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Ezra Pound

26-31 de julio de 1909. Los muros en pie de otra iglesia que también ha ardido. Iglesia de San Pedro Pescador del Barrio de Pekín. Pueblo-Nuevo. Barcelona. Serie, “Sucesos de Barcelona, nº 47”. Edición Ángel Toldrá Vinazo. Relato de Palou Garí. Relatos de sedición e incendios en Barcelona y Cataluña. Barcino. Editorial Hispano-Americana.

 

1 de febrero de 1936. Ningún hombre tiene un paraíso en la pared de su iglesia. Iglesia de los Santos Pedro y Pablo, ilustración. Página doble. Canto número 45. Página doble. Prosperity. Londres. Serie Los Cantos. Leopoldine Cantos. With Usura. Ezra Pound. Published as The Fifth Decad of the Cantos XLII–LI. London: Faber & Faber, 1937.

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El martes de la semana de tan triste recordación, se presentó en esta barriada un grupo de hombres que lle­vaban gravado en su semblante la cólera que les domi­naba, y, sin lanzar el menor grito, se dirigieron á in­cendiar la iglesia, empezando por intentar pegar fuego a las puertas; mas como éstas eran muy resistentes, la tarea iba resultando difícil; determinando los sediciosos ir a recoger el petróleo del alumbrado público y con ayu­da de este líquido llevar a cabo su labor destructora. A las siete ya ardía lo que fué la iglesia de San Pedro Pescador, no cesando el fuego hasta el viernes próximo… Además de la iglesia también fue pasto de las llamas un Círculo Católico situado junto a aquélla y en el que se daba instrucción a nuestros hijos mientras los padres estábamos ocupados en la ruda faena de la pesca… Sí, los vecinos de Pekín queríamos atacar á los re­voltosos, pero desistimos de ello ante la noticia de que había un grupo de éstos a postados junto á la estación de Pueblo Nuevo, dispuestos á quemar nuestras miserables casas si oponíamos la menor resistencia al incendio de la iglesia… Nada, nada ha quedado de lo que fue iglesia y Círculo Católico, más que cuatro paredones que amenazan desplomarse y cuatro bancos de aquélla, a medio quemar.

 

Los iconoclastas. El poder de la putrefacción tiene por meta la confusión de la historia; se propone destruir no sólo una, sino todas las religiones, destruyendo sus símbolos, conduciendo a las argumentaciones teoréticas. Las disputas teológicas ocupan el lugar de la contemplación. La discusión destruye la fe, y el interés en la teología, eventualmente pasa de moda: llega un momento en que ni los teólogos se interesan de veras en ella. El poder de la putrefacción acabaría por toda belleza intrínseca. Se extiende como los bacilos del tifus o la peste bubónica, conducidos por ratas inconscientes de su papel. Sospechad de cualquiera que destruya una imagen o trate de suprimir una página de la historia. El latín es sagrado, el trigo es sagrado. ¿Quién destruyó el misterio de la fecundidad, introduciendo el culto de la esterilidad? ¿Quién opuso la Iglesia al Imperio? ¿Quién destruyó la unidad de la Iglesia Católica con ese atolladero doctrinal que sirve a los protestantes como sustituto de la contemplación? ¿Quién ha barrido de la mentalidad europea la conciencia del misterio supremo, para caer en el ateísmo que proclaman los bolcheviques? ¿Quién ha recibido honores por establecer discusión donde antes estaba la fe?

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El Círculo Católico, el único círculo de la barriada de Pekín, en donde los pobres encontrábamos buenas enseñanzas y auxilios en casos de enfermedad, ha quedado casi por completo destruido. Con la destrucción de él se puede decir que hemos quedado en la calle los que a fuerza de muchos años habíamos logrado un modesto ca­pital para hacer frente a desgracias y adversidades.

 

Adeudarse es una manera casi segura de hacer carrera política. El mandarín Wu Yung cuenta que habiendo sido nombrado Gobernador, los banqueros le presionaron a solicitarles dinero. El se cansaba de repetirles que nunca podría pagarles con lo que ganaba. Pero ese era un detalle insignificante que en absoluto les preocupaba.

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Eso es porque hoy el dinero manda / existe apenas hoy tierra de príncipe / donde el diezmo no lo lleven clérigos / esquilmando aldeas, haciendas y molinos / Escandalizan al mundo. / Muestran a los pobres formas de pecar: / Acaparando mujeres / todo el lecho en pecado / más y mejor / Un ciego da la mano a otro / y es su guía /en un camino que no mira a Dios. / El sabio y bueno pervertido por el vicioso y pernicioso / ese es el ejemplo de los clérigos, / mal ejemplo. / Aunque predique la palabra verdadera / a sus espaldas laicos que susurran en voz baja / “Palabrería de quién es pecador primero” / y mientras no deja nada para la iglesia… / Y a nosotros nos dice: “Socorred el templo y merecer perdón e indulgencias”. / Quién acaba así sus sermones, / en cambio él contribuye bien poco / y seguramente le trae sin cuidado / que la iglesia se caiga a pedazos. Sólo tienen un pensamiento: / bonitas vestiduras, buenos platos, / y disfrutar de todo lo que les agrada: / ¿a qué los rezos y los cánticos? /  Qué diremos de los legados del Papa, / de abades, canónigos y prelados / de las beguinas, monjas y similares. / dicen: “Dame lo tuyo y deja lo mío”. / De entre diez de ellos, más de siete / no hallaréis que cumplan su regla. / Esta es nuestra iglesia. Yo sé bien lo que sucede en Roma y lo que en Roma se puede conseguir. / Allí  están el señor Lopilloalvuelo / y el señor Agarrolotodo, y con ellos / los señores Prevaricas y Capagirada, todos amigos míos. / El dinero envié por adelantado y así que allí me conocen bien. / Porque hablan de derecho y quieren decir dinero. / Está un tal cardenal Nuncameharto / y su escribano Juan Partido, / conoce bien monedas viejas y nuevas. / Escuchabien es su compinche / un astuto cortesano de la curia / donde Tuercederecho es notario y bachiller en los dos derechos / y sólo le falta una año para ser maestro / en escrituras donde se guarda la ley. / MONEDA Y DINERO / son jueces de esa misma corte: / cuando esos dos condenan a uno por su mal, no hay quien lo salve. / Sé de una mujer a quien mucho aman / y que no dejara de atenderte en una comida / y que no dejara de pasarte una carta (Traducción del Padre Juan Amorós y del Padre Andrés Ortiz).

