Biennial Méditerranéenne des Arts de Tunis
Mayo de 1931. Otra vista de la Iglesia de la Purísima después del incendio, tomada desde el interior del antiguo-camarín de la Virgen. En el fondo se ve lo que fue coro, y sobre él restos de las potentes vigas de la techumbre que han podido resistir el furor de las llamas. Consejería de Cultura. Comunidad Autónoma de la Región de Murcia. Museo de Bellas Artes de Murcia.
Mayo de 2004. Vista general de la exposición donde prevalecen las purísimas líneas y proporciones del arte geométrico norteafricano. III Biennale méditerranéenne des Arts de Tunis. Palais Kheireddine. Musée de la Ville de Tunis. Place du Tribunal. Curator: Mongi Maatoug. Organizadores: ECUME Tunez; Musée de la Ciudad de Túnez; Palacio Kheïreddine; Place du Tribunal. Túnez.
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La paz y recogimiento característicos de los conventos han encontrado súbitamente en éste, una interrupción ominosa. En su afán de popular redención, los insignes capitaneadores de esta infame hazaña, han empezado a arrojar por las ventanas unos muebles pobres y sencillos, que constituyen todo el ajuar de los religiosos. Sabemos que alguno de estos corifeos, al ver lechos tan austeros y celdas tan pobres, ha prorrumpido admirado: ¿Es posible que haya hombres que se resignen a vivir con tanta pobreza y estrechez en nuestros tiempos? Si se hubieran limitado al pillaje y al asqueo, bien poco hubiera tenido que lamentar la piedad y el arte; a excepción de una regular biblioteca y de una copiosa cantidad de ornamentos sagrados (algunos de un mérito excepcional), bien insignificante hubiera sido la pérdida experimentada. Pero en la irrupción selvática de estos nuevos bárbaros, se fue más adelante. Primero el atropello y el robo, después, para satisfacer ampliamente sus ansias exterminadoras, procedieron a su destrucción total por medio de la tea incendiaria.
La utópica idea de una arte mediterráneo de líneas rectas y aspiraciones racionalistas, un arte natural, como hijo del entorno geográfico en que se ha gestado. Esa impronta, la misma que Matisse [1] o Le Courbusier invocaron en el norte africano como gesto primordial de civilización. Sobre esas ascuas, un discurso de cultura y civilización, se crea la Bienal de Arte de Túnez, con esa aspiración geográfica de recoger todo lo mediterráneo. Son muchas las dudas que surgen al estudiar en profundidad esa coartada naturalista que para el racionalismo supuso la arquitectura popular de origen árabe. Cuando el mundo se llena de conflictos y fricciones entre nuestras civilizaciones, lo árabe y lo europeo se nos aparecen como antitéticos y la aspiración de una arquitectura pura, no contaminada, no es ya aspiración de nadie. Hoy día, más bien, aspiramos a que lo árabe sea parte de un corpus cultural en que lo híbrido y lo mestizo prevalezcan. Todo lo contrario a una concepción pura o limpia de las formas, algo que recuerda el integrismo, y que ensombrece la voluntad modernizadora de nuestros gobernantes.