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CRONOLOGÍA

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MÁQUINA P.H.

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Carla Filipe C.P.

5 y 6 de octubre de 1934. El desaparecido Convento de los Pasionistas en Mieres y vías del ferrocarril vasco-asturiano. El convento fue asaltado después de intentar dinamitar el edificio y finalmente incendiado desde dentro. La dinamita fue aportada por gentes del sindicato minero y la mecha por los ferroviarios. Episodios de la Revolución de Asturias. Editorial El Pasionario. Santander. 1935.

 

5 y 6 de abril de 2013. Una rápida mirada a un lugar abandonado y Prohibida la entrada a las personas ajenas a los trabajos. Entre el barrio Vila Verde y el Cuartel Militar de Bario Camôens. Presentación del Boletim CP, Arquitectura-Arquitecture sobre Barrios Ferroviarios. Destrucción y reconstrucción de la memoria. Carla Filipe. Traducción Martín Dale. Editorial Concreta. Valencia. 2013.

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Aunque la interesante historia de esta población asturiana arranca en los tiempos prehistóricos, nos trasladamos hasta mediados del siglo XIX, cuando se establece en Mieres la Asturian Mining Company, empresa minera de capital inglés, y el empresario francés Numa Guilhou funda Fábrica de Mieres, lo que provocará que el concejo pase de una economía predominantemente agraria y ganadera a ser uno de los principales centros industriales de la época. Todo ello producirá grandes cambios políticos y sociales en todo el concejo. La producción de la industria mierense alcanza su punto álgido durante el primer tercio del siglo XX, hecho que provocaría un gran aumento de la población y, parejo a esto, la formación de las primeras asociaciones obreras del concejo, como la Juventud Socialista de Mieres (1905). Los conflictos laborales más importantes sucedieron en las huelgas 1906 y 1917, ambas sofocadas con una fortísima represión y gran cantidad de despidos. Durante la revolución de 1934, Mieres fue uno de los principales centros revolucionarios y el núcleo del estallido. Los obreros asaltaron los cuarteles de las fuerzas de seguridad y se organizaron para tomar la ciudad de Oviedo. Muchos fueron encarcelados o perecieron en la represión llevada a cabo por el gobierno de la República. Un grupo de mineros y miembros del sindicato de ferroviarios, vinculados a CNT, intentaron dinamitar el convento de los pasionistas de Mieres. El intento de demoler sus muros fue infructuoso. Aprovechando la potencia de la locomotora la puerta fue arrancada del muro. Se entro en la iglesia del convento, se desvalijó y al día siguiente se le prendió fuego. Los religiosos apresados fueron encarcelados y algunos de ellos ejecutados. Los bienes incautados transportados a Oviedo y entregados a los grupos revolucionarios.

 

Siguiendo el ejemplo de las compañías ferroviarias francesas e inglesas, la C.P. (Compañía Portuguesa) promovió, entre las décadas de 1910 y 1920, la construcción de edificios para viviendas y equipamientos sociales de apoyo a sus empleados y familiares. En el primer cuarto del siglo XX sobresalen el barrio de Boneco, destinado a ferroviarios jubilados, y la Vila Verde, alineada con el Barrio de Camões. Este último, edificado en 1926, fue diseñado por Cottinelli Telmo y Luís da Cunha. Todos estos barrios se sitúan en la ciudad de Entroncamento. Esta ciudad nació por el ferrocarril, siendo la estación el primer edificio, en su momento una pequeña barraca (1862). Este equipamiento provocó un gran flujo migratorio del interior de Portugal para trabajar en la Compañía. Como consecuencia, la C.P. elaboró un plan que incluyó una serie de estructuras de apoyo social con una dimensión única a nivel nacional. Este programa generó la creación de barrios para los empleados, una escuela, un almacén de abastecimiento y un dispensario antituberculoso que funcionaba como un centro de salud y, además, incentivó el desarrollo de actividades deportivas. Paralelamente, con la evolución de las tecnologías y el desarrollo de las actividades ferroviarias, se expandía el área de oficinas reforzando la formación del personal, que tuvo su punto álgido en la creación de un centro de formación, hoy designado FERNAVE, un enorme edificio de nueva planta construido para estas funciones y que alojó el Instituto Superior de Transportes.

