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PEDRO G. ROMERO

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Hicham Benohoud

Septiembre de 1936. Ermita del Niño. Dos angelitos mutilados. Escuela de Pedro de Mena. Mula, Murcia. Causa General sobre La dominación Roja de España. Sección región de Murcia. Piezas nº 11. Anexo 1. Nº090630. España.  Ministerio de Cultura. FC-1068. Exp. 5. Archivo Histórico Nacional.

 

Agosto de 2009. La sala de clase II. Dos niños ocultando sus extremidades. Fotografías de Hicham Benohoud. La salle de classe. Editorial  Loeil. Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy. Ayuntamiento de Cartagena. Concejalía de Cultura. La Mar de Artes. Cartagena. Murcia.

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Estas imágenes, tienen una paciencia aún más bárbara cuando se trata de figuras de angelitos, tallas de San Juanito o el Niño Jesús, tan vinculadas a la pureza de la infancia. No se trata ahora de la denuncia de aquellas o estas destrucciones cometidas durante la guerra. Son estas imágenes, lo que  evocan, lo que sitúa a la infancia como la víctima principal de aquel conflicto. Los niños del exilio, separados de sus familias y desterrados para siempre en la URSS o esas terribles historias de los hijos de los represaliados comunistas que eran dados en adopción a familias acomodadas del nuevo régimen o a militares del bando sublevado. A menudo, hay que saber separar el horror que causa las imágenes -¡qué importa ante el dolor de un niño que estas tallas fuesen mutiladas por anarquistas!- de la lectura atenta que de esas mismas imágenes podemos realizar y que esas mismas imágenes nos pueden ofrecer.

 

El propio Benohoud pedía a sus alumnos que posaran para él haciendo uso de los objeto de clase, aprendiendo así una nueva manera de relacionarse con el profesor. Sobre esta temática el artista marroquí hizo dos series, la primera se publico en 2001 y la segunda, realizada entre los años 2000 y 2002, mucho más radical y transgresora, es la que trae ahora a Cartagena. Según Hicham Benohoud, lo que quiero transmitir con mi trabajo y su carácter surrealista es una crítica a la sociedad marroquí en todos sus frentes, tanto político como cultural y religioso, mostrando una libertad absoluta que se opone a los dogmas que priman en mi país. Los adolescentes retratados “de 11 a 15 años” acudían a clase del artista quien “les pedía que posaran para él en situaciones que el había diseñado de antemano”. Pero a su vez el artista desmintió que “no es el trabajo con niños lo que le interesa” sino “trabajar en su propio cuerpo” y sobre su identidad y por lo tanto las imágenes de “La sala de clase I y II” “son autorretratos en los niños”.