Iconoclash
1937. Depósito franco. Montones de marcos. Las pinturas que encerraban fueron enviadas al extranjero por el “gobierno” separatista. Comisión de la Junta de gobierno de la Universidad de Valladolid para Investigar los desmanes cometidos por los rojo-separatistas en las provincias vascongadas. Bilbao. Fotografías de Ricardo Magdalena, Manuel Ferrandis y Francisco Antón.
2002. Salas de El fin de “el fin del arte” con las obras más características de la separación entre imagen y representación en el arte moderno. Massachusetts Institute of Technology, MIT Press. Iconoclash, Beyond the image wars in science, religion, and art. ZKM [1], Center for Art and Media. Karlsruge [2]. Fotografías de Peter Weibel y Bruno Latour.
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Ha sido regla general, como puede deducirse de la lectura de las actas, la destrucción, mutilación o quema de imágenes, el fusilamiento de las mismas o de cuadros religiosos, la destrucción de altares, violación de Sagrarios, rotura de órganos y destrozo del mobiliario. No contentos con esto, se ha hecho burla sacrílega de los actos y ceremonias de la religión católica, revistiéndose con los ornamentos sagrados, profanando vasos sagrados, celebrando parodias de procesiones y matrimonios, conviviendo milicianos y milicianas en el interior de los templos y convirtiéndolos, más de una ocasión, en salones de baile y prostíbulos, en los que todo desmán era permitido.
Un oximorón en la época del triunfo de las imágenes. Se trataba de presentarnos la representación de imágenes, en este caso valga la redundancia, como una víctima más del triunfo de la ciencia en el siglo XX. La técnica, elevada al cuadrado, contra la naturaleza de la representación. Una colección más o menos afortunadas de los logros del arte moderno vistos en forma de lienzos monocromos, estatuas mutiladas, imágenes borradas, ensamblajes de muebles viejos, depósitos de basura, papeles rasgados, acciones pornográficas y escatológicas, propuestas vitales absurdas y apologías de la zoofilia, la pedofilia y la coprofilia, programas políticos delirantes y apologías de la vida de los locos, los asesinos y los terroristas, es decir, el paisaje del nihilismo.