La Révolution Surréaliste
Octubre de 1934. Imagen del Sagrado Corazón de Jesús, conocido como “El Cristo Rojo”, profanado con el cartel que dice: “Cristo Rojo; a ti te respetamos, porque eres de los nuestros”. Bembibre. León.
Abril de 1925. Imagen de la cubierta con el lema “Fin de la era cristiana”, el número estaba repleto de imágenes religiosas mostradas como blasfemias y consideradas con adoración. Librerie Jose Cortí. París.
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La imagen del sagrado Corazón que los revolucionarios de Bembibre se llevaban a las barricadas con el cartel que le pusieron: “El Cristo Rojo”.
“Es necesario empezar a trabajar en una nueva declaración de los derechos del hombre”; ¿Quién necesita derechos si es hombre?
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Tras quemar la iglesia del pueblo, los rebeldes salvaron una imagen de Cristo, al que vistieron con túnica carmesí y colgaron el cartel: “Cristo rojo: a ti no te quemamos porque eres de los nuestros”.
El radicalismo de los primeros números, sus declaraciones subversivas, sus llamadas a la revolución vital y política fueron convirtiéndose poco a poco, en un conjunto de creencias, más o menos religiosas, más o menos esotéricas.
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La presencia del mismo Cristo entre los revolucionarios, llevó a muchos incautos a sumarse a las filas de los revoltosos. Muchos padres de familia y buenos cristianos de Bembibre acabaron enfrentándose a los guardias de asalto, confundidos con la presencia, entre la canalla marxista, del mismo Cristo.
“El mundo es el abismo del alma, deformado el Papa. El Papa es ajeno al alma. Vamos a nadar en nuestros propios cuerpos, dejar el alma dentro de nuestros espíritus, no tenemos necesidad de su espada llameante de iluminación “. Tales observaciones se encuentran en tono anticlerical y reflejan la implacable campaña del grupo contra la opresión y la moral burguesa.
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La actitud de los mineros en Bembibre hay que entenderla en un clima de religiosidad popular en el que las manifestaciones más heterodoxas encontraban por igual la oposición de la burguesía laica y de la misma Iglesia. Es así que el entendimiento de Cristo como una figura “hermana” tenía larga tradición entre los libertarios y comunistas y, en este caso, la adopción de su imagen por parte del pueblo se inserta en esa tradición, más allá de la casuística de que la túnica fuese o no de color “rojo”. Las autoridades sindicales no hicieron ninguna referencia oficial y la prensa lo trató de forma anecdótica, pero sirvió para enraizar el sentido de pertenencia de la comunidad representada por igual en el municipio que en el sindicato.
La parte que responde a Dadá está constantemente contrapesada por un espíritu de investigación, por un cuidado moral ajenos a aquél. Con los 12 números, la actividad surrealista que desempeña en el plan poético, un papel temporal y absoluto de primerísimo plano, adopta en el conjunto una actitud antiburguesa y antiliteraria al menos subversiva, fuertemente agresiva y, en verdad, revolucionaria… A favor o en contra del surrealismo, muchos espíritus se habituaron por él a la idea de revolución, y luego fueron arrastrados hacía ella por la costumbre a este estado de hecho en que, quisieran o no, los mantenía la actividad surrealista.