Ginés Serrán Pagán
Agosto de 1936. San Joaquín. San Joaquín y Santa Ana, falta la imagen de la santa. Iglesia del Carmen. Murcia. Convertida en almacén de material del ejercito republicano. Fotografía Belda. Consejería de Cultura. Comunidad Autónoma de la Región. Museo de Bellas Artes de Murcia.
Octubre de 1981. Don Joaquín. Pamplona-Grazalema, de la plaza pública a la plaza de toros. Ginés Serrán-Pagán. Antoni Muntadas [1]. Vídeo, comportament//Behavior, Art Instituto de Estudios Norteamericanos. Barcelona. Enquire Printing&Publishing New York City.
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Para las personas de “orden”, los impulsores de tales actuaciones destructivas estaban claros y eran tajantes. “La ola roja de incultura y barbarie que caracterizó la exasperación de las turbas marxistas, volcóse furiosa y destructora, no sólo contra todo lo que implicaba un signo religiosos o litúrgico, sino también contra lo que representaba el fruto del saber y la laboriosidad de añejos tiempos cristianos”, o bien eran calificados de “ofensiva feroz de la ignorancia, del odio al pasado”. Por nuestra parte, creemos que tales actuaciones no iban tanto destinadas a destruir un saber cristiano –que por ende, desconocían e ignoraban la mayoría de los violentos- como a hacer tabla rasa de una ideología, y de un poder, que en sus conciencias identificaban, totalmente, con la reacción que se había levantado en armas contra la República.
De acuerdo con el relato histórico, los anarquistas grazalemeños, si no prominentes en número, sí estuvieron en cambio perfectamente organizados, tanto a nivel local como con respecto a sus correligionarios de Andalucía y aun de España, desde mediados del siglo XIX hasta la Segunda República. Gente, quiero decir, capaz de planificar su acción política, de analizar situaciones concretas y de actuar en varios frentes concertados. Gente, alguno de ellos, con una notable formación, como ese entrañable maestro que abrió una escuela laica de signo proletario en su Grazalema natal. Sin embargo, el anarquista sale de la pluma de Pitt-Rivers convertido en un “rebelde primitivo”, en ese rebelde primitivo que se subleva por instinto, con actitudes mesiánicas y milenaristas (“su moralismo, su naturalismo, su creencia milenarista”), espontáneo y arcaico, al cabo condenado al fracaso por su inepcia para organizarse colectivamente. A propósito, la asociación entre anarquismo andaluz y espíritu religioso y milenarista la había formulado ya con toda claridad Franz Borkenau en El reñidero español, libro publicado en 1937. Ofrece, en fin, la medida exacta de esta caracterización cuando, en nota a pie de página, llama “predicador” a un dirigente anarquista foráneo.