Fritz Wotruba
Iglesia de San Salvador. Castellforit de la Roca. La Garrotxa. Gerona. Esta iglesia parroquial fue incendiada en 1936. Declarada en ruínas en 1968. Vista del exterior, abandonada y en ruinoso estado de conservación. Fotografía tomada en 1978.
Iglesia de la Trinidad. Fritz Wotruba. Fritz G. Mayr. Viena. 1965-76. Vista desde el nordeste/vista desde la portada de ingreso. Croquis/axonometría.
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La destrucción de iglesias y ermitas, su romántico disfraz de ruina, esconde, bajo el pretexto del paso del tiempo y la caducidad de las cosas terrenales, una inaudita violencia que se llevó a cabo contra lugares religiosos muy alejados de los centros de poder revolucionarios. ¡Ah, la poética de la piedra arruinada!. Al fin y al cabo, ¿qué sabe el caminante del montón de piedras que encuentra en su camino?. Las autoridades hacen poco, engañan en este sentido. Todos preferimos que se trate de una vieja iglesia románica que el tiempo y la climatología han derribado. En muchos casos un disfraz pintoresco o turístico esconde la violencia que unos hombres pretendieron ejercer sobre otros hombres. Hasta aquí se dirigieron, encontraron una iglesia cerrada y ejercieron igualmente sobre ella la violencia de la gasolina y la dinamita. Ahora observamos las oquedades del muro, la falta de cubierta, la invitación del interior a que lo penetremos por cualquiera de sus ángulos. Podemos llegar a pensar que se trata de un espacio mucho más sagrado, mucho más íntimo y cercano a la idea que tenemos hoy sobre lo religioso. Hasta en esto se equivocaron aquellos que recorrieron tanto camino para hacerle daño a estas piedras.
Esta iglesia se construyó como una expresión de los principios escultóricos de Fritz Wotruba. A modo de escultura espacial, en el maclaje de los prismas de hormigón se plasman las propuestas plásticas del artista, a pesar de las modificaciones de dimensiones variables y materiales. La trasposición constructiva de los modelos estuvo en manos del arquitecto Fritz G. Mayr. Se detecta, en cualquier caso, un punto conflictivo en la construcción de las cubiertas de los cubos de hormigón. “La cubierta, superpuesta de forma elemental, parece la cubrición provisional de un conjunto de esculturas. Sería más coherente que la iglesia no tuviera cubierta ni cerramientos de vidrio; debería ser como una gran escultura, accesible interior y ubicada sobre el territorio.”
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Se ataca una iglesia, un templo, pero el verdadero templo cristiano son sus fieles, el cuerpo de los creyentes que yace muchas veces mutilado entre estas mismas piedras.
En la decada de los sesenta se produjo un importante giro en su obra, que adquirió una verdadera dimensión arquitectónica. Sus “Catedrales humanas” son, en este sentido, lo mejor de un arte, que, sin perder de vista su especifidad formal, se instaló en el reino de la sensibilidad y la ética.
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Se ha querido atribuir el desastre del verano de 1936 únicamente a los anarco-sindicalistas y a los inmigrantes, cuando en realidad la responsabilidad fue de todos y especialmente de quienes tenían en sus manos el gobierno. Es evidente que hubo grandes tensiones entre el gobierno autónomo y los revolucionarios y que las ideas de unos y otros sobre los bienes eclesiásticos o privados eran muy distintas. El primero reguló todo lo que pudo y los segundos quemaron cuanto estuvo a su alcance. En las comarcas no se logró que con las incautaciones se evitaran daños mayores y cuando se actuó el mal estaba ya en parte consumado, lo que demuestra la poca autoridad del gobierno.
Entre las causas más importantes, además de la guerra civil que se sumó al incendio masivo de templos del periodo inmediatamente anterior, puede señalarse la gran explosión demográfica de los años cincuenta-sesenta, acompañada de abundantes vocaciones sacerdotales que permitieron las disponibilidades de sacerdotes para pequeños núcleos de población donde lo primero que faltaba era la iglesia.
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Fue necesario un arduo y lento trabajo de concienciación para superar los efectos ulteriores de la ideología nacionalsocialista. Se producen los primeros contactos con las corrientes internacionales y ello conduce al redescubrimiento de la modernidad autóctona, que había sido reprimida o se hallaba en el exilio, y que ayudarán a la arquitectura austríaca de la posguerra a remontar de su propia andadura. Los edificios sociales y eclesiásticos constituyen las primeras ocasiones para una nueva arquitectura. Tras estos primeros proyectos singulares, tanto tecnológica como tipológicamente, nace la euforia por el progreso, que desembocaría en las utopías de las vanguardias de Viena y Graz de los años sesenta, y que fueron definidas como el “fenómeno austriaco”. En Austria se inició también muy tempranamente un proceso de renovación en los proyectos en contextos históricos, y se abrió una nueva perspectiva que, superando el funcionalismo, indagaba en los campos de lo simbólico y lo emocional en la arquitectura.
Además de destruir los templos, en muchas de las pequeñas poblaciones en la que la escasez de servicios era evidente, se procedió a su reconversión en garajes para automóviles, tanto civiles como militares, almacenes de armamento, material de construcción o comestibles, siendo muy frecuente en las zonas rurales convertir las iglesias en lugares de almacenamiento del grano, de verduras e incluso, en establos o corrales para todo tipo de animales. Otras veces se transformaba el espacio en cantina, bar, comedor de la tropa, además de darse la celebración de bailes, fiestas y el pase de películas con los que entretener a aquellos milicianos que volvían del frente.
