Adolf Wölfli
28 de agosto de 1936. San Miguel, Epifanía, de la escuela sevillana, y Resurrección. Fragmentos de un retablo destruido. El Enigma del general repúblicano Manuel Matallana. Ermita de la Salud. Posadas. Córdoba.
28 de agosto de 1908. Arcángeles: Dioses, Vírgenes y Santos. Fragmentos de una pintura en papel. Autobiografía de San Adolfo II. Adolf Wölfli. Psiquiátrico de Waldau. Berna. Suiza.
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Por un lado se abre el Rompimiento de Gloria, la escena de la Resurrección y el Arcángel armado contra el Pecado del Mundo, superpuesta a la escena central, la Sagrada Familia adorando al Hijo, en la confusión propia de su ruina.
Una representación fragmentaria del cielo como sede divinizada de su propia familia. La parte central del mandala muestra una tensa escena dentro del hogar, con el padre y la madre enfrentados por el amor desmedido por su hijo.
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Y San Adolfo II, como se hace llamar a partir de 1916, no reparte casas después de anteponer los Vanderbilts a Dios Padre, sino ciudades más allá de la tierra y de las estrellas. El centro de esta grandiosa creación de San Adolfo es el hogar San Adolfo, que se corresponde con el Schangnau de su patria. Las quejas del presidente de la comarca produjeron numerosos frutos: Wölfli, el sentimental amante de las casas de labranza, es al mismo tiempo causante de la disposición de los cultivos, que estropean el paisaje suizo. También desde una perspectiva moral es un hijo de su época: las peores atrocidades son siempre adornadas con palabras de la Biblia. Pero WöIfli no es responsable de sus actos, sino simplemente un caso de “amarga desgracia”. Los demás dicen que yo soy así, pero que la vida continúa y debemos resignarnos. La enfermedad y la locura le han distanciado aún más del resto. Sólo el Universo y la expansión en todas «las direcciones de la rosa de los vientos» le harán justicia, mientras el «pobre sano» tendrá que conformarse con una fábrica, un coche o un yate. La locura no es una disculpa, sino un doloroso reflejo de los demás: Wölfli conquista el Universo sustituyéndolos.
Solidaridad Obrera, el 20 de agosto de 1936, escribía: Hemos encendido la antorcha, aplicando el fuego para purificar todos los monumentos que desde siglos proyectaban su nombre por todos los ámbitos de España, las iglesias, y hemos recorrido las campiñas purificándolas de la peste religiosa. Publicaba el Boletín informativo de la CNT-FAI: “Para que la revolución sea un hecho, hay que derribar los tres pilares de la reacción: la Iglesia, el Capitalismo y el Ejército. Los templos han sido pasto de las llamas, y los cuerpos eclesiásticos que no han podido escapar, el pueblo ha dado cuenta de ellos.” Todavía, el día 18 de octubre, era más explícito y concluyente el órgano anarquista, al que por lo visto, no le había parecido suficiente la purificación de las campiñas. En un artículo titulado SANGRE Y FUEGO, decía: “Siempre, en todos los tiempos y en todas las épocas, los crímenes horrendos han tenido por mudo testigo la fatídica cruz. No resta en pie una sola iglesia y es de suponer que no se restaurarán, que la piqueta demolerá lo que el pueblo comenzó a purificar.