TESAURO

CRONOLOGÍA

ARCHIVO F.X.

MÁQUINA P.H.

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PEDRO G. ROMERO

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Harmonia

27 de julio de 1909. Convento de Paulas. Calle de Mallorca o calle de Aldana. Barcelona. Serie, “Sucesos de Barcelona, nº 88”. Relatos de sedición e incendios en Barcelona y Cataluña. Barcino. Editorial Hispano-Americana. Postal Edición Ángel Toldrá Vinazo.

 

27 de julio de 1829. Harmonia, vista general. Según la descripción de Charles Fourier [1]. Le nouveau monde industriel et societaire ou invention du procédé d’industrie attrayante etnaturelle, distribuée en séries passionnées. París y Londres. Édition de 1845 publicado por la Librairie sociétaire.

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En dicho Asilo eran amorosamente acogidos 650 niños y niñas, que durante el día, mientras sus padres trabajaban, eran gratuitamente cuidados por dichas Her­manas, que juntamente con la instrucción les proporcionaban el alimento y algunas prendas de vestir. Era el martes, 27, primer día de vacaciones, y estaban solas en la Casa-Asilo las 15 Hermanas que componían la Comunidad.

 

Si se nos ha demostrado que el espíritu religioso engendra esa abnegación caritativa general, tal como la vemos en los Padres Redentores, Hermanas de Caridad, etc., no hay más que emplear esa inclinación según las conveniencias del nuevo orden. y aún cuando no pareciera el procedimiento de las pequeñas hordas el más eficaz, no sería menos cierto que el principio de caridad industrial existe entre nosotros aún fuera de todo espíritu religioso, lo cual indica que si erré en la aplicación, deberán probármelo y demostrame cómo puede emplearse mejor un resorte, cuya existencia es evidente; inventar una secta más apta para elevar y suprimir esa traba del disgusto industrial hacia esas funciones inmundas.

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«Como a cosa de las doce y media -refería la Hermana Superiora- oímos tocar la campana de los Escolapios, y entonces empezamos a alarmarnos. A las tres nos asomamos a una ventana y vimos que ardía la iglesia de Santa Madrona. Entonces ya no nos cupo duda de que el peligro se aproximaba, y efectivamente a las tres y media aparecie­ron las turbas, que empezaron a descargar fuertes po­rrazos sobre la puerta de entrada. Excuso decir el azoramiento que se apoderó de nosotras. Como los golpes menudeaban, bajamos todas y abri­mos la puerta, invadiendo el amplio pasillo un alud de gentes de todas condiciones. Oímos algunos gritos de muerte, pero nuestras súplicas paralizaron algo sus ímpetus belicosos. -Pero, ¿qué quieren ustedes? preguntaba yo.

 

Lo más importante en Harmonia es la comunicación. Como bandas de adolescentes que viven juntos todos los días de las vacaciones, inmersos en un placer permanente, los societarios sólo tienen para desvestirse y dormir una alcoba de paso en la que basta un simple brasero. Sin embargo, ¡con cuánta predilección y cuánto empeño, describe Fourier las largas galerías, las puertas y  ventanas abiertas, los pasajes atravesando el espacio que ha tenido que derrumbarse para hacer lo único importante: comunicarse.

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- ¡Volém cremar el convent!:

 

-Pero si esto es un Asilo de caridad.

 

-¡Fora! ¡fora!… ¡a cremar!  ¡Volém la República!

 

Entonces les pregunté qué sería de aquellas pobres fa­milias cuyos hijos cuidábamos para que sus padres pudieran acudir al trabajo, y uno que parecía cabecilla se encogió de hombros, diciéndome:

 

¡Qué m’explica á mí!

 

Entonces apareció un individuo de la Cruz Roja, cuyo nombre no recuerdo, y las turbas le respetaron.

 

Después, dos de aquellos hombres nos dijeron que si queríamos recoger algunos efectos podíamos hacerlo; pe­ro el de la Cruz Roja nos disuadió de ello, viendo lo exaltado de los ánimos, y un grupo muy numeroso nos acompañó hasta la cárcel de mujeres, en donde dijimos que teníamos Hermanas de nuestra Congregación.»

 

Sin embargo, los armónicos, más discretos que nosotros en la teoría y en la práctica de la caridad, no aplicarán esta virtud a ceremonias inútiles como la de lavar los pies a los pobres que pueden lavárselos ellos mismos, ni emplear un capital de 50.000 francos de renta en arrancar a un condenado del cadalso. Cuando no existan ni mendigos ni ajusticiados no se podrá especular con la caridad de ostentación sobre ellos. Todas esas prácticas, laudables en cuanto a la intención y al ejemplo, son sólo un aborto de política caritativa. La caridad debe dedicarse a conseguir el acercamiento y unión de esas castas extremas que la civilización no puede conciliar porque esta sociedad fracasa.

 

(Para el ejercicio de esa caridad industrial,

 

Fourier instituyó una corporación de vestales, especies de hermanas de caridad, vírgenes de 16 a 18 años, de las cuales suministra 30 cada Falange.

 

Estas vestales, que serán objeto de la idolatría general, trabajarán con los niños y cobrarán el mínimo.)

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Efectivamente, allí se dirigieron las Hermanas del Asi­lo, cogidas las unas a las otras, llenas de aflicción, entra la chusma y las gentes de los balcones gritaban. “¡Fuera las monjas! ¡Viva las República!”

 

Entre los revoltosos conocieron las Hermanas a varios niños mayores que se habían educado en el Asilo y hasta algún padre que iba directamente a buscar a su hijo por la tarde. En tanto los asaltantes del Asilo entregándose al robo y al pillaje más descarado. Y por lo que contaron algunos vecinos y se vio después, estuvieron toda la noche llevándose cada cual todo lo que quiso: brazadas de ropa, muebles, alimentos, cuadros, todo en una palabra. Con todos estos objetos, formando montones, habían simulado por la tarde hacer varias hogueras; pero el incendio de verdad no comenzó hasta el día siguiente a las cinco de la mañana, es decir, después del saqueo estaba ya todo consumado.

 

Cuando se ve en la civilización algún destello de acercamiento entre castas, como en Nápoles, donde la nobleza protege a los lazzaroni, o en España, donde el alto clero protege a los mendigos, semejante alianza de castas no es más que un semillero de vicios. Tal estado civilizado sólo crea uniones subversivas y maleantes, sea en amor donde el acercamiento de los grandes a las mujeres del pueblo conduce gérmenes de desorden por el nacimiento de bastardos, sea por casamientos disparatados que enemistan a las familias, sea por ambición, y entonces la clase opulenta sólo se aproxima al pueblo para maquinar intrigas funestas al reposo público, negocios de partido, ligas de opresión. Únicamente entre los niños la amistad puede tomar gran vuelo, porque en ellos no contraría ni el amor, ni la concupiscencia, ni los intereses de familia. La amistad en la primera edad confundiría todas las clases si los padres no interviniesen para habituar a sus hijos al orgullo. En la adolescencia es el amor quien viene a confundir las clases y pone a un monarca al nivel de una pastora. Tenemos, pues, aun en el orden actual, gérmenes de fusión de las clases distintas, que se hallan hasta en la ambición que habitúa la familiaridad del superior con el inferior en cuestiones políticas, electorales, etc.