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Sobre la calidad, los detractores asimilan la construcción de templos a la serie de calamidades acarreadas por la cultura moderna, individuando en las nuevas iglesias toda clase de degradaciones espirituales, indefinición, dispersión de intereses, fealdad, y sobre todo, falta de espíritu religioso, por su parecido con otros edificios de carácter profano: que una iglesia parezca una “fábrica” o un “almacén” parece algo denigrante para muchos, mientras que para Busquets, como ya se dijo, era del todo indiferente; otros de los “insultos” más habituales son el de “iglesia-garaje”, máxime cuando se encuentra en un semisótano o subterráneo (habría que decir que las catacumbas eran antihigiénicos “cementerios”), de “hangares”, salas de espectáculos, “mezquitas”, o cualquier otro lugar cuya función por lo común sea incompatible o muy distante del servicio religioso. Los apelativos están en la calle, y sus analogías en sentido despectivo son utilizadas por numeroso público que quisiera ver en las iglesias algo superior que trascienda la vulgar imagen de un local de profanos menesteres. Los arquitectos lo saben, y se puede decir que el “movimiento de protesta” ha sido fácilmente sofocado; a veces una vidriera artística basta para saciar la sed de sacralidad manifestada por los fieles.
Muy a menudo la propaganda tendenciosa ha confundido el incendio o el saqueo iconoclasta de cualquiera de estos templos, con su destrucción por causa del enfrentamiento bélico, ya que la robustez de parroquias y conventos las convertía en lugares idóneos para el pertrecho de la tropa militar, baluartes defensivos que sufrieron los más duros ataques por parte de la artillería enemiga.
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“Si los lugares interfieren con sus alrededores se crea un problema de “interior y exterior”. Esta relación topológico, por lo tanto, es un fundamental aspecto de espacio existencial. “Estar dentro” es, evidentemente, la intención primordial detrás del concepto de lugar, es decir, estar en algún sitio distinto del “exterior”. Solamente si se ha definido lo que es interior y lo que es exterior, puede realmente decirse que se “habita” o “reside”. Merced a esta conexión, las experiencias y memorias del hombre se localizan y el “interior” del espacio viene a ser una expresión del “interior de la personalidad”. La “identidad”, pues, está íntimamente conectada con la experiencia del lugar, especialmente durante los años en que se forma la personalidad”. “Separar” del exterior (sinónimo bíblico del “llanto y crugir de dientes”), “cobijar dentro del aprisco”, pertenecer a la la “sagrada grey”, formar parte de los “escogidos”, “acceder a la morada celestial” preparada por Jesús para los que le sigan, formar parte del “Reino”, “entrar por la puerta estrecha”: todo eso es estar dentro de la Iglesia, y todo eso significa traspasar el umbral del bautismo, “puerta”, “fuera de la cual no hay salvación …” La Iglesia era fortaleza, baluarte, torre, nave celeste, puerta del cielo, rincón de la gloria, antesala del paraíso, mientras que ahora es pan de los hambrientos, voz de los que sufren, brazo de los esclavos, carne de los muertos, sangre de resurrección, sobre todo, como resumen omnicomprensivo, comunión con el hombre, apertura y eliminación de muros, derribo de barreras, y testimonio de la Encarnación, vida y muerte de Cristo. Al menos eso debería ser. Así creo yo debería entenderse la “organicidad e integración de la arquitectura”, para que el espacio dedicado al culto, pudiera ser para todos los fieles también su “espacio existencial religioso” en conexión explícita y no alienante, con su vida. El concepto no es nuevo, pero resulta útil, y puede llegar a calar hondo, como penetró la imagen de poder y superioridad reflejada en la arquitectura del pasado.
Nadie diría que esta ruina fue, alguna vez, el fuerte en el que defendimos a Dios.
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Pero Höller había proyectado su casa de tal forma, así Roithamer, que no podía ser arrastrada, la situación de la casa de los Höller era tal, que en ninguna circunstancia podía ser afectada siquiera por el Aurach, él, Höller, había construido su casa en la garganta del Aurach de manera que fuera inmune a todas las violencias de la Naturaleza, precisamente esa circunstancia de construir una casa precisamente allí, en el lugar más peligroso del Aurach, en la garganta del Aurach, donde nadie había construido nunca una casa, había hecho que Höller no descansara, una y otra vez se había dicho, tengo que construir mi casa precisamente donde nadie construiría una casa, precisamente ahí, en la garganta del Aurach, que todos temen, construiré mi casa, la construiré precisamente ahí, y, como es natural, se expuso con ello a la mayor oposición y, por su insistencia e intransigencia. en ejecutar su plan precisamente en la garganta del Aurach, allí donde el estruendo del Aurach es más fuerte y el peligro de verse llevado un día por las aguas y aniquilado totalmente con toda su familia es mayor, así Roithamer [1], había sido objeto de burlas y escarnio por dondequiera que fuese, pero él no había renunciado a su plan y había impulsado y concluido la construcción. Hoy no tiene mérito ver y decir que la casa de los Höller, tal como es y donde está construida, no puede ser arrollada por el Aurach, así Höller. Sin embargo, la desconfianza general ha continuado. En cualquier caso, Höller cree que la casa de los Höller no puede ser arrollada ni aniquilada tampoco por ningún alud de piedras y barro (Roithamer).