Anti-globalización
Mayo de 1937. Moneda anti-católica, donde la palabra “católica” aparece borrada. COPERATIVA MUTUA. Manlleu. Provincia de Barcelona. Monedas incautadas a la Cooperativa Mútua Católica de Manlleu. Colectivizada. Edición original en circulación desde finales de los años veinte. Anverso: Dos manos entrecruzadas, símbolo de amistad, con una estrella de seis puntas y leyenda. Reverso: valor numérico entre dos estrellas de seis puntas y leyenda. Cantidad incautada 10.000 unidades. Fabricada en cobre. Valor 10 céntimos. 30 mm de diámetro.
Noviembre de 1999. Contra la Organización Mundial del Comercio, donde las siglas WTO aparecen tachadas. NO WORLD TRADE ORGANIZATION. Seattle. Estados Unidos de América. Pegatinas intervenidas a los organizadores de la cumbre de la Organización Mundial del Comercio y sobreimpresas con la señal de prohibido. Dibujo de un circulo atravesado por una línea en su diámetro. Color rojo. Red Acción Directa – Direct Action Network. Indymedia Hong-Kong. Cantidad indeterminada. Adhesivos de papel plastificado. Brillo. Valor gratuito. Libre circulación. Distintas medidas.
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Aunque la intención tiene sus orígenes en el fuerte anticlericalismo de la época, estrictamente, en términos económicos lo que quiere decir dejar de ser “católico”, dejar de ser “universal”, dejar de ser “general”, dejar de ser “todo”. Una perspectiva con la que debemos entender cierta oposición entre las “autonomías” republicanas y el “imperio” del bando nacional. En ese sentido se adecua a la fórmula propia de las emisiones de los ayuntamientos, “de uso obligatorio y restringido en este término municipal”.
Aunque tiene sus orígenes en el katechon de Pablo –lo que retiene, lo que frena y retrasa la llegada del anticristo–, la mayor parte de los autores latinos –Tertuliano, Agustín y los Padres de la Iglesia– lo identifican con el imperio romano y Tomás de Aquino, claramente con la Iglesia Católica Romana. Sólo los Estados Unidos tienen esa potencia de una extensión “católica”, en todo el mundo. Sólo su titubeo continuo entre aislacionismo e intervencionismo impide ese panorama global.
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Unas monedas pertenecientes a una Cooperativa Mutua Católica, puestas en circulación después de comenzada la guerra, aunque estuvieran acuñadas con anterioridad para uso de los socios, hubieron de ser modificadas pasándolas una a una por la muela de esmeril, a fin de borrarles la palabra «Católica».
El cristianismo puso en marcha las transformaciones psíquicas “profundas” que nos preparaban para un triunfo de la economía capitalista, transformaciones en las que la globalización, es decir, el catolicismo, estaba ya dado. ¿Desentrañarlo ayudará a comprender el dominio globalizado e inmisericorde que se sigue ejerciendo sobre todos nosotros?
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El desbarajuste económico republicano se debió a la aparición de innumerables cooperativas, empresas colectivizadas, industrias autónomas que decidieron emitir su propia moneda con el consentimiento tímido de las autoridades federales, con la molestia evidente del Banco de España. La guerra no era el momento adecuado para experimentar con alternativas al capitalismo pero la elección, impuesta por la realidad revolucionaria que impusieron los anarquistas, no era voluntaria ni practica, puesto que los fracasos económicos que se repetían por doquier no podían analizarse fríamente y, a menudo, la guerra tapaba lo que no era más que incompetencia y falta de eficacia en la gestión. El caso disparatado de la emisión de moneda propia es uno de los ejemplos más sangrantes. Tomó este comentario de Rafael Abella… “Entre las acuñaciones curiosas consta la de los Almacenes Jorba, la del elegante café-bar barcelonés La Maison Doré y las del Instituto Psiquiátrico Pedro Mata, de Reus, que servían para que los alienados pudieran hacer frente a sus compras. Las puestas en circulación por el Comité Económico de los Canódromos barceloneses presentaban a un chucho pasando por dos aros entrelazados como distintivo muy característico…”, o esa moneda incautada a la Cooperativa Mutua Católica en Manlleu donde se produce el gasto –el dispendio, diría yo– adicional de ir eliminando, pieza de metal a pieza de metal, la inscripción “católica”.