 

Con usura ningún hombre tiene una buena casa de piedra / cada bloque pulido y bien encajado / para que el dibujo pueda cubrir su cara, / con usura / ningún hombre tiene un paraíso en la pared de su iglesia /  harpes et lutes / o donde virgen reciba mensaje / y halo se proyecte de la incisión, / con usura / ningún hombre ve a Gonzaga sus herederos y sus concubinas / ningua pintura es hecha para durar ni para vivir con ella / sino que es hecha para vender y vender pronto / con usura, pecado contra natura, / tu pan es cada vez más de trapos viejos / seco es tu pan como papel, / sin trigo de montaña ni harina fuerte / con usura la línea se hace gruesa / con usura no hay clara demarcación / y ningún hombre puede hallar sitio para su morada. / El tallador de piedra es alejado de su piedra, / el tejedor alejado de su telar / CON USURA / no viene lana al mercado / la oveja no da ganancia con la usura. / La usura es una morriña, la usura / mella la aguja en la mano de la doncella / y detiene la habilidad de la hilandera. Pietro Lombardo / no vino por usura / Duccio no vino por usura / ni Pier della Francesca; Zuan Bellin no por usura / ni fue “La Calumnia” pintada. / No vino por usura Angélico; no vino Ambrogio Praedis, / No vino ninguna iglesia de piedra pulida firmada: Adamo me fecit. / No por usura St.Trophine / No por usura Saint Hilaire, / La usura ensarra el cincel / Ensarra el arte y el artesano / Roe el hilo en la rueca / Ninguna aprende a bordar oro en su bastidor; / El azur tiene un chancro por la usura; el cramoisi está sin bordar / La esmeralda no encuentra su Henling / La usura asesina al niño en el vientre / Impide el galantear del muchacho / Ha traído parálisis al lecho, yace / entre la novia y el esposo / CONTRA NATURAM / Han traído putas a Eleusis / Cadáveres se han sentado al banquete / invitados por la usura. (Traducción de José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal)

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El que estas líneas escribe, no había estado nunca en esta barriada, y confiesa ingenuamente que en su vida había, visto lugarcillo tan miserable y abandonado; sus casuchas y barracas son tan pequeñas, que a duras penas pueden moverse en ellas cuatro personas: en los calle­jones, tortuosos y estrechos, ponen los vecinos a secar unas negras redes que huelen a pescado, junto a las que juguetean chicuelos desgreñados y sucios y vestidos con una camisilla que ni de mucho llega a cubrir su cuerpo; varada en la playa hay la «pequeña escuadra» del lugar­cillo, compuesta de media docena de barcas, en cuyas pan­zas se destaca, torpemente trazado con pintura, el nom­bre de la embarcación, y a cuya sombra duermen du­rante las horas de viento flojo unos hombres de encres­padas barbas, tez curtida y músculos de acero. Al andar uno por la barriada de Pekín se cree a momentos que anda por los callejones de un aduar moruno instalado en plena civilización. Sentados en la playa, un viejo marinero nos hizo de los hechos lel siguiente relato, mientras las aguas besaban suavemente las arenas, dejando, como recuerdo de su paso, encajes de espuma.

 

El Centro de Entrenamiento Disciplinario, tal como lo llamaban, estaba fuera de Pisa, en la carretera de Viareggio; consistía en una alambrada de espinas rodeada de catorce torres de vigilancia que por la noche permanecían encendidas. En el interior había secciones médicas y odontológicas, comedores, áreas donde los prisioneros ordinarios levantaban sus “tiendas de campaña” mínimas, y varias hileras de celdas de metal y hormigón -el confinamiento solitario y las celdas de la muerte. Vestido con un uniforme de “castigo” del ejército– y sin cinturón ni cordones de los zapatos para impedir que se suicidara- paseaba por el suelo de hormigón de su celda de metal que no ofrecía un abrigo adecuado de la lluvia, del sol, del polvo de la carretera cercana. Primero durmió en el suelo con mantas y más adelante le dieron una “tienda de campaña”. Se daba por supuesto que nadie podía hablarle, pero gradualmente le fueron dirigidas palabras subrepticias en las comidas o al vaciar el cubo que hacía de retrete. Le fueron permitidos varios libros –el Confucio de Legge y una Biblia- y también papel y lápiz o pluma; para mantenerse en forma jugaba al tenis él solo, hacía esgrima y luchaba con las sombras.