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Alguna vez he escrito que las diferentes congregaciones religiosas que se establecieron en esos años en la Montaña Central lo hicieron con la mentalidad misionera de quienes llegaban a un territorio en el que la tradición monástica era inexistente y el ateísmo estaba tan asentado como las ideas marxistas que ilusionaban a una mayoría de sus habitantes, mineros y metalúrgicos, que en muchos casos habían llegado desde otras regiones. Así no es de extrañar que la construcción pasionista estuviese pensada como una fortaleza, de manera que según las palabras de uno de sus cronistas «tan sólidos y unidos quedaron los muros que toda la enorme cantidad de furia marxista, represada por espacio de veintisiete años -y debe ser mucha- no pudo, hay que decirlo muy alto, con cajas y más cajas de dinamita en la noche del cinco de octubre pasado, derribar la más mínima parte de aquellos muros sagrados».

 

Aborda en su trabajo diversos tipos de reminiscencias, desde el repaso a su pasado familiar hasta indagaciones relacionadas con la idiosincrasia sociopolítica de Portugal, y todo ello en un modo que intenta subrayar la naturaleza tragicómica de sus propuestas. El título de la instalación de Carla Filipe, Desterrado, remite a la idea de la deslocalización. La pieza de suelo se crea en un espacio previamente ocupado por los lavabos y duchas de la primera planta del Pabellón 2. La instalación se realizará en cemento, usando agua del mar Mediterráneo. Objetos recopilados durante paseos por las calles de Murcia, incluidas prendas de ropa desechadas, anuncios de empleo impresos y registros de frases escritas a modo de grafitis en las paredes de la ciudad, servirán de ejemplo de la arqueología migratoria del presente.

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Según el testimonio escrito que les cité más arriba, cuando la comunidad pasionista se fue a acostar en la noche del jueves 4 de octubre, ya tenían conocimiento de que en Mieres se habían repartido armas entre los obreros, aunque la noticia no les pareció más que otro de los rumores que venían repitiéndose cada cierto tiempo, pero sobre las tres de la madrugada ya se empezaron a oír los primeros tiros de fusil, que fueron en aumento, hasta que, tres cuartos de hora más tarde, toda la población se quedó a oscuras y con la única y siniestra iluminación de los fogonazos aislados causados por las explosiones que también empezaban a repetirse. Ya nadie pudo dormir, aunque siguiendo la rutina habitual, los frailes bajaron al amanecer a celebrar su primera misa y entonces ya pudieron ver con claridad a los grupos armados que cruzaban por las calles inmediatas próximas. Así tuvieron la percepción de aquella vez la cosa iba en serio y decidieron preguntar a la central de teléfonos cual era el alcance de los incidentes. Al otro lado de la línea, una voz les informó de que había estallado una verdadera revolución para responder a la entrada en el gobierno de varios ministros de la CEDA.

 

Carla Filipe expone una serie de trabajos reunidos bajo el título O povo reunida jamás será que tienen como base el archivo de carteles de la Confederación General de Trabajadores Portugueses y los reproduce pictóricamente para exponer como en un pasado reciente la palabra era capaz de reunir a individuos, grupos o colectivos en torno a causas políticas, sociales, económicas y culturales. La muestra, inaugurada por la directora general de Patrimonio Cultural del Ejecutivo extremeño, Pilar Merino, está patrocinada por Honda-Greens Power Products y cuenta con la colaboración con la colaboración de la Consejería de Educación y Cultura. Art Situacions es una iniciativa que pretende apoyar el arte contemporáneo en la escena emergent2 de la península ibérica, con la voluntad de ofrecer al gran público un atractivo mapa de la creatividad artística más actual. Especialistas de reconocido prestigio internacional han seleccionado, de forma consensuada, a diez artistas que constituyen una panorámica de las generaciones más jóvenes en España y Portugal y que apuntan los caminos por los que discurrirá el arte contemporáneo ibérico en el futuro.