La cooperativa se basa en el modelo de producción de empresa, tomándola como núcleo del quehacer económico. Esto puede ser tomado algunas veces como que la cooperativa es una alternativa dentro del capitalismo –ya que se asume que la empresa es un forma de organización económica exclusivamente capitalista– cuando realmente presenta muchas diferencias con el modelo de empresa de este, especialmente con las sociedades anónimas propias de la empresa privada, el modelo de empresa cooperativa es considerado mucho más radical mientras más se relacione al modelo de autogestión. Tal es así, que varios movimientos políticos como por ejemplo amplios sectores dentro del anarquismo, consideran a la empresa también como núcleo de la acción económica pero –coincidiendo con el cooperativismo– planteando a la empresa en la dimensión y organización que consideran la más adecuada. De esta manera no se ve a la cooperativa como alternativa “dentro” del capitalismo sino como alternativa “al” capitalismo. Dentro de este contexto, las colectividades surgidas durante la Revolución Española de 1936 fueron una significativa experiencia de una sociedad cooperativista y autogestionada. En la actualidad los Municipios Autónomos Zapatistas también han optado por promover este modelo empresarial para lograr una sociedad equitativa.
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Ya anteriormente a todo esto, la salida de España de las reservas del banco emisor había influido sobre la moneda metálica. El 13 de octubre de 1936, y con un argumento como el de la “conveniencia de eliminar del mercado la moneda de plata de la Monarquía, sustituyéndola por otra cuyo nuevo cuño sea fiel expresión del ideal republicano, y tenga, así, el pueblo un medio de intercambio más cómodo y mejor adaptado a sus necesidades sin tener que aumentar por ello la reserva áurea como garantía de los billetes de 25 pesetas que con ritmo creciente demanda el mercado”, se acordó la retirada de las monedas de plata circulación. Sin embargo, la poca agilidad operativa de la Casa de la Moneda –sin medios de comunicación generales, sin control apenas de sus propias ordenes e informaciones, sin una red nacional que garantizara sus operaciones, etc…– para cumplir con esta medida obligó a sustituir las monedas por certificados de plata de cinco y diez pesetas, con el mismo poder liberatorio de las monedas de idéntico valor facial. Prácticamente resultaba imposible administrar una economía general para todo el país, ni tan siquiera para la parte controlada por la España republicana.
En la segunda esfera, el emplazamiento de la Segunda Ecúmene Católica, no habrá ninguna esfera de todas las esferas: ni una informática, ni una estatal-universal, ni, sobre todo, una religiosa (pues quien, con Habermas [1] y Ratzinger, sigue apostando por el poder unificador de la religión necesitaría un ánimo más firme frente a la decepción del que se tiene hoy). Incluso internet, por muy variado que sean sus potenciales, como sistema de superinclusión crea inevitablemente una superexclusividad complementaria. La esfera que sólo consiste en superficie no es una casa para todos, sino un prototipo de mercados en los que nadie puede estar “cabe sí” mismo; nadie ha de intentar estar en casa allí donde cambian de dueño dinero, mercancía y ficciones. Mercado mundial es un concepto para la constatación (y exigencia) de que todos los ofertantes y clientes se encuentran en una exterioridad general. Mientras haya mercado mundial o mercados mundiales fracasarán todas las especulaciones sobre recuperación de una vista panorámica, centrada doméstica o metropolitana, dentro de un espacio integral llamado humanidad.
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No sólo las colectividades emitieron moneda por razones políticas. Algunos municipios que rompieron con el pasado quitando de sus topónimos palabras vinculadas a la iglesia o a la monarquía proclamaron el cambio a través de la moneda. Antes de la guerra, 129 municipios tenían nombre de santo; 112 de estos lo modificaron y casi todos lanzaron billetes. Sin embargo, no siempre hubo razones políticas tras la emisión de moneda; incluso ayuntamientos con un centenar de habitantes tuvieron sus billetes por mor del sempiterno orgullo localista, de la imitación entre pueblos vecinos o de la competencia entre ellos. Alguna vez, incluso, se usaron pliegos o cartones impresos: cuenta Ramon Espuny que en Besora estamparon un sello municipal sobre las tarjetas de visita del cura párroco, partidas por la mitad para hacer con cada una dos billetes. Hay ejemplares cuyo estilo se aproxima a las técnicas del cartelismo, arte en boga durante la guerra; en ellos los autores experimentaron con las nuevas corrientes artísticas y algunos resultan de una gran belleza. Los motivos oscilaban desde la cifra de su valor sobre fondo blanco –los más elementales–, hasta alegorías del trabajo, pasando por los retratos de ilustres republicanos: Joaquín Costa se asomo a los billetes de Hijar o Azaña a los de Orihuela. Asimismo, proliferaron las referencias a la República, a la revolución y a la guerra.
