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Ilya y Emilia Kavakov

27 de julio de 1909. Convento de las Magdalenas. Calle de Muntaner. Serie Sucesos de Barcelona, n.º 81. Relatos de sedición e incendios en Barcelona y Cataluña. Barcino. Editorial Hispano-Americana. Postal edición Ángel Toldrá Vinazo.

 

27 de julio de 1998. El Palacio de los Proyectos. Jardines del Retiro. Palacio de Cristal. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid. Director de montaje Luis Feduchi. Edición conjunta con Artangel, Londres. Dibujos de Ilya y Emilia Kabakov.

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Las llamas habían alcanzado el techo y habían abierto un agujero en el techo dándonos la sensación de que por allí había escapado la hermana que buscábamos.

 

Vista aérea de «El hombre que salió volando de su apartamento», de Ilya Kabakov. Un agujero, una apertura que nos invita a seguirle, a salir al otro lado, a conocer y realizar cosas nuevas.

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Fue construido en 1883 en la calle de Valencia, cruce con la de Muntaner, en donde cuidaron amorosamente de la enseñanza de la doctrina cristiana a las niñas de la clase proletaria, a las que, además, socorrían con ropas de uso y atendían a las necesidades de sus parientes.

 

Las instalaciones de Kabakov son construcciones complejas, no exentas de sátira e ironía, en las que se atiborran objetos, imágenes y textos recreando entornos deprimentes de viviendas comunitarias, clínicas mentales, aulas escolares y oscuros lugares de trabajo.

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A las seis de la tarde del día 27 se presentó en la portería del indicado convento un hombre que sigilosamente comunicó la noticia de que iban a quemar aquella santa casa y que, en consecuencia, oportuno era que se pusieran a salvo las religiosas.

 

Se rodea la casa de un amigo en completo silencio. Aunque sea la policía política la que te interrogue debes continuar en absoluto silencio, siendo esto lo más valioso, aunque básicamente no hay motivos para ocultar nada. Esa forma de silencio que no oculta nada es la más valorada.

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Eran éstas 25, y en pequeños grupos de tres y cuatro salieron del convento; y si bien ninguna de ellas llevaba hábitos religiosos, fueron reconocidas por unas mujerzuelas que, en aquellos momentos de tribulación y de pánico, las insultaron groseramente.

 

La humillación se completaba cuando esta mujer disfrazada de mujer occidental –es decir, de estrella del espectáculo o chica Playboy u otras formas de mujer objeto– tenía que comer unos suculentos dulces, con merengues de brillantes colores, directamente de la taza del váter en el que estaban dispuestos.

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Era tanta la pena y turbación que las buenas religiosas experimentaban, que hasta se les hacía difícil andar: nos refieren testigos presenciales que alguna de ellas prorrumpió en amarguísimo llanto al pasar los umbrales del convento.

 

Muchas veces la presentación de sus instalaciones, vivencias del pasado detenidas y extraídas, dejan una sensación de desolación, tristeza y necesidad de evasión. Pese a todo siempre existe un lugar para la esperanza y ese lugar siempre está conectado con el pasado.

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La iglesia-convento de Religiosas Magdalenas fue, sin duda, una de las más profanadas por el vandalismo de las turbas. Cuando llegamos a dicho edificio el espectáculo era horrible; aún ardía la hoja de la puerta que había quedado a la entrada de la portería.

 

Al parecer, conectando periódicamente unos vibradores instalados sobre las paredes de los edificios se consigue neutralizar (durante doce horas por cada tratamiento) las tendencias individualistas de una persona. Además esto no tiene efectos perniciosos para su salud.

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De esta forma se crea tras ellas una estancia oscura en la que es posible dejar un rato los objetos culpables. Si se acumulan bastantes objetos, pueden colocarse en cola para entrar.

 

En las habitaciones inmediatas al locutorio, que tal debía de ser a juzgar por la espesa reja que dividía la estancia, todo era desorden: muebles rotos, sillas aplastadas y papeles quemados.

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La iglesia, que ocupa el centro del edificio (chaflán a la calle de Valencia), estaba completamente destruida por el fuego. Las grandes lámparas de metal pendían aún del techo sostenidas por el fuego.

 

Un lugar para la reflexión colocado en el centro del edificio y a una distancia media del suelo que duplique la estatura natural. Al mismo nivel y altura se cuelga la lámpara, que rozará la cabeza.

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En ese lado estaba situada la despensa, donde se veían vasijas con manteca, trozos de pan, embutidos, aceitunas y vino añejo desparramados por el suelo.La puerta frente a la calle llamada de Valencia presentaba algunos fragmentos de camas rotas, abundante relleno de colchones de lana, un viejo aparato de hilaturas bastante destrozado, láminas metálicas y barras  de hierro que nos servían para reforzar las puertas e innumerables trozos de cosas diversas, igual que en un almacén abandonado.

 

La casa es así un dispositivo de la memoria, evoca recuerdos, convoca entidades fantasmagóricas. También el inconsciente está poblado de fantasmas. No sólo los recuerdos, también las cosas que hemos olvidado están «almacenadas» allí. El alma es una morada. Recordando las casas y las habitaciones aprendemos a mirar dentro de nosotros mismos.

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Atravesando un bien cuidado jardín, aunque con evidentes señales de invasión, se encuentra un pequeño recínto donde se enterraba a las monjas que fallecían. Este lugar tampoco fue respetado por los sediciosos. Entre la gente del barrio se había forjado sobre este convento una leyenda: la de la monja martirizada, y esto dio lugar a los desenterramientos. Sobre tan interesante tema, ¡cuántos comentarios se hicieron por aquellos días!

 

Según la idea del filósofo ruso de finales del siglo xix V. Fyodorov, el objetivo válido de una persona viva no puede ser otro que la resurrección de cuantas han fallecido anteriormente. Las personas que viven hoy día llevan una culpa imborrable ante quienes murieron anteriormente y esa culpa no desaparecerá hasta que no hayan resucitado todos y cada uno de los muertos.

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En el resto del edificio, tanto en la parte alta como en la baja, a excepción de la iglesia y la fachada, no se veían señales de incendio pero sí de destrucción.

 

El mundo consiste en una multitud de proyectos, realizados algunos, a medio realizar otros y algunos sin realizar. Todo lo que nos rodea en el mundo es un ilimitado mundo de proyectos.