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Ante la más que segura posibilidad de que el convento fuese asaltado a lo largo de aquel día, el padre rector convocó a todos los estudiantes y les autorizó a vestirse de seglares, repartiendo entre todos el dinero que guardaba la comunidad y dándoles licencia para que cada uno procurase evitar la zona de conflicto, saliendo de la zona dominada por los del ferrocarril, como buenamente pudiese. En aquel momento quedaban en el recinto 27 hombres, contando al criado, que también recibió las mismas instrucciones, ya que tres frailes habían salido de Mieres la tarde anterior con diferentes misiones: uno a Pelúgano para predicar un triduo, otro a Caborana para confesar a los niños del Colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana, y el tercero, el padre Inocencio de La Inmaculada, a Turón, donde iba a acabar fusilado junto a los frailes de La Salle.

 

Nunca había entrado en el Barrio Camões, la puerta siempre me intimidó. Una placa con la leyenda «Prohibida la entrada a personas ajenas al trabajo» dejaba claro que accedíamos a un área restringida. Me cruzaba con esa placa cada vez que decidía ir al instituto campo a través cruzando el área de talleres. Un día de 2005 decidí echarme a la carretera. Tenía tiempo y una cámara prestada. Llovía y hacia sol. Ese era el día. Todo estaba planeado. El camino de la antigua carretera nacional hacia Torres Novas, a la salida de Entroncamento, es bastante solitario. La carretera es como un enorme corredor de aceras tan estrechas que prácticamente no existen. A un lado se encuentra el barrio Vila Verde, una hilera de casas junto a la carretera con una valla en lugar de acera; al otro, el Cuartel Militar, que se prolonga a lo largo de una gran sección de la carretera.

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Seguramente se sabe mucho menos de la muerte de los dos otros hermanos. Uno había elegido como nombre religioso el de Salvador de María Virgen; este, fue uno de los primeros en abandonar la comunidad, junto a dos jóvenes estudiantes, Gerardo de La Dolorosa y Benigno del Costado de Jesús. Los tres se dirigieron a la otra orilla del río, al otro lado de la vía del tren Vasco-Cantábrico, cruzando el antiguo puente de La Perra y siguieron la vía del Norte hasta llegar a Requexáu donde fueron reconocidos y perseguidos por un grupo de niños y mujeres, hasta que dos hombres les cortaron el camino disparando al alto e instándoles a identificarse, pero en vez de detenerse, cada uno intentó correr por donde pudo. El hermano Salvador, que al parecer era corpulento y más lento que sus compañeros, fue abatido al lado de la vía del ferrocarril del Vasco-Cantábrico, a unos 500 metros del convento, donde al parecer pretendía regresar, y según los testigos recibió numerosas pedradas y una cuchillada antes de ser rematado a tiros. Por su parte el caso de uno de sus acompañantes, el hermano Benigno del Costado de Jesús, fue el más curioso de los ocurridos aquellos días, ya que también llegó la noticia de su muerte y se hicieron misas por su alma en Europa y América; sin embargo se había salvado cuando los revolucionarios lo localizaron en Ujo y lo entregaron al Comité de Santa Cruz. Allí se responsabilizó de su custodia a María Castañón, una mujer del pueblo, conocida por su catolicismo, que permanecía retenida en su propia casa.

 

Antes de entrar al barrio quise fotografiar el antiguo Liceu Camões, donde mi hermana mayor había estudiado. La tarea no era fácil, pues la puerta estaba cerrada, pasar la cámara entre las rejas era imposible y está rodeado de un muro altísimo. Para conseguirlo, tuve que cruzar la carretera y adentrarme por un descampado lleno de barro. Pero los problemas de la sesión fotográfica no acababan ahí: con el paraguas y la mochila colgando de los brazos las fotos salían torcidas. Estaba algo nerviosa y con muchas ganas de entrar al barrio. La curiosidad me picaba desde hacía mucho tiempo.

