de “fetiches europeos”. Dos fotografías de la sala, montada por Paul Éluard, Yves Tanguy, Georges Sadoul, Elsa Triolet y el propio Aragon, aparecieron en el número 4 de Le Surréalisme au Service de la Révolution, diciembre de 1931, p. 40.

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La proposición de Eugenio D’Ors no era tanto la de hacer una exposición o un museo con este material incautado, en la que se incluirían los objetos e imágenes atacados por los iconoclastas, lo que siempre le pareció una actitud propia del modernismo y el arte de la vanguardias. Más bien se trataría de aprovechar la oportunidad histórica y renovar nuestros espacios religiosos con un arte de nuestro tiempo, un arte que asumiera el legado de la revolución industrial y de las formas austeras de la edad de la máquina para devolverles el ascetismo y la humildad propios del cristianismo.

 

Según Hal Foster (2001, págs. 216-222) las visiones del otro en el arte son la señal del paso la modernidad a la postmodernidad. Su antecedente sería en su opinión la exposición de los surrealistas La verdad sobre las colonias en París 1931, un precedente del discurso postcolonial. La vanguardia/ modernidad- domesticaba al otro mediante procedimientos simbólicos y el reconocimiento de la otredad, mientras que la postmodernidad se basa en la diferencia, actitud crítica, la relación entre el sujeto y el otro, perceptible en diversos campos: postcolonialismo, feminismo, identidad sexual.

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Bestias humanas, simios antropomorfos, demonios con traje y pantalón. La barbarie campaba entre los mineros asturianos que violentaron el solar bilbaíno. A su paso todo era destrucción. En nombre de la ciencia y de la materia subterránea aplicaban la dinamita a todo cuanto creían espiritual o religioso. Los vascos, los vizcaínos hemos profesado desde siempre la fe de Cristo. Nuestro cristianismo más que un credo es lo que estas bestias humanas llaman una ideología. Todo lo es Cristo para un vasco verdadero. Cuando me negué a colaborar en esta expropiación, cuando dije que no a las cargas en la aduana del puerto, cuando mis lágrimas expresaban mi indignación ante el maltrato que sufrían las imágenes de Cristo y de la Virgen María, no era solo un hombre cristiano quién lloraba. Era un vasco. Un vizcaíno de Basondo.

 

Zoológicos humanos… reconocible estampa del siglo del Colonialismo, y toda una materialización de las ideas descabelladas de racismo científico que se cocinaban en esa época, y que tristemente tuvieron su apogeo en la primera mitad del siglo XX.

 

Una anécdota de cual falso puede ser el zurdismo frente a estos temas: Como una forma de protestar contra la feria mundial de París en 1931, que exhibía varios de estos zoos humanos, el partido comunista francés decidió realizar una exposición paralela llamada “La verdad sobre las colonias” donde denunciaban los malos tratos que sufrían los indígenas por parte de los europeos, hecho que no les impidió exponer hipócritamente varias reproducciones de aldeas nómadas senegalesas con sus respectivos negritos incluidos. Así fue. Y así van las cosas.