27 de julio de 1909. Pasaron los revolucionarios a la cripta de la iglesia, que fue incendiada, complaciendose en derribar tabiques para ver si había tesoros escondidos. Iglesia de S. Joaquín. Guinardó. Barcelona. Serie, “Sucesos de Barcelona, nº 80”. Edición Ángel Toldrá Vinazo.

 

27 de julio de 1906. Acusado de crítico de arte y terrorista, defendido por Mallarmé en las dos ocasiones, Félix Fénéon fue retratado por Signac bajo esta misma bóveda. Serie Nouvelles en trois lignes, Le Matin. Troisiéme edition. París. Edición Chamberlain & Co.

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Quemaron la antigua biblioteca, que se había salvado de la revolución de 1835 y que se conservaba hasta hace poco en el antiguo monasterio de los Mínimos.

 

En la región de M.-et-L. los alcaldes no se cansan de reponer al Altísimo en la pared de las escuelas, ni el prefecto de suspender a esos alcaldes.

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Dirigía el grupo de incendiarios un joven con sombrero de paja que, una vez vió arder el edificio, se dirigió a otro para proseguir su destructora tarea.

 

Louis Lamarre no tenía ni trabajo ni vivienda, pero sí algunos céntimos. Compró en una tienda de ultramarinos de Saint-Denis un litro de petróleo y se lo bebió.

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Como de costumbre, rociaron las puertas con petróleo, fueron a buscar leña a un horno de ladrillos próximo, y arrimaron el combustible a la valiosa biblioteca.

 

Por juego o en un deseo de incendio, fue fusilado nocturnamente, en Bonnières, un mechero de gas próximo a una cuba de petróleo.

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Amontonaban muebles, imágenes y enseres en el centro de la habitación y les metían fuego, procediendo como en otras ocasiones y en otros edificios.

 

“¡Morir a lo Juana de Arca!”, decía Terbaud desde lo alto de una hoguera hecha con sus muebles. Los bomberos de Saint-Ouen se lo impidieron.

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Un religioso que cuenta 86 años de edad, a pesar de su falta de fuerzas, tuvo que escapar para no ser víctima de la brutalidad y fiereza de los amotinados que proferían repugnantes blasfemias e insultos.

 

El cuerpo de San Antonio de Padua fue fracturado en Saint-Germain-l’Auxerrois. El santo busca a su violentador.

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Tan brusca e inesperada acometida alarmó extraordinariamente a los pacíficos moradores de tan santa casa. Apenas si tuvieron tiempo para escapar por el huerto cuando los revoltosos invadían el edificio.

 

Cuatrocientos eclesiásticos recibieron en la estación de Moulins a Monseñor Lobbedey, su nuevo obispo. Cinco de ellos fueron detenidos en pleno furor sagrado.