Contre-attaque
11 de septiembre de 1936. Imágenes destrozadas en la Iglesia de Porto Cristo. Una capilla de la iglesia de Porto-Cristo con las imágenes decapitadas, quemado el altar y el retablo… Así, todo el artístico templo. Mallorca. Editado por F. Ferrari Billoch. Imprenta de Amengual y Muntaner, S.A. 1936. Fotografía Miró.
11 de septiembre de 1935. Dorothea en el suelo y en cruz en una capilla en Barcelona. Georges Bataille [1] hablando con Benjamin Péret [2] –detrás, en un segundo plano, André Breton [3] evoca El azul del cielo tras una reunión de Contre-Attaque. París. Contre-attaque. Appel à l’action Editado por Georges Bataille. 1936. Fotografía Cahun.
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Todos llevaban todavía encima joyas, objetos sagrados y dinero robado en las Baleares. Incluso los de traza más decente lo acarreaban en los bolsillos, en el interior de sus mochilas, como si fuera lo más entrañable y querido. De las iglesias de Porto Cristo y Carrio, destrozadas y profanadas, los expoliadores abandonaron en su huida seis cálices, tres copones, dos palmatorias, cuatro campañillas, bandejas de vinateras, cuatro patenas, dos incensarios, seis candelabros y otros objetos de culto.
En ese momento, la urgencia de los acontecimientos, le hace olvidar viejos litigios ideológicos. Se trata de poner en marcha un movimiento nuevo, un contra ataque, literalmente, a la amenaza fascista. Se reconcilia con Breton y los surrealistas y funda una revista revolucionaria con ellos, una revista que pretende combatir el capitalismo, el nacionalismo, el parlamentarismo y el puritanismo, oponiendo a los mitos fascistas unos nuevos mitos, bajo los auspicios de Sade, Fourier [4] y Nietzsche [5].
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Junto con las armas italianas, llegó a palma el mafioso boloñés Arconovaldo Bonacorsi, un fascista enviado por Mussolini. Los falangistas isleños habían solicitado a Roma el envío de algún dirigente de importancia. Bonacorsi, que se hacía llamar General Conde Aldo Rossi, personaje fanático embaucador formó de inmediato unos escuadrones denominados Dragones de la Muerte –fucilate subito, nessun prigionero, tutti i rossi fucilati, era su cantinela favorita-, con los que implantó el terror en la isla durante varios meses. A petición de las autoridades nacionalistas, disgustado por el excesivo y falso protagonismo alcanzado por el Conde Rossi, tuvo que abandonar la isla en diciembre de 1936. Como parte de las regalías recibidas por los servicios prestados, y a modo de botín de guerra, le fueron entregadas joyas y ornamentos religiosos que se encontraban en los depósitos militares sin identificación de pertenencia. En su palazzo boloñes, podían verse colgadas juntas enseñas cenetístas y faístas junto a cabezas de santos y otros abalorios religiosos.
El contexto histórico es bien conocido: en aquellos años de entreguerras, el régimen democrático sufre un descrédito radical en toda Europa. Se lo combate desde la derecha nacionalista y desde la izquierda comunista. Desde el primer momento, Bataille se muestra muy crítico con el liberalismo, pero se muestra igualmente crítico con los Estados totalitarios edificados por los revolucionarios fascistas y comunistas. De ahí que su deseo de Revolución se convierta en un deseo trágico. Por un lado, considera que la democracia burguesa carece de la autoridad suficiente para acabar con los antagonismos sociales y fundar una verdadera comunidad humana, puesto que el régimen democrático consiste precisamente en un equilibrio precario entre fuerzas antagonistas; por otro lado, el régimen comunista edificado por los bolcheviques rusos se ha hecho tan totalitario como el régimen fascista, es decir, ha impuesto la unidad social por medio del terror, reafirmando el carácter nacionalista, militarista y expansionista del viejo imperio de los zares. Y, a pesar de todo, Bataille seguirá defendiendo, todavía en 1936 la posibilidad de una revolución a un tiempo antiburguesa y antitotalitaria. En la alternativa entre “guerra o revolución”, que en Francia, en España y en toda Europa enfrenta a los diversos grupos de izquierda, Bataille opta por la revolución y contra la guerra, es decir, por la “comunidad humana” y contra la “comunidad nacional”, por el “amor a la tierra” y contra el “amor a la patria”.
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No obstante diré que nuestros soldados y milicianos han recuperado todos los objetos procedentes de saqueo a que se dedicaban los rojos en el primer momento. Los tengo todos en mi poder y estamos procediendo a ordenarlos para restituirlos a quien fueron arrebatados. Los ornamentos sagrados que hay en mi poder, indudablemente proceden de Ibiza, Barcelona o Menorca, puesto que no han sido reconocidos por el señor Vicario de Porto Cristo.
La vida del movimiento es breve. Vuelven los fantasmas del enfrentamiento personal, los protagonismos innecesarios. Los procesos de Moscú, Stalin y los posicionamientos ante el triunfo del Frente Popular volvieron a encender los ánimos entre los defensores de Breton y Bataille. En marzo de 1936 desaparece la nueva revista. Sus rescoldos prenderán en nuevas revistas en París, Barcelona, Tossa del Mar, continúa Masson [6] sus actividades.