Debemos abandonar esta retórica posmoderna que considera a la universalidad –catolicismo– como una suerte de amenaza opresiva. Precisamente hay que volver a este concepto cristiano de universalidad, no en el sentido de que debemos borrar las diferencias y ser todos iguales, sino en un sentido de lucha: cómo en nuestras diferencias participamos de la misma lucha universal. Este tipo de solidaridad transversal es lo que yo llamo hoy universalidad. Hegel tenía razón cuando decía que lo que muere en la cruz no es el representante de Dios en la tierra, sino Dios mismo trascendido. “Ustedes deben hacer el trabajo por mí”, ese el verdadero mensaje de la muerte de Cristo, o como hubieran dicho los lacanianos, no hay un gran Otro, debemos contar con nosotros mismos. Y en este sentido, la muerte de Cristo es una carga de libertad, significa que Dios no está ahí arriba como un titiritero que se va a ocupar de que al final todo salga bien. Nosotros somos la única garantía de que el plan de Dios sea logrado, Dios depende de nosotros. Mi tesis es que si Max Weber [2] reescribiera La ética protestante y el espíritu del capitalismo, el título sería algo así como El taoísmo o el budismo en el espíritu del capitalismo global –compara el filósofo esloveno–. Esta sensibilidad agnóstica New Age es mucho más apropiada para el capitalismo global que el legado cristiano. Por eso la izquierda debería secuestrar el legado cristiano”.
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Si en muchos municipios revolucionarios la emisión de moneda constituyo un acto de afirmación política, esta dimensión resulto aun más evidente en el caso de la Generalitat de Cataluña, que vio en la moneda un instrumento de construcción nacional. La Generalitat emite billetes en virtud de un Decreto de 21 de septiembre de
1936, que Josep Tarradellas, consejero de Finanzas, justifico por la quiebra de la moneda estatal. Pero la resolución coincidió con otras medidas dirigidas a capturar competencias estatales en el ámbito monetario, como la intervención de las delegaciones del Banco de España y del Ministerio de Hacienda en Cataluña y la incautación de sus depósitos de oro y divisas. Fueron diseñados por el artista Josep Obiols, ilustrador y muralista especializado en frescos religiosos. Los billetes, de curso forzoso, solo eran validos en Cataluña.
La tesis de Eusebio –coincidencia del primer censo imperial romano con el nacimiento de Cristo– sobre la solidaridad entre la llegada de un único imperio mundial, el fin de la poliarquía y el triunfo del único dios verdadero presenta analogías con la tesis de Negri-Hardt, según la cual la superación de los Estados nacionales en un imperio global capitalista único abre la vía al triunfo del comunismo. Pero mientras que la doctrina del peluquero teológico de Constantino tenía un claro significado táctico y era función no de un antagonismo, sino de una alianza entre el poder global de Constantino y la Iglesia, la tesis de Negri-Hardt no puede ser leída, en cuanto a su significado, en el mismo sentido y sigue siendo, por eso, cuando menos enigmática.
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La idea de una Nueva Economía Social no pasa por la supresión inmediata del sistema internacional y las garantías que han construido los trabajadores con su producción social. Nuestra aspiración es internacionalista –ahora sólo se extiende la revolución por Cataluña y Aragón– y nuestro sistema pequeño hace un sistema más grande, ese es su triunfo. Así, la emisión de moneda de consumo, que garantizara un poder económico mínimo para todos, facilitando la compra, el pago y el usufructo en un sistema flexible y disperso –en este sentido, las emisiones de monedas cooperativas, municipales, comarcales, etc.– se complementa con la emisión de moneda de producción, exclusiva para las grandes transacciones comerciales, industriales y bancarias sin absolutamente ninguna excepción, con una aspiración totalizadora, pero sin circulación monetaria visible, sin posibilidad de uso simbólico ni especulativo alguno. Hacer compatibles a la vez estos dos sistemas es nuestra misión.
La carta es la primera de las que una tradición antigua llama “católicas”. Esta apelación no designa, en su origen, una obediencia particular de esos textos a la Iglesia romana, sino más bien, y como en la expresión inicial de katholiké ekklésia, su designación general o, si se quiere, universal: en tanto que en lugar de destinarla a una comunidad, a una sinagoga o a una iglesia determinada (como las Epístolas de Pablo), lo está a un conjunto más grande, que, cae bajo la diáspora. Que la catolicidad y la diáspora en principio sean tema una para la otra, es lo que amerita la reflexión: el “todo” y la “dispersión”, ¿producen un todo de dispersión, una dispersión total o un todo en dispersión? En cierto sentido, aquí está toda la cuestión: quiero decir, toda la cuestión de Occidente como totalidad y/o como diseminación.