Aloïse
30 de julio de 1936. Cabeza de Cristo del siglo XV. Separada del cuerpo mediante un hachazo, los ojos le fueron violentamente arrancados. Monasterio de Tentudía. Calera de León. Badajoz.
30 de julio de 1936. Cabeza del Kaiser Guillermo II y mujer. La mujer aparece desnuda, seguramente violentada y abandonada por el militar. Dibujo a lápiz de Aloïse. Cery Psychiatric Hospital. Lausanne.
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Las imágenes que nos llegan, con la garantía del Ministerio Fiscal que las procesa en la instaurada Causa General, nos producen un profundo abatimiento. No es tanto el conjunto de destrozos y rapiña que presenciamos; no sólo las noticias de las profanaciones y fiestas que parece ser tuvieron lugar en el interior del monasterio; incluso un baile popular, al que acudieron algunas personas que se significan con las derechas actuales del pueblo, baile en el que la música era insultante y se sacaron de sus capillas algunas de las veneradas imágenes puestas en la pista a los sones del pasodoble; no son todas estas noticias las que nos apesadumbran, si no la imagen de Nuestro Padre Jesús en la Columna, decapitado, despojado de su corona de espinas y de cuyo rostro le han sido arrancados los ojos.
Al poco tiempo empieza a escribir y dibujar, usando papel de embalaje, sobres, cartones, partes traseras de calendarios, que cose para darles formatos gigantescos y sobre los que pinta con grafito, tinta, pasta de dientes o el jugo de lo pétalos de flores que aplastaba. En sus dibujos recrea ese mundo de heroínas y amores románticos en cortes lujosísimas, donde príncipes azules encuentran a sus amadas en bailes de gala. Un mundo que ella conoció, aunque desde fuera, y al que le hubiera gustado pertenecer, del brazo de su amado Kaiser. Un mundo teatral y operístico de tragedias más grandes que la vida y de amores eternos, en el que fue papisa, profetisa, madre y esposa. Un mundo en el que los amantes no tienen ojos sino unas órbitas vacías y azules, donde las mujeres-reinas tienen pechos que se trasforman en flores y cuyo vientre es un cesto de frutas.
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Ellos convivían bien entre los cadáveres de los muertos, porque estos no les dirigían acusadoras miradas. Ese ejemplo -que sólo pudieron aprender en su afición a desenterrar muertos, como hicieran en la vecina Fuente de Cantos, ¡hay fotografías!-, de sacarle los ojos a las imágenes, para dejarles, como a los cadáveres, las cuencas vacías.
Una cabeza que se sostiene, se balancea… algo de rojo, algo de negro… aquí tiene los ojos…está demasiado oscuro… unos ojos demasiado grandes y tan negros… tan negros, ¿no hay nada más oscuro?…unos ojos tan grandes deben de ser de un muerto… voy a hacerlos más oscuros y más grandes… que no parezca así, tan muerto, que esté vivo… ¡ah, que espanto (horreur)! Sí, los honores (honorer) que lo han pintado. Fotografiar es más fácil… la máquina que se apaga en lugar de volver a encenderse…