Kritik der zynischen Vernunft
Julio de 1936. Iglesia de San Esteban. Olot. La Garrotxa. Gerona. Incendiada el 23 de julio de 1936. Pasa a ser propiedad municipal el 14 de julio de 1936. A partir del día 6 de noviembre de 1936 comienza a funcionar como almacén de obras de arte procedentes de los museos de Barcelona y depende oficialmente de la Junta de Salvaguarda de Museos de la Generalitat de Catalunya. En la fotografía, un miembro del servicio permanente de bomberos revisa un dispositivo de extinción de incendios, bajo el cartel de «Prohibido fumar». La fotografía fue tomada en noviembre de 1936 por Joan Vidal i Ventosa.
Julio de 1983. Peter Sloterdijk se cuenta entre los filósofos más importantes de la Alemania de posguerra. De un día para otro se hizo famoso con su Crítica de la razón cínica, un libro que conmovió al gran público como casi ninguna otra obra de diagnóstico filosófico del tiempo desde La decadencia de Occidente de Oswald Spengler. Éste simpatizaba con los césares, le gustaban las alturas de mando y la voz imperiosa. El patrono de Sloterdijk, por el contrario, era el Diógenes del barril, el burlón y el irónico. Crítica de la razón cínica cuenta cómo, tras desenmascaramientos e ilustraciones, la conciencia moderna tomó conciencia de sí y cómo ahora, con correcta conciencia, obra sin embargo incorrectamente. Como dice su propio autor, «el cinismo es la falsa conciencia ilustrada. Es la moderna conciencia infeliz sobre la que la Ilustración ha trabajado tanto con éxito como en vano». Según puede leerse en el texto publicitario de la contraportada de la segunda edición española del libro, realizada por Siruela en 2003.
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La política de protección del patrimonio de la Generalitat tuvo que contar necesariamente con la colaboración de anarquistas y comunistas, y es imposible pensar que quien días atrás fue incendiario se convierta, de la noche a la mañana, en el más experto bombero.
Walter Benjamin [1], ese gran experto de la ambigüedad, fue, y no de manera casual, quien tendió misteriosos puentes entre el judaísmo y la sociología, el marxismo y el mesianismo, el arte y el criticismo; quien introdujo el motivo del agente doble en las ciencias del espíritu. Piénsese en su famosa y penetrante interpretación de Baudelaire, en la que designaba al poeta como agente secreto de su clase.
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Les obres quan arribaron a Olot foren acollides per totes les organitzacions polítiques i sindicals de manera favorable constituint-se en Patronat per a la salvaguarda, en el que, hi figuraven la Delegació de Cultura de l’Ajuntament, els Directors de les Escoles de Belles Arts i Oficis, de I’Institut, del Museu d’Olot… presidits pel Comissari General de Museus. Els objectes foren instal·lats a I’església de Sant Esteve, la més gran de totes. Abans, peró, calgué acondicionar-la car havia sofert l’embat dels primers moments: incendi, sostracció d’objectes de culte… S’instal·laren boques d’incedi entorn de I’edifici i en lleixes expresses es va dipositar aquell valuós tresor que arribá a superar el milió d’objectes; un d’estacarnent de mossos d’esquadra, bombers i membres del Comité Local eren la forga efectiva que vetllá per la seva integritat.
Por ello hay que mantener vivo el pensamiento de la Ilustración, el pensamiento de la Ilustración corporizada se sobreentiende. Ilustrar significa afirmar todos los movimientos antiesquizofrénicos. Las universidades apenas son ya lugar donde esto pueda llevarse a cabo. La universitas vitae se enseña en otros espacios, allí donde los hombres se oponen al cinismo de la conciencia oficial dividida, allí donde experimentan formas de vida que ofrecen una oportunidad a la vida consciente en cabezas, cuerpos y almas.
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Aquella matinada havien ja cremat dintre les esglésies de Sant Esteve i del Carme unes enormes pires de foc, amb fusteg d’altars, imatges, bancs, cadires i mobles, robes, restes d’orgue i armóniums estellats, etc., etc. Per pura casualitat i bon zel d’alguns pocs testimonis dels incendis, aquella mateixa matinada s’havien salvat, tot i el perill que la intervenció representava, una gran part dels llibres i arxiu del Carme, separat tot de les flames i començat a traslladar a la veïna casa Resplandis, i l’obra de I’edifici de I’església on les flames no havien fet gaire mal, aixi com el convent, on no hi havien arribar; i, a Sant Esteve, els altars laterals, exceptuat dels fronterers del creuer que es veia com havien estar expressament encessos, la sagristia i dependències dels pisos, on les flames de l’enorme pira, amb el calor i fum sofocants impedint la permanència dels incendiaris, tampoc no hi havien arribat, havent-ne estat també trets, la mateixa nil i pels terrats, traslladant-ho al vell Arxiu de la Casa de la Ciutat, l’Arxiu de la Comunitat, la biblioteca i les pintures antigues de la Sagristia. Quan nosaltres hi poguerem entrar, a mig matí, a Sant Esteve, tot i l’enorme temperatura interior i la gran fumera, encara poguérem organizar uns serveis complementeiris de guarda i recollida del bo i millior del que quedava, i que corria igualment el perill de què s’anès per renovar i reactivar l’incendi: així en treguérem, portant’ho als magatzems del Museu improvilzats a l’Hospici, la pintura d’el Greco, el Crist d’Amadeu, tot el tresor, tots els objectes litúrgics de la Sagristia i els altars, les relíquies de Santa Sabina, les robes, el tàlem, etc., etc., tot el que fou possible d’arrebassar i guardar on el perill fos mínim.
