TESAURO

CRONOLOGÍA

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El juego lúgubre

1937. Un convento devastato nella regione di Santander. Documento del libro ‘Arena spagnola’ de William Foss y Cecil Gerahty. Editorial A.Mondadori. Milan. Italia. 1938.

 

1929. Le jeu lugubre. (El juego lúgubre, también: El juego desastroso). Salvador Dalí [1]. Oleo y collage sobre lienzo. 31×41 cm. Colección privada. Catálogo Fundación Gala-Dalí. 1983.

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Dirigió el Cojo, ruin anarquista, el asalto al convento y colocó en la fachada principal del edificio una imagen de la Purísima con una escoba en la mano. «Las mujeres, a barrer» -dijo entre mofas y blasfemias-, y eligió el lugar como «Checa», cárcel política, al que eran llevados con preferencia los religiosos.

 

La hipertrofia de las extremidades, la mofa del monumento y las referencias escatológicas ocultan una pulsión misógina evidente. Muchas veces se ha señalado que en la virulencia de la blasfemia se esconde una patología, una fuerza terrible que intenta hacer salir de prisión una sexualidad reprimida.

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En principio se dedicaron a apoderarse de todas  las armas que existían en el término municipal, y con ellas y alguna que otra escopeta y pistolas que les llegaron de la capital empezaron a montar guardias en los lugares estratégicos. Fueron profanadas las cuatro iglesias del Ayuntamiento y robadas todas sus alhajas, ensañándose especialmente en la de Castillo, de la que sólo quedaron las paredes y no completas, las imágenes se las hicieron partir a golpe de hacha a los más fervientes católicos, y con sus trozos alimentaron durante algún tiempo la caldera de una fábrica de queso que instalaron en el local de la Juventud Católica. Destrozaron además cuatro capillas, entre las que se cuenta la del convento de las Trinitarias de Isla, que era de mucho mérito, así como de gran valor las joyas sagradas que fueron robadas.

 

Poco a poco se revelan en todas las cosas los signos contradictorios de la servidumbre y las rebeliones. Las grandes construcciones de la inteligencia son en definitiva, prisiones, por eso se las destruye tan obstinadamente. Los sueños y las quimeras ilusorias están al alcance de los irresolutos violentos, cuyo cálculo inconsciente no es tan desacertado, pues inocentemente ponen la rebelión al abrigo de las leyes. ¿Cómo no admirar en realidad la pérdida de voluntad, la marcha ciega, la incertidumbre a la deriva que va de la distracción consentida a la atención? Es cierto que aquí hablo de lo que ya cae en el olvido cuando las navajas de Dalí tallan incluso en nuestros rostros las muecas del horror que probablemente pueden hacernos vomitar como borrachos esta nobleza servil, este idealismo idiota que nos coloca bajo el encanto de algunos cómicos carceleros. Los perros, oscuramente enfermos de haber lamido durante tanto tiempo los dedos de sus amos, aúllan a la muerte en el campo en medio de la noche.

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(versión segunda)

 

En principio se dedicaron a apoderarse de todas  las armas que existían en el término municipal, y con ellas y alguna que otra escopeta y pistolas que les llegaron de la capital empezaron a montar guardias en los lugares estratégicos. Fueron profanadas las cuatro iglesias del Ayuntamiento y robadas todas sus alhajas, ensañándose especialmente en la de Castillo, de la que sólo quedaron las paredes y no completas, las imágenes se las hicieron partir a golpe de hacha a los más fervientes católicos, y con sus trozos alimentaron durante algún tiempo la caldera de una fábrica de queso que instalaron en el local de la Juventud Católica. Destrozaron además cuatro capillas, entre las que se cuenta la del convento de las Trinitarias de Isla, que era de mucho mérito, así como de gran valor las joyas sagradas que fueron robadas. Dirigió el Cojo, ruin anarquista, el asalto al convento y colocó en la fachada principal del edificio una imagen de la Purísima con una escoba en la mano. «Las mujeres, a barrer» -dijo entre mofas y blasfemias-, y eligió el lugar como «Checa», cárcel política, al que eran llevados con preferencia las religiosas, por particular excitación.

 

Poco a poco se revelan en todas las cosas los signos contradictorios de la servidumbre y las rebeliones. Las grandes construcciones de la inteligencia son en definitiva, prisiones, por eso se las destruye tan obstinadamente. Los sueños y las quimeras ilusorias están al alcance de los irresolutos violentos, cuyo cálculo inconsciente no es tan desacertado, pues inocentemente ponen la rebelión al abrigo de las leyes. ¿Cómo no admirar en realidad la pérdida de voluntad, la marcha ciega, la incertidumbre a la deriva que va de la distracción consentida a la atención? Es cierto que aquí hablo de lo que ya cae en el olvido cuando las navajas de Dalí tallan incluso en nuestros rostros las muecas del horror que probablemente pueden hacernos vomitar como borrachos esta nobleza servil, este idealismo idiota que nos coloca bajo el encanto de algunos cómicos carceleros. Los perros, oscuramente enfermos de haber lamido durante tanto tiempo los dedos de sus amos, aúllan a la muerte en el campo en medio de la noche. A esos aullidos espeluznantes responden, en la misma forma que el trueno al estrépito de la lluvia, gritos tales que resulta difícil mencionarlos sin excitación.