 

Entré y nada… Nadie; totalmente abandonado. Nada a la vista que no fuera la arquitectura utópica. Elevo la vista hacia las farolas, con su forma de grandes lámparas. Dudo de su capacidad para iluminar este lugar por la noche. Es difícil imaginar que el barrio haya estado alguna vez habitado. El lugar está adormecido, como una imagen de museo. Imagino que la vida aquí pudo ser tan bella como el espíritu que la arquitectura evoca. Con el lugar vacío, la felicidad es solo una posibilidad. Si viese familias viviendo en el barrio esa idea romántica se descongelaría. No hay nada contemporáneo; ningún objeto con memoria. Las calles están limpias y vacías, algo de musgo o de moho, ningún grafiti. Sí observo algún patio cultivado. El barrio tiene una calle principal y algunas transversales. Constato que nada de lo que fotografíe conseguirá plasmar lo que veo. Miro los olivos y me acuerdo de Raúl Lino, que considera el olivo un «modelo de modestia, de humildad y de generosidad» y el árbol mas típicamente portugués en lo que supone toda una identificación metafísica y religiosa con el alma del pueblo y de la Patria.

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La otra víctima mortal fue el hermano Alberto de La Inmaculada, quien emprendió su huida acompañado de otro hermano llamado Cayo, de 71 años, que tenía la idea de refugiarse en Valdecuna en casa de un feligrés, hermano de otro pasionista que estaba en Cuba. Alejarse demasiado del ferrocarril era peligroso. El conocimiento de los ferroviarios era, a la vez, un peligro y un seguro de vida. También fueron detenidos en Requexáu, lugar de nefasto recuerdo para esta Orden, allí intentaron disimular y seguir el paso mientras eran insultados por los vecinos, hasta que cuatro individuos les frenaron y, casi sin mediar palabra, uno de ellos disparó dos tiros sobre el más joven. Su anciano acompañante recibió varios garrotazos antes de ser abandonado en la cuneta, donde pudo sobrevivir, pero el herido por las balas seguramente tardó en morir, ya que su cadáver se encontró tendido junto al río, a kilómetro y medio del lugar de la agresión.

 

Empecé a caminar por el barrio y me encontré frente a lo que más temo en mis trabajos de campo, ¡perros!, con sus ladridos de alerta. Eran pequeños, pero me dan pánico. Retrocedí. Retrocedí. Retrocedí. Volví a la carretera. El regreso se me hizo bastante más corto. Tomé un tren para encontrarme con una de mis hermanas, que vive en una localidad cercana. Le pedí que viniera conmigo al barrio, con el coche. Mi hermana acababa de salir del trabajo, pero es incapaz de decir no. Ninguna de ellas sabe negarse. Metió a sus hijos en el coche y allá fuimos. Entramos al barrio en el coche. Ella se rió de mí: tanto alboroto por unos cachorros que ladraban al coche pero que enseguida desistían. Al final resultó que los perros tenían dueño; pertenecían a una comunidad gitana que había ocupado algunas de las casas de una de las calles transversales, la primera a la derecha desde la «rua Direita». Tomé algunas fotos. Mis sobrinos posaban ante la cámara para que les fotografiase; no entendían que quisiera fotografiar unas casas viejas y no a ellos. Aún no he vuelto al Barrio. Tengo intención de regresar lo antes posible. La reestructuración y el planeamiento andan por ahí, como si de topos se tratase. Pero los perros también.

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Alejarse demasiado del ferrocarril era peligroso. El conocimiento de los sindicados era, a la vez, un peligro y un seguro de vida. La gente del ferrocarril te protegía o no, que para los dos casos servía el conocimiento. Un ejemplo lo tenemos en la experiencia del padre Leandro de San Luís conducido a la capilla de Ablaña, donde compartió prisión con personas tan significadas como el Conde de Mieres; el capellán de la Gerencia; el director de la Fábrica Manuel San Juan; Manzano, un rico propietario de la localidad; Sergio León, entonces delegado del Gobierno y también con el coadjutor de La Rebollada, don Ramón Merediz. Todos, incluyendo a este último, fueron bien tratados, mientras a pocos metros de su cautiverio se deliberaba sobre el futuro del párroco de esta iglesia que fue finalmente fusilado en Loredo después de hacerle cavar su propia fosa.