La luz se tornó un fuego y la hoguera en un gran incendio. El gran incendio de la Ilustración. La revolución actuó como una gran caja de resonancia de sus valores. Las ideas de los filósofos quizás fueron complejas pero la de los revolucionarios eran bien simples: el templo que antes le dedicábamos a Dios ahora cedería su dedicación a la diosa Razón. Destruir los tesoros de un palacio para sustituirlos por otros de menor o igual valía.
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Olot, doncs, s’havia convertit en un nucli importantíssim. Les col·leccions de pintura i escultura románica, gótica –dels Museus i de propietat privada, conjunt gairebé únic–; les de teixits i brodats –nucli que ocupava el tercer lloc en importancia a Europa–; les d’orfebreria i joieria –d’esglésies, del Tresor de la Catedral de Barcelona–; les de numismática, cerámica –series completíssimes des del segle xiv al xviii–; les de vidres catalans; les d’art extremo-orientais –col·lecció Mateu del Palau de Pedralbes, col·lecció Massana–; les de pintura renaixentista i barroca –fons del Museu i de col·leccions privades–; les de pintura i escultura contemporánia; els milers i milers de dibuixos antics i moderns; de gravats antics, i la Biblioteca d’Art i d’Arqueologia, cren el valuós fons que hom havia aplegat i dipositat allá. La simple relació ens dóna idea d’allb cabdal que, potser sense molts saber-ho, els vells murs de I’església de Sant Esteve emparaven, vulnerables, peró, com tot en aquelles terribles circumstáncies bél·liques.
La Ilustración sólo puede hacer un resumen: el hombre no puede ilustrarse a sí mismo, dado que él mismo era falsa premisa de la Ilustración. El hombre no es suficiente. Él porta en sí mismo el principio oscurecedor de la distorsión y allí donde su Yo aparece no puede lucir lo que se había prometido a través de todas las Ilustraciones. La luz de la razón.
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Se trata por tanto de una doble consideración. Por un lado acondicionar con sistemas antiincendios edificios y establecimientos que previamente habían sido incendiados, sin que los rescoldos de tales catástrofes hubiesen desaparecido del todo. Puesto que un repentino cambio en el curso de los acontecimientos podría volver a situar tales edificios en el punto de mira simbólico de los incendiarios. Por el otro, acondicionar con sistemas preventivos de incendios los objetos de arte y enseres que iban a almacenarse temporalmente en ellos, calculando tanto las posibilidades de que ese incendio se produjese debido a la capacidad ígnea de los propios materiales como la necesidad de que las defensas antiincendios fuesen portátiles y móviles, que pudiesen acompañar a los enseres en una rápida salida de los edificios que en ese momento se habían acondicionado.
La Ilustración, por muy impotente que pueda aparecer como mero medio de razón, es tan irrresistible como la luz, de la que, siguiendo una tradición de cuño más bien místico, toma su nombre: les lumières, iluminación. La luz tan sólo no puede llegar allí donde existen obstáculos que quiebran el rayo. Por eso, lo más importante para la Ilustración es, primero, encender las luces y, después, eliminar los obstáculos del camino que podrían impedir la propagación de la luz. La luz «en sí misma» no puede tener ningún enemigo. Se piensa a sí misma como energía pacíficamente iluminadora. Allí donde ella toca superficies reflectantes, se hace la claridad. La cuestión será la siguiente: estas superficies reflectantes, ¿son realmente las últimas metas de la iluminación o se introducen entre las fuentes de la Ilustración y sus destinatarios reales? En el lenguaje de los francmasones del siglo XVIII, estos impedimentos que estorbaban la luz del saber recibían un triple nombre: superstición, error, ignorancia. También se los denominaba «los tres monstruos». Estos monstruos eran poderes reales con los que había que contar y cuya provocación y superación la Ilustración se había propuesto como meta. De una manera impulsiva y un tanto naif, los ilustrados primitivos se presentaron como paladines de la luz ante los poderes exigiendo vía libre. Sin embargo, no percibieron de una manera suficientemente nítida el «cuarto mosntruo», el enemigo propiamente dicho y más dificil. Atacaban a los poderosos pero no su saber. Más de una vez se olvidaron de analizar sistemáticamente el saber de dominio de las prepotencias, saber que siempre posee una doble estructura: una para las reglas artificiales del poder y otra para las normas de la conciencia general. La conciencia de los dominantes es aquella «superficie reflejante» que decide sobre la marcha y propagación de la Ilustración. De esta manera, sólo la Ilustración es en realidad capaz de obligar al poder «a la reflexión». Ésta refleja en el doble sentido de la palabra: en cuanto consideración y en cuanto ruptura y reenvío de la luz.
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[Y, poco después, las dos palabras que son sus más famosas: Mehr Licht! (¡Más luz!). Sin embargo, lo último que dijo Goethe realmente no fue Mehr Licht! sino Mehr nicht! (¡Más nada!). Sólo Riemer y yo –y Kräuter– estábamos presentes. Los tres, Riemer, Kräuter y yo, nos pusimos de acuerdo para hacer saber al mundo que lo último que dijo Goethe fue Mehr Licht! y no Mehr nicht! Por esa mentira, que es una falsificación, sufro todavía hoy, después de haber muerto hace ya tiempo Riemer y Kräuter.]