 

Por lo que recuerdo, se trata de una zona frecuentada por putas. Ahí trabajaba la popular «Amelia de la Tropa». Paraguas en mano, caminaba vacilante sin saber si protegerme de la lluvia o de las constantes duchas de agua que los coches me lanzaban al pisar sin detenerse los charcos acumulados en la calzada. Al pasar, tocaban el claxon y lanzaban comentarios que el viento cortante provocado por la velocidad hacía inaudibles.

 

Nadie que no sea una puta o una loca andaría por ahí, y encima sola. ¡Quién iba a pensar en una artista en pleno trabajo de campo! Fotografiar de frente el barrio Vila Verde era totalmente imposible. Pero lo que me interesaba era el Barrio Camões. Mi exposición a la carretera hizo que el trayecto de veinte minutos se me hiciera eterno. Al llegar, había escampado y el arco iris se dibujaba en el horizonte. Hacía mucho que no lo veía.

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Último eco de las ideas originarias del sansimonismo: «Bien podría compararse el celo que hoy despliegan las naciones civilizadas para establecer el ferrocarril con lo que sucedía, hace unos siglos, con la erección de las iglesias. Pues si la palabra religión deriva de la latina religare, el ferrocarril poseerá más relación de lo que se cree con el auténtico espíritu religioso. Nunca antes ha existido un instrumento de tamaña potencia para unir a los pueblos».

 

Museo del pueblo. Los trabajos recogidos por Carla Filipe en su serie Bandeiras: O Povo reunido jamais será operan sobre la idea de construcción nacional, una épica que parece contradictoria con el carácter lírico con que se simplifica el “ser portugués”. Son los emblemas de los trabajadores ferroviarios, por eso, junto a las enseñas y los banderines de señales se incluyen las huellas de un tren descarrilando, signos propios de la gran Historia.

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Exposición universal de Londres: «En medio de esta inmensa exposición, el observador advertía prontamente que, con objeto de no perderse en ella, resultaba preciso reunir a los distintos pueblos en un cierto número de grupos, y que la forma útil y eficaz de componer esos grupos industriales consistía en ir tomando como base, ¿qué objeto?: las creencias religiosas. En efecto, a cada una de las grandes divisiones de tipo religioso entre todas las cuales se reparte el género humano le corresponde un modo de existencia y actividad industrial que le son propias.

 

Para la documentación de este trabajo Carla Filipe ha contado con la colaboración de «Murcia Acoge», una asociación de solidaridad con el inmigrante cuyo objetivo principal es fomentar la acogida y la promoción de las personas migrantes, así como sensibilizar la sociedad de acogida transmitiendo una imagen real de la inmigración, alejada de estereotipos y tópicos, con voluntad de transformar la sociedad hacia una mayor equidad, justicia y paz.

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Hoy el siglo XX ya ha ido viendo cómo la rapidez de los transportes y la capacidad de los aparatos que reproducen palabra y escritura han superado las necesidades. Las energías que la técnica desarrolla más allá de este umbral son radicalmente destructivas. Ante todo fomentan la técnica de la guerra y su preparación en la opinión. De este desarrollo, que es clasista, es posible decir y sostener que ha tenido lugar a las espaldas del siglo pasado, el cual no fue consciente de las energías destructivas de la técnica.

 

Filipe explora el debate más amplio en torno a la traducción cultural. Más que buscar un encaje perfecto entre el original y la traducción, entre un punto de partida y un destino final, la artista explora la acumulación de múltiples referencias sobre un tema específico. Su proceso deriva de un enfoque por el cual un tema y su tratamiento artístico consecutivo se desmoronan en su propia y característica “arqueología del presente”, en la que una combinación de palabras y temas crea el potencial para la ambigüedad.

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Los ferrocarriles imponían, junto a otras muchas cosas imposibles, transformar las relaciones de propiedad. Un burgués, hasta entonces, emprendía una industria o un comercio sólo con su dinero, a lo que, como mucho, se añadía el de un par de amigos o conocidos. Administraba ese capital, y era el verdadero propietario de la fábrica o la empresa de comercio. Pero, al contrario, los ferrocarriles, precisaban tan grandes capitales que no podían verse reunidos en las manos tan sólo de unos pocos. Y por eso gran número de burgueses, cuyo dinero –siempre tan amado– nunca había salido de su vista, tuvieron que confiárselo a unas gentes cuyo nombre apenas conocían. Una vez aportado el capital perdían el control de su gestión, pero, además, tampoco poseían ningún tipo de derecho de propiedad sobre estaciones, vagones, locomotoras…. De ese modo, tenían solamente su derecho a los beneficios; así, en vez de un objeto se les daba una hojita de papel de apariencia insignificante, que representaba la ficción de atesorar una partecita infinitamente pequeña e inasible de una verdadera propiedad positiva, cuyo nombre aparecía impreso en la parte inferior en grandes letras. Esta nueva estructura se encontraba en una tan radical contradicción con las formas normales de confianza que venían practicando los burgueses, que la defendieron sólo aquellos que eran sospechosos del intento de querer derribar todo el orden social: los socialistas. Fourier primero, y luego Saint-Simon, celebraron la movilización de la propiedad con las nuevas acciones en papel.

 

Aborda el diálogo entre Europa y el Norte de África desde un punto de vista social, analizando las situaciones de regularidad laboral e irregularidad laboral en las que se encuentran las personas que atraviesan una frontera, los nuevos trabajadores del proletariado internacional. La idea de establecer conexiones, puentes, carreteras entre las dos orillas a través del arte se materializará en una obra construida con materiales locales y orgánicos, así como materiales y objetos recogidos durante su reciente estancia en Murcia el pasado mes de junio. La obra que Carla Filipe ha consistirá en la realización de un pavimento hecho con materiales orgánicos y locales, tales como agua del mar, arena, tierra, grava o escombros. Este pavimento será una suerte de «vía» por el que el visitante podrá realizar un recorrido simbólico entre las dos orillas que separa el mar Mediterráneo, el mismo que realizan tantos inmigrantes para venir a nuestro país desde África. Esta «vía» simboliza a su vez las calles que conectan los espacios urbanos dentro de una ciudad, y también las conexiones y las fronteras que existen entre el Norte y el Sur y que determinan la situación de regularidad o irregularidad de las personas que habitan en ambos lados de la frontera. Por ello Desterrado, en cierto modo, es una obra de carácter performativo, desmaterializada y materializada a la vez, ya que adquiere sentido cuando el espectador participa de ella, de su ubicación en el espacio público. La obra, situada en uno de los corredores del Antiguo Cuartel de Artillería, se completará con una pieza de audio que, a lo largo del camino o «vía del tren» –explica la artista en alusión a su pasado ferroviario-, explica el proceso de regularización de los inmigrantes, proponiendo al visitante una reflexión sobre la realidad del inmigrante.

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Es característica del siglo XIX una malograda recepción de la técnica. Tal recepción consiste en una serie de enérgicos intentos de saltar por encima de la circunstancia de que, para esta sociedad, la técnica sólo sirve para producir mercancías. Los sansimonianos, pertrechados con su poesía industrial, se encuentran al inicio de esta serie; les sigue el realismo de un Du Camp, que ve directamente en la locomotora lo que será la Santa del futuro; la culminación llega con Pfau, quien escribiría lo siguiente: «Es completamente innecesario convertirse en un ángel, pues el ferrocarril es más valioso que lo son las alas más hermosas».

 

Es habitual leer, desde que ha comenzado el siglo XXI, que la tecnología va a acabar por devorar nuestras vidas, suplantando los encantos del vivir cotidiano y acelerando y deshumanizando la jornada de trabajo. Los trabajos sobre el ferrocarril contienen la contradicción de esa nostalgia. También el tren fue en su día técnica devoradora, Satán sobre ruedas, que iba a destruir nuestra sociedad. La metáfora del tren está presente a lo largo de la muestra que acaba, precisamente, cuando la ciudad se abre al ferrocarril. Pero si en el algún lugar esa paradoja se hace mágica es frente a la bandera alada de la artista portuguesa Filipe, la huellas del ferrocarril se las lleva el viento como al viejo ángel de la historia que describiera el pensador judío-alemán